La
Corte Suprema de Estados Unidos ha cerrado las oportunidades
jurídicas que permitían a la empresa cubana Cubaexport defender la
propiedad de la marca Havana Club en territorio estadounidense. La
decisión de la Corte de no examinar este asunto, abre el camino para
que se despoje definitivamente a esa compañía cubana del derecho de
mantener la titularidad de una marca registrada desde hace más de 30
años en Estados Unidos.
Con esta decisión concluye una infamia que se venía gestando
desde hace más de 20 años.
En la década de 1990, los sectores extremistas de Florida,
aprovechando la precaria situación de nuestra economía a resultas de
la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista
europeo, llevaron a cabo maniobras de todo tipo ante los cuerpos
legislativos norteamericanos a fin de obstaculizar y destruir las
relaciones económicas y comerciales de Cuba con el resto del mundo.
Como parte de esa estrategia se aprobaron las leyes Torricelli
(1992) y Helms-Burton (1996), con el objetivo de propinarle a la
Revolución la estocada final.
No satisfecha con aquellas leyes, la maquinaria política del país
norteño, en agradecimiento a las contribuciones financieras no
despreciables entregadas por el lobby anticubano de La Florida,
emitiría otras normas dirigidas a afectar los intereses de compañías
cubanas, así como sus asociaciones con empresas extranjeras.
El ejemplo más patente se concretó en 1998, al aprobarse la
Sección 211 de la Ley Ómnibus de Asignaciones para el año 1999 (1).
Esa aberración jurídica constituyó el argumento legal en virtud del
cual los órganos judiciales y administrativos estadounidenses han
negado desde entonces la renovación del registro de la marca Havana
Club.
Durante ese periodo, la empresa Bacardí, cuyos ejecutivos no solo
se han dedicado al negocio de las bebidas, sino también al de la
contrarrevolución, se dedicó a impedir por cualquier medio que ante
una potencial eliminación del bloqueo contra Cuba, el ron Havana
Club se vendiese en el mercado norteamericano, a la par que hicieron
todos los esfuerzos posibles para apropiarse de la titularidad de la
marca.
Desde 1995, las empresas Cubaexport, Cuba Ron y la compañía
francesa Pernod Ricard, distribuidora internacional del ron Havana
Club, batallaron por mantener el registro de la reconocida marca
ante la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos. Por su
parte, el Órgano de Solución de Diferencias (OSD) de la Organización
Mundial del Comercio (OMC) falló, en el año 2002, en contra de
Estados Unidos y reclamó la eliminación de la ya citada Sección 211,
al considerarla contraria a los principios establecidos en los
Acuerdos de Propiedad Intelectual Vinculados con el Comercio
(ADPIC), y ser violatoria de los principios del trato nacional y de
nación más favorecida, además de quebrantar las regulaciones del
Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial, del
que Estados Unidos es parte desde 1887.
En el año 2005 la Unión Europea alcanzó un entendimiento con los
Estados Unidos por medio del cual la UE acordó no suspender
concesiones comerciales a dicho país en respuesta a la Sección 211,
pero se reservaba el derecho de hacerlo en el futuro, de mantenerse
vigente tal medida. Nunca lo ha hecho a pesar de que en las sesiones
del Órgano de Solución de Diferencias de la OMC, durante más de diez
años, los representantes norteamericanos no han presentado acción
concreta alguna para revocar o derogar dicha Sección. Evidentemente,
el gobierno estadounidense se ha burlado año tras año de la Unión
Europea y no ha dado ningún paso para cumplir con las decisiones del
OSD.
Sucesivas administraciones norteamericanas han ignorado no solo
el dictamen de la OMC, sino también la solicitud de asociaciones y
gremios de la industria y el comercio, los cuales han abogado por la
derogación de la Sección 211 y evitar así una potencial guerra de
marcas entre Cuba y Estados Unidos.
La complicidad del gobierno estadounidense llega al punto de
poner en riesgo la protección de alrededor de 6 000 marcas de
empresas de su país registradas en Cuba por el solo hecho de
satisfacer los intereses de un grupo minúsculo de políticos y
empresarios, nucleados todos alrededor de la compañía Bacardí.
La idea de Bacardí de vender un ron en Estados Unidos empleando
la marca Havana Club, es sencillamente un sueño imposible. Bacardí
no podría comercializar un ron con ese nombre cuando ni las mieles
que usaría serían producidas en Cuba ni los maestros roneros serían
cubanos. Además, no existiría ninguna conexión geográfica con Cuba o
La Habana.
El único vínculo geográfico es la ilusión de los ejecutivos de
Bacardí de hacer regresar a Cuba a un pasado de dependencia e
injusticia, ilusión que los ha llevado a gastar cuantiosos recursos
financieros y a asociarse a grupos de exiliados cubanoamericanos con
un reconocido historial de violencia y terrorismo.
Dado que Bacardí nunca producirá un ron genuinamente cubano ni
por su calidad ni su origen, es un contrasentido que el gobierno de
Estados Unidos coloque el interés de una compañía por encima de
otras miles a las cuales Cuba les ha reconocido hasta hoy sus
marcas.
Durante este litigio, el Departamento de Estado instruyó a la
Oficina para el Control de Activos Extranjeros (OFAC) que no
emitiera la licencia a Cubaexport para renovar el registro de la
marca Havana Club, argumentando que no estaría en correspondencia
con la política de su gobierno hacia Cuba.
Todo está claro. Otorgar la licencia para renovar la marca Havana
Club ante la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos no está
en línea con la política de asfixia económica que durante más de
medio siglo ha guiado al gobierno de Estados Unidos. El bloqueo
económico es el principio fundamental de la actuación
estadounidense, no importa siquiera que esa estrategia choque con
los intereses comerciales y económicos legítimos de compañías y
empresarios norteamericanos, y con las libertades y derechos que
otorga a sus ciudadanos la Constitución de Estados Unidos.
Mientras se espera por un soplo de sensatez, los empresarios
cubanos y franceses continúan cosechando éxitos en la
comercialización del ron cubano en todo el mundo. Cada vez se vende
más el ron Havana Club de Cuba, porque el otro, el de Bacardí, nunca
lo será.