Octubre de 1962: la mayor crisis de la era
nuclear (XXIII) Controversia
sobre la orden que derribó al U-2
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)
Una variante tan absurda como la de que el propio comandante
Fidel Castro había lanzado los cohetes contra el avión U-2 no
requiere perder tiempo en desmentirla, aunque a él no le faltaran
deseos de hacerlo. Sin embargo, analicemos también este
planteamiento. En primer lugar, sería algo insólito que el Primer
Ministro del país se dedicara personalmente a semejante actividad.
Mas como los políticos y militares norteamericanos lo tildaban de
loco, irresponsable y otros muchos epítetos, supongamos que hubiese
querido hacerlo, pues son inimaginables los vericuetos que puede
tener la psiquis humana.
Los
restos del avión espía U-2, derribado en Banes, Holguín, en 1962.
La presencia del Comandante en un grupo coheteril antiaéreo para
participar en aquella acción pudo ser coordinada con el mando
soviético. Ahora bien, ¿a dónde hubiera ido el Primer Ministro?
Lógicamente, se hubiera dirigido al grupo emplazado en El Mariel o
al de Bahía Honda, los más cercanos a los regimientos de cohetes de
alcance medio que se encontraban en la región de Santa Cruz de los
Pinos-San Cristóbal-Candelaria, por donde era más probable que
volara el U-2. Pero es que el avión fue derribado en la provincia de
Oriente, por el grupo emplazado cerca de Banes; un lugar en el que
difícilmente se hubiera pensado para que el Comandante Fidel Castro
se dirigiera a esperar en sus supuestas funciones de cazador. Además
de que durante los días de
la Crisis no salió de la región occidental del país. Por lo que
resulta perfectamente desechable esta tonta y malintencionada
versión de los sucesos.
También se planteó que la acción había sido ordenada por el alto
mando soviético. Sin embargo, resulta impensable que la orden la
hubiera dado el general de ejército Pliev, pues este era un hombre
de gran experiencia y muy disciplinado. Máxime sabiendo él
perfectamente que lo ordenado por Moscú era no dispararles a los
aviones norteamericanos. También es ilógico pensar que la orden la
hubiera dado Jruschov, a no ser que quisiera que las cosas se
pusieran mucho peores de lo que estaban, lo que no era así,
evidentemente.
Llegamos a la variante de que la orden fue dada por algún general
de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) que se encontraba en
Cuba. Se han mencionado tres nombres: teniente general Gueorgui
Voronkov, en aquel momento coronel y jefe de la división coheteril
antiaérea que defendía la parte oriental de la Isla, a la que estaba
subordinado el grupo coheteril que derribó el avión; mayor general
Leonid Garbuz, quien entonces ostentaba ese grado militar y era
sustituto del jefe de la ATS para la Preparación Combativa; y
coronel general Stepan Grechko, entonces teniente general y
sustituto del jefe de la ATS para la Defensa Antiaérea. Es necesario
señalar que los dos primeros no fueron mencionados por otros como
autores de la orden, sino que ellos mismos se atribuyeron su autoría
en entrevistas que concedieron o relatos que publicaron años más
tarde.
En primer lugar hay que señalar algo común para los tres. Todos
eran altos oficiales de un ejército disciplinado, por lo que resulta
difícil de imaginar que pudieran violar las órdenes de sus
superiores de no actuar contra los aviones norteamericanos, máxime
si estos eran tan superiores que radicaban en Moscú, lo que
equivalía a decir Nikita Jruschov, Secretario General del Partido
Comunista y Primer Ministro del Gobierno. Y seguramente conocían,
principalmente los dos últimos debido a los cargos que desempeñaban,
que el general Pliev había pedido autorización para disparar a Moscú
y se lo prohibieron o recibió la callada por respuesta. También hay
que tener en cuenta que las declaraciones o relatos de los dos
generales fueron hechos quince o más años después de los
acontecimientos.
