Honores bien ganados

ALIET ARZOLA LIMA

Cuando en la madrugada del 18 de mayo el estadio Victoria de Girón apagó sus luces, una extraña —y tal vez efímera— sensación de vacío se ciñó sobre el béisbol cubano. Matanzas ya no jugaría más por esta temporada, alcanzó su límite y al final el sueño no llegó hasta el estrellato, pero¼

Foto: Ricardo López Hevia Lázaro Vargas y Víctor Mesa guiaron por la senda victoriosa a sus novenas.

Luego de la derrota, dije en este mismo espacio que los yumurinos debían analizar muy bien la trascendencia de sus logros como conjunto, guiados por un Víctor Mesa otra vez en el papel de impulsor para un campeonato que necesitaba la chispa y picardía de un mentor a esta usanza.

Más allá de su histrionismo, Víctor transformó a los Cocodrilos, no solo por alcanzar la nada despreciable cifra de 24 victorias más (58 por 34) respecto a la 50 Serie, sino por conducirlos a la senda victoriosa en la decisiva etapa de play off, donde remontaron ante Sancti Spíritus, con una nómina superior en todos los sentidos, y luego opusieron resistencia al mito de Industriales.

La última imagen pesa y en este caso fue un revés. Quién sabe por cuánto tiempo el estratega villaclareño llevará sobre sus hombros la pesada carga de ganar muchos partidos en el torneo y después dejar en cero la columna de títulos.

Creatividad y dedicación eran tal vez los únicos caminos que tenía para sacar tanto zumo de un plantel inexperto, salvo contadas excepciones, y sin mentalidad ganadora, que se convirtió en protagonista con el tercer lugar.

Historia similar la de Lázaro Vargas, salvando las distancias entre las personalidades de ambos y los conjuntos que comandan. El hecho de perder la Final impidió un examen en toda su magnitud de la labor cumplida por el "20" azul con las riendas de Industriales, pero el primer reconocimiento lo alcanzó desde el momento en que aceptó el reto de debutar en los clásicos de las bolas y los strikes con la difícil faena de conducir una novena que apenas un año atrás había dado muestras de resquebrajamiento y poca motivación.

Los resultados sorprendieron, pues los Leones escalaron ocho escaños merced a 11 triunfos más (55 por 44), solo que cualquier posición que no sea la cima no tiende a ser valorada por los parciales capitalinos.

Ahora solo se ven sus deslices en los play off, donde acusaron inexperiencia, sobre todo en el manejo del pitcheo relevo, pero lo cierto es que los Tigres avileños siempre plasmaron sobre la grama una impresión de superioridad total, acentuada por la decadente ofensiva azul.

A Vargas se le esfumó su hombre proa, Irait Chirino —tres jits en la Final—, y el núcleo fuerte, entiéndase Rudy, Malleta, Serguey y Tabares, impulsó la irrisoria cifra de tres carreras en cinco partidos.

En el epílogo, no tuvieron la resistencia física para soportar el rigor de más de 100 encuentros, aspecto en el que debe trabajar el cuerpo técnico.

Por supuesto, Matanzas e Industriales se llevaron sin discusión los premios como las escuadras revelación, aunque se impone el reconocimiento también para Las Tunas, bajo la égida de Juan Miguel Gordo, manager osado que le imprimió velocidad a la poderosa tanda tunera, la cual conectó 87 cuadrangulares (cuartos) y salió al robo en 133 oportunidades, con 72 aciertos.

Este cambio, unido a la notable mejoría de los lanzadores, por primera vez por debajo de las cuatro carreras limpias en el campeonato, les permitió anclar sextos, a un paso de incluirse entre los cuatro grandes de la lid.

Igual para enmarcar la actuación de Felicio García con Holguín, que pese a no clasificar mejoró con creces: 15 victorias más, colgadas del brazo de Pablo Millán Fernández, intransitable al punto de que los rivales le conectaron para 197 con 1,52 limpias por encuentro.

 

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