Desde el descubrimiento de la penicilina en 1928 por el
bacteriólogo y Premio Nobel británico Alexander Fleming, los
antimicrobianos "han sido y son" una importante arma para el
tratamiento de las enfermedades infecciosas, causadas por bacterias,
virus, hongos y parásitos, porque permitieron disminuir de forma
notable la frecuencia y mortalidad de muchas dolencias.
Sin embargo, unas ocho décadas después, la OMS ha dado una voz de
alerta porque se estima que alrededor del 50 % de todos los
antimicrobianos que se consumen en el mundo son administrados
innecesariamente, y esto no excluye el ámbito hospitalario.
En Cuba, durante la vigilancia de la prescripción médica, se ha
observado que los antimicrobianos que más se prescriben son la
azitromicina y la ciprofloxacina, ambos indicados para las
infecciones bacterianas causadas por gérmenes sensibles a estos
fármacos, indicó a Granma la doctora Ismary Alfonso Orta,
especialista de segundo grado en Farmacología, quien se desempeña en
la Dirección de Medicamentos y Tecnología Médica del Ministerio de
Salud Pública.
El uso de antimicrobianos en nuestro medio, refiere la
especialista, lamentablemente incluye la prescripción excesiva
(cuando no está justificada) y la selección inadecuada del
tratamiento por el médico, teniendo en cuenta el estado de salud del
paciente, el perfil de resistencia y el costo.
La automedicación y la falta de adherencia (el no cumplimiento)
de las indicaciones, por parte de los pacientes, es otra arista del
tema. A ello contribuyen una escasa educación sanitaria y también la
insuficiente información que a menudo reciben los enfermos y
familiares, lo que posibilita que se siga mal el tratamiento, se
olviden dosis, se modifiquen los horarios de toma o se interrumpa
antes de tiempo la medicación.
La profesora Alfonso Orta, Máster en Enfermedades Infecciosas,
subraya que es importante que la población conozca las consecuencias
que pueden originar una errónea indicación o elección de un
antimicrobiano, o el mal cumplimiento de la prescripción.
Y cita con precisión: la no mejoría o cura de la infección, el
de-sarrollo de resistencias bacterianas (se eliminan o inactivan los
microorganismos más sensibles al antimicrobiano, mientras persisten
y se multiplican los resistentes), el enmascaramiento de procesos
infecciosos importantes (se disminuye la sintomatología pero no se
cura la enfermedad).
También la llamada cronificación: la falta de erradicación de un
número suficiente de bacterias, lo que da lugar a la persistencia de
algunas que mantienen su grado de patogenicidad sin ocasionar
manifestaciones agudas. Asimismo, las recidivas (reaparición): las
cepas supervivientes, sean resistentes o sensibles, inician una
nueva proliferación que provocará una recaída o una reinfección.
Refiere la especialista que un ejemplo frecuente de mal uso de
los antimicrobianos es tratar un proceso viral respiratorio (una
gripe) con un antibacteriano, que carece de utilidad en estos
trastornos y somete al paciente a riesgos innecesarios (reacciones
alérgicas y otros efectos adversos).
No resulta casual, como se comprende, que la OMS haya hecho un
llamado a la lucha contra la resistencia antimicrobiana por
constituir, dice, "una de las amenazas de la salud pública más
apremiantes en el mundo".
Por ello, las autoridades sanitarias cubanas hacen una alerta a
la necesidad de usar con prudencia estos fármacos.