En una entrevista publicada en 1989, el general Voronkov declaró
lo siguiente: "Los aviones yanquis sobrevolaban el cielo cubano a
diferentes alturas. Hasta el 26 de octubre no se autorizó la salida
al aire de nuestros radares (...) Yo era del criterio de que así no
se podía continuar. Los norteamericanos se sentían con derecho a
todo. El 27 me informan que un avión espía U-2 está cruzando el
espacio aéreo de la Isla y vuela sobre posiciones cercanas. Luego lo
hace por encima de dos pequeñas unidades bajo mi mando, y al
acercarse a una tercera, ¡ahí mismo di la orden combativa! ¡Con el
primer proyectil lo derribamos"!(1)
La división coheteril subordinada al general Voronkov tenía doce
grupos emplazados al este del límite Caibarién-Trinidad, y el que
derribó al U-2 fue el emplazado en Banes, el último a la derecha por
la costa norte. Si el avión volaba desde occidente hacia oriente,
antes de llegar al grupo de Banes tenía que haber pasado por las
zonas de destrucción de cuatro grupos de la división subordinada a
Voronkov, por lo menos, antes de ser derribado, no sobre dos, como
dijo el general en la entrevista; pero además surge una pregunta:
¿si él fue quien decidió derribarlo, porqué esperó a hacerlo con el
último grupo, antes de que abandonara el territorio?, hubiera sido
más lógico darle la orden a una unidad anterior, para tener reserva
por si el que recibiera la orden fallaba.
Examinemos ahora los aspectos principales de lo relatado por el
general Garbuz: "Llegué al puesto de mando de la Agrupación en la
mañana del 27 de octubre. Allí se encontraba el sustituto del
comandante para la Defensa Antiaérea, teniente general Stepan
Grechko, quien ese día era oficial de guardia superior. El general
me dijo: ‘Hace más de una hora da vueltas sobre nosotros un
‘visitante’. Considero que es necesario derribarlo, ya que puede
descubrir nuestras posiciones en toda la profundidad y dentro de
varias horas esos datos se conocerán en Washington’. Decidimos
comunicarnos con el general Pliev, pero no estaba en el estado
mayor. En aquellos momentos el oficial de guardia informó que el U-2
variaba el curso de vuelo; al llegar a Guantánamo había girado hacia
el norte, era evidente que se marchaba después de cumplir su misión
combativa (...) El general Grechko intentó comunicarse varias veces
con el comandante de la Agrupación, pero no pudimos localizarlo en
aquellos minutos decisivos, y no era posible establecer comunicación
con Moscú en un plazo breve (...) Después de algunas reflexiones
Grechko exclamó: ‘Bueno, pues respondamos juntos’. Al puesto de
mando de la defensa antiaérea llegó la orden de destruir el blanco
número 33, el avión U-2 (...) Los coheteros cumplieron la orden sin
tardanza (...) El primer cohete solo averió la máquina, e incluso el
piloto logró abrir la cubierta de la cabina, pero el segundo
proyectil fue fatal (...) La decisión de interrumpir el vuelo fue
dictada por la necesidad operativa. No se podía permitir que en los
Estados Unidos recibieran la información sobre la dislocación y las
cantidades de armamento y técnica de combate que poseían las tropas
soviéticas y cubanas, y en primer lugar los datos sobre las
posiciones de lanzamiento de los cohetes de alcance medio y de los
antiaéreos". (2)
Analicemos ahora algunos puntos débiles de este relato. En la
mañana del 27 de octubre las unidades se encontraban en completa
disposición combativa desde hacía cinco días, se esperaba un ataque
inminente del enemigo y todo el sistema de la defensa antiaérea
había sido activado por primera vez desde la noche anterior; además,
el U-2 estuvo volando sobre Cuba durante más de hora y media. Por mi
propia experiencia del servicio conozco que en tales circunstancias
los jefes se encuentran permanentemente en el puesto de mando del
nivel correspondiente o están en lugares donde pueden ser
localizados de inmediato. De otra forma no puede suceder en las
condiciones del combate moderno, donde las acciones se desarrollan
con gran rapidez y es necesario adoptar decisiones de mucha
responsabilidad. Además, estos dos generales estaban en el puesto de
mando del general de ejército Pliev, por lo que resulta inconcebible
que este no pudiera ser localizado tras múltiples intentos y durante
más de una hora, a no ser que el general de ejército fuera tremendo
irresponsable, lo que es muy poco probable.
