Wilfredo, Herminio, Luis, Domingo, Hermis, son algunos de los
nombres de quienes, con sano orgullo, mantienen con su labor la
transitabilidad del viaducto, el cual sigue siendo, por su
complejidad constructiva y su fastuoso recorrido adosado a la ladera
de la montaña en el macizo Sagua-Baracoa, uno de los más relevantes
del mundo, a pesar de sus más de 46 años de existencia.
Los trabajadores dedicados al mantenimiento del vial están
integrados en tres brigadas, dos pertenecientes al municipio de
Imías y una al de Baracoa, explica Herminio Gamboa Martínez,
responsable del primero de esos colectivos.
Vecino de la comunidad de Veguita del Sur, Herminio detalla que
su cuadrilla atiende los 14 kilómetros que enlazan a la comunidad de
Cajobabo con el Alto de Emilita (a razón de algo más de un kilómetro
por trabajador), mientras la segunda cubre el tramo Alto de Emilita-Alto
de Marañón, y la tercera, la distancia entre ese punto limítrofe de
los dos municipios y Paso de Cuba.
Trabajadores
de la brigada uno en la corrección de juntas y grietas en el vial.
En ese sitio concluye el viaducto, en su acepción ampliada, pues
oficialmente se considera como tal a los seis kilómetros que van
desde Las Guásimas hasta el Mirador de Alto de Cotilla, donde las
soluciones ingenieras fueron verdaderamente creativas, como lo
atestigua la fundición de una placa volada sobre el precipicio,
sostenida por gruesos pilotes encajados sobre la roca y vigas de
hormigón de altísima calidad.
En su empeño por mantener esa obra maestra en buen estado, y con
ello la circulación vehicular, los colectivos (pertenecientes a la
Empresa de Mantenimiento Vial y Construcciones de Guantánamo)
cumplen con tres tareas fundamentales: barrido de la calzada,
limpieza de alcantarillas y tragantes, y mantenimiento de los
puentes, faena esta última que exige pintura, reparación de barandas
y eliminación de escombros.
A esas acciones se añaden otras como la corrección de juntas y
grietas en el vial, chapea de la faja, poda de árboles y de cercas
vivas, acarreo de materiales, pintura de pilotes y barandas, y
evacuación de pequeños derrumbes de tierra y rocas, pues aquellos
voluminosos se eliminan con medios mecanizados pertenecientes a las
empresas constructoras de ambos municipios, relata Ermis Ramírez
Ramírez, quien a pesar de sus 61 años de edad se mantiene como el
trabajador más destacado de la brigada dirigida por Herminio.
Derrumbes
como este, ocurrido en noviembre del 2010 en Cagüeybaje, son
frecuentes en el viaducto La Farola por el alto régimen de
precipitaciones.
"El viaducto es la vida misma para nosotros, los que habitamos en
su extensión, y para los baracoenses, por eso ponemos el máximo
empeño en cuidarlo", afirma Wilfredo Samón Samón, integrante de la
segunda cuadrilla y vecino de El Chorrito, sitio donde tuvo su
génesis y su campamento el primer colectivo dedicado al
mantenimiento de La Farola, entre mediados de la década del sesenta
y los noventa del pasado siglo.
A Wilfredo le asiste toda la razón para amar al serpenteante y
empinado vial, pues por él hoy transita alrededor del 96 % de las
personas que entran o salen de Baracoa, y cerca del 83 % de las
mercancías, cifras que reflejan en sí mismas la trascendencia
socioeconómica de esa obra ingeniera, promesa defraudada de los
gobiernos de la pseudorrepública y cumplida por la Revolución.
Elio González Rodríguez, subdirector económico de la Empresa de
Mantenimiento Vial y Construcciones de Guantánamo, pondera el
desempeño de las tres brigadas y comenta que a pesar de las
limitaciones con determinados recursos, sus integrantes han recibido
medios de trabajo como botas, ropa, machetes, limas, palas, azadas,
vagones... y hasta un tractor para el bacheo, si bien realizan sus
labores manualmente. El pasado año también fue mejorado su salario,
significa.
Merecida atención a quienes día a día, y no pocas veces de noche
y hasta de madrugada (en casos de los frecuentes derrumbes
provocados por las lluvias), garantizan que no se apague la luz que
irradia La Farola, símbolo omnipresente de la obra de la Revolución
en Baracoa.