¿Tiene el euro todavía un propósito? Aunque la moneda única fue
un proyecto político desde el principio, también se le otorgó un
fuerte fundamento económico. Una moneda europea rebajaría los costos
comerciales, mejoraría los flujos y recortaría los costos del
capital y, por ello, impulsaría el crecimiento económico al tiempo
que uniría al continente evitando los sangrientos conflictos que
habían caracterizado la primera mitad del siglo XX.
El grado en que el euro beneficiaba a sus Estados miembros es una
cuestión abierta.
Desde su introducción en 1999 hasta finales del 2011, los 17
Estados miembros de la zona euro alcanzaron una tasa media de
crecimiento anual del 1,5 %. Mientras, Reino Unido, Suecia, Noruega
y Suiza, todos fuera de la zona euro, crecieron un 2 %; 2,7 %; 1,7 %
y 1,8 %, respectivamente, en el mismo periodo.
Si bien es cierto que en el mercado de bonos el diferencial entre
cada uno de los miembros de la zona euro y Alemania se derrumbó a
los mínimos alemanes, la baja rentabilidad desde la llegada del euro
hasta la crisis financiera —casualmente desencadenando burbujas
insostenibles de consumo y propiedades en Irlanda, España y Grecia,
cuyos pinchazos han aplastado sus economías— no se ha vuelto a ver.
Los diferenciales de los bonos se han recuperado con firmeza a los
niveles anteriores a la introducción del euro.
Pero si el argumento económico para la moneda única parece flojo,
el argumento político es todavía más endeble.
Mientras partes de la zona euro estaban cada vez más endeudadas
con otras partes de la eurozona, las fricciones políticas solo
podían crecer.
El euro ya no es un barco que transporta a las economías de los
países miembros a climas soleados, sino más bien una cadena para
mantenerlos atados entre sí mientras el barco se hunde.
Solo hay que mirar a las dificultades que la zona euro está
teniendo para deshacer el lío griego —y la economía de Grecia es
apenas un poco más de la quinta parte del total—.
En última instancia, la mayoría de los economistas y políticos
están empezando a darse cuenta de que Grecia no puede cumplir con
sus obligaciones de deuda. Así que, pase lo que pase, las pérdidas
de deudas pasadas tendrán que ser compartidas. Esto se puede hacer a
través de una repentina quiebra griega y su salida del euro, lo que
sería muy complicado y potencialmente paralizaría a los bancos
alemanes y franceses, incluso ahora, o con la continuación de un
mecanismo mediante el cual las deudas griegas son transferidas de
los bancos al Banco Central Europeo (BCE).
La condonación de la deuda, en este caso, significaría que el BCE
asumiría pérdidas y el resto de Europa cumpliría con ellas, pero de
una manera estable.
¿Será esto bueno para Grecia? ¿Va a poner fin a la depresión?
Si usted piensa, como yo, que Grecia sigue siendo poco
competitiva con relación al núcleo de la eurozona, el proceso de
deflación continuará. A Grecia se le negarán nuevos préstamos y será
aislada de los mercados de deuda, por lo que tendrá que ejecutar un
presupuesto público primario. Esa es otra manera de decir que el
Gobierno no podrá incurrir en déficit año tras año. Grecia podría
ser autorizada a permanecer en el euro, aunque solo sea para evitar
que el pánico se extienda a Portugal y otros países periféricos. Sin
embargo, en muchos aspectos, Grecia estará sola. La condonación de
antiguas deudas no detendrá la necesidad de una reforma estructural
de su sector público y su economía en general.
El principal problema al que deberá enfrentarse Grecia no es la
deuda pasada, es el hecho de que no se le permitirá endeudarse en el
futuro, porque nadie va a confiar en el país. Y allí donde pueda
vender deuda, los intereses a pagar serán altos y las condiciones
duras.
Desgraciadamente, los primeros años del euro dieron al pueblo
griego una falsa impresión de lo rico que era su país —la riqueza
está determinada por el potencial productivo de un país, que se
reduce a factores como condiciones laborales, sistema jurídico,
inversiones en infraestructura y personas—. Y lo que está sucediendo
ahora es un reajuste doloroso de los estándares de vida griega a la
riqueza del país.
El euro, en otras palabras, creó una ilusión de riqueza.
Y ahora que la ilusión se ha roto y no va a volver, es difícil
ver para qué propósito sirve la moneda única.