Si el U-2 voló desde la provincia de Pinar del Río hasta la de
Oriente, pasando sobre los puntos fundamentales de importancia
militar, debe haber atravesado las zonas de destrucción de no menos
de quince grupos coheteriles, entonces: por qué esperaron hasta que
llegara a Guantánamo y girara hacia el norte para destruirlo con el
último grupo coheteril que quedaba en su recorrido; además de que
después de pasar sobre Guantánamo podía haber seguido recto, sin
girar allí hacia el norte, con lo que los hubiera dejado con un
palmo de narices y se hubiera retirado tranquilamente con toda su
"valiosísima" información, que "no podía llegar a los Estados
Unidos", según el relato del general Garbuz; además de que también
pudo girar al norte en Guantánamo y continuar vuelo sin pasar sobre
el grupo de Banes.
Por la forma del relato da la impresión de que aquel era el
primer vuelo de un U-2 sobre Cuba y no se podía dejar que escapara
con toda la información recogida sobre las unidades soviéticas y
cubanas; pero no era así, desde hacía dos semanas esos aviones
volaban diariamente sobre la Isla, con frecuencia varias veces al
día, por lo que todo lo que ese vuelo pudo fotografiar ya había sido
fotografiado más de una vez, es decir, no constituía una información
nueva, de primera mano e importancia decisiva, que lo revelaría todo
en Washington. También podría alegarse que el sistema de defensa
antiaérea solo se había activado la noche anterior, debido a lo cual
los generales desconocían sobre los vuelos precedentes de los U-2,
por lo que se horrorizaron con aquel. Eso sería por lo menos dudoso;
recuérdese que el día 18 el general Pliev le había informado al
general Gribkov, cuando este llegó a Cuba procedente de la URSS,
acerca de la continuación de los vuelos de esas naves de
exploración, por lo que sería muy difícil que no lo supieran dos de
sus sustitutos, especialmente el general Grechko que era el jefe de
toda la defensa antiaérea de la Agrupación. Pero aceptemos que no lo
supieran porque no habían sido informados sobre ello y no podían ver
ni oír a los U-2, sin embargo, desde el 23 de octubre el país era
peinado diariamente por los vuelos rasantes de los norteamericanos,
y para darse cuenta de eso no había ni que salir de los locales de
trabajo, pues el aullido de los motores a reacción era tremendo y
todo se estremecía prácticamente cuando pasaban. Los generales
debían saber que aquellos aviones que volaban a baja altura también
llevaban cámaras y lo fotografiaban todo, por lo que el mayor
Anderson con su vuelo no tendría la exclusiva.
Entonces, ¿quién ordenó derribar el U-2? Sencillo: ningún gran
jefe tomó la decisión, el pequeño jefe del grupo emplazado en Banes,
mayor Ivan Minovich Guerchenov, localizó el avión, lo comunicó al
puesto de mando de su regimiento y pidió autorización para
derribarlo, le contestaron que habían solicitado el permiso al mando
superior, que esperara; en eso se dijo que perdió temporalmente la
comunicaciones y, basándose en lo que planteaba el reglamento de
combate, que estaba vigente en aquellos momentos en las Tropas
Coheteriles Antiaéreas soviéticas, referente a que al perder las
comunicaciones en una situación combativa el jefe del grupo tomaba
las decisiones de forma autónoma, tomó su decisión y la puso en
práctica, derribando al violador del espacio aéreo cubano que estaba
realizando una labor ilegal de espionaje.
El autor de esta obra, varios meses más tarde, en mayo de 1963,
fue uno de los cubanos que ingresaron voluntariamente en las Fuerzas
Armadas Revolucionarias, respondiendo al llamado hecho por el
comandante Fidel Castro, para que personal con el nivel de
preparación necesario asimilara la compleja técnica y armamento que
los soviéticos entregaron después de la Crisis. Durante los meses
que estuvieron en las unidades asimilando la técnica, los mismos
soviéticos relataron en múltiples ocasiones, a los fundadores
cubanos de las Tropas Coheteriles Antiaéreas, la forma en que había
sido derribado el U-2. En la actualidad no existen documentos que
describan en detalle cómo se produjeron los hechos aquella mañana,
pues los informes que deben haber sido confeccionados al respecto
nunca fueron publicados por los soviéticos. Solo hay varios relatos
muy generales y superficiales en que algunos de los participantes
describen a grandes rasgos lo sucedido, los que están en
correspondencia con la versión de que la decisión de derribar el
avión fue tomada por generales pertenecientes a la Agrupación de
Tropas Soviéticas en Cuba. Ahora bien, en base a la experiencia,
¿cómo debe haberse desarrollado la acción?
Si el avión llegó a Guantánamo y giró hacia el norte, debe
haberse aproximado hasta allí volando sobre la parte sur de la
antigua provincia de Oriente. Antes de llegar al grupo de Banes pudo
ser derribado por otros dos grupos por lo menos, de los emplazados
en aquella región. Es seguro que durante todo el vuelo sobre la Isla
solicitaron autorización para derribarlo no menos de diez jefes de
grupos, pero ningún otro perdió las comunicaciones en el
momento preciso ni tuvo la audacia y los... pantalones del mayor
Guerchenov. También es seguro que todos ellos daban cualquier cosa
por liquidar al espía.
La técnica de la unidad había sido debidamente comprobada desde
la noche anterior, cuando habían autorizado por primera vez a que
los radares de los grupos coheteriles antiaéreos irradiaran al
espacio. Durante la noche había llovido varias veces, por lo que las
trincheras y algunos refugios estaban inundados. A media mañana el
radar P-12 del grupo se encontraba conectado y realizaba la
exploración del espacio aéreo circundante. En esos momentos llovía a
cántaros en la zona donde estaba emplazado el grupo coheteril
antiaéreo. El jefe del radar comunica que aparece un blanco que es
dictado por el radiocircuito de aviso y por sus características de
vuelo se aprecia como avión de exploración del tipo U-2.
Cuando el blanco está a 45 kilómetros, el jefe de Grupo ordena:
destruirlo, con dos cohetes contra el blanco, empleando el método de
conducción de semipredicción, con diez segundos entre el primer
lanzamiento y el segundo. De pronto, se escucha un estampido seco,
como el producido por un martillazo sobre una mesa de madera, y al
instante se oye el rugido ensordecedor del motor del cohete que lo
hace saltar vertiginosamente hacia delante. El motor es tan potente
que aquella masa de dos toneladas supera en pocos metros la
velocidad del sonido y se aleja velozmente bajo la intensa lluvia,
perseguida por una llamarada anaranjada de unos 30 metros de largo.
Diez segundos después es lanzado el segundo cohete. El blanco es
destruido. Eran las 10:17 de la mañana y continuaba lloviendo a
cántaros.
Hay que decir que el mayor Anderson debió ser un militar
disciplinado, pues toda la zona estaba cubierta por una espesa capa
de nubes, por lo que las cámaras del U-2 solamente fotografiaron
allí la superficie superior de aquel manto, y la misión del mayor no
estaba relacionada, precisamente, con las investigaciones
meteorológicas; sin embargo, Anderson cumplió su plan de vuelo hasta
el final. Eso le costó la vida.
Mientras tanto, el acribillado avión U-2, con el cuerpo de
Anderson gravemente herido o muerto en sus entrañas metálicas ha
comenzado una gran caída de 21 kilómetros, aunque todavía planea
algo y continúa avanzando por inercia; poco a poco comienza a
desviarse hacia la izquierda de la trayectoria hasta que la parte
fundamental del cuerpo del avión cae cerca del poblado Vega III
junto a un camino y no lejos de un platanal, mientras que una de sus
alas se había desprendido poco antes y cayó en las inmediaciones del
poblado y el empenaje de cola, que también se separó del cuerpo, se
sumergió en las aguas de la Bahía de Banes.
Cinco años más tarde, el autor se encontraba en Minsk, capital de
la República de Bielorrusia, en la antigua Unión Soviética; allí era
jefe de un grupo de varias decenas de cubanos que estudiaban
ingeniería en la Escuela Superior de Ingeniería Coheteril Antiaérea,
ubicada a nueve kilómetros de la ciudad. Meses antes, el ya mayor
general Voronkov había sido designado segundo jefe de la Escuela. En
una cena dedicada a la celebración de una fiesta nacional cubana, el
general Voronkov y el autor estuvieron sentados a la misma mesa, y
después de comer y beber convenientemente cayeron en el tema del
derribo del U-2 en Cuba. El general señaló una de las órdenes de la
Estrella Roja que llevaba prendidas en la chaqueta y dijo que se la
habían dado por el U-2, e interrogado sobre si era verdad que el
jefe del grupo había tirado por su propia decisión, respondió que
sí, pero que no había hecho más que interpretar el sentir de todos
los oficiales. Después manifestó, medio en broma y medio en serio,
que cuando recibió la información de que Ivan Guerchenov había
derribado el avión, le ordenó al jefe de cuadros de la división que
preparara una orden de condecoración para Ivan y otra orden de
arresto, y que las tuviera a mano, pues todo dependería de las
circunstancias. Así sucedió, el mayor Guerchenov fue enviado
inicialmente al estado mayor del regimiento, en Victoria de Las
Tunas, donde estuvo retenido varios días, y cuando se le dio una
connotación positiva al derribo del U-2, regresó a su unidad, donde
terminó el cumplimiento de la misión internacionalista; en ese lapso
de tiempo fue condecorado y ascendido al grado de teniente coronel.
En el momento en que sosteníamos esta conversación aún faltaban 22
años para la entrevista citada anteriormente, en la que el general
se atribuyó la impartición de la orden para derribar el avión.
Además, a inicios de la década de los noventa Herman Wainshtok
Rivas, coronel jubilado de las Fuerzas Armadas cubanas, se encontró
en Moscú con el teniente general retirado Voronkov, a quien le
habían amputado una pierna por motivos de salud y se dirigía a Cuba
para descansar por un corto periodo, y en la conversación que
sostuvieron, el general admitió nuevamente que el U-2 había sido
derribado por decisión personal del jefe del grupo coheteril
antiaéreo emplazado en las cercanías de Banes, al perderse
temporalmente las comunicaciones con el regimiento.
Ahora bien, es necesario señalar que a los integrantes de la
primera unidad militar cubana que llegó al grupo coheteril antiaéreo
de Banes para asimilar la técnica junto con los soviéticos, algunos
de ellos les manifestaron que en la mañana del 27 de octubre de 1962
no se habían perdido las comunicaciones con el regimiento en ningún
momento, que aquella solo fue una excusa empleada por el mayor
Guerchenov para derribar al U-2. Uno de los que lo afirmaba era el
jefe de la estación de radio del grupo, y este debía saber bien lo
que decía. (Continuará)
(*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles.
(1) Estrada Juárez, Adela: El general que dio la orden de ¡fuego!
Periódico Bastión. La Habana, Cuba, 30 de marzo de 1989, p. 4.
(2) Al borde del abismo... Ob. Cit., pp. 200-201.
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la mayor crisis de la era nuclear (XXII): Moscú ofrece fórmulas
incoherentes para solucionar la Crisis, sin contar con Cuba
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piedra estaba al doblar de la esquina
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tensiones; se desata la guerra mediática
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