Varios enigmas deja este hombre, de cuerpo magro pero energizado
e inquieto, en el camino. ¿Edad? Se dice que este 6 de mayo llega a
los 80 años, sin embargo nadie ha visto su Carné de Identidad. La R.
es otra incógnita: ¿Ramón, como asegura la ficha del Consejo
Nacional de las Artes Plásticas o Rodolfo, nombre que le dieron sus
padres? En los créditos se inscribe como Juan R. Amán. Pero todos le
dicen Yoni. Posee el don de la ubicuidad. Lo mismo batalla con los
hábitos poco teatrales de los cantantes líricos, que imparte una
clase, o asiste a las representaciones de sus colegas, o aplaude a
uno de los suyos en una velada conmemorativa. Y no deja de estar al
día en cuanto a estrenos mundiales, autores jóvenes, lo último del
musical y las novedades del talento que se avecina.
En todo caso, ahora que parece cierto que doblará por la esquina
de su octava década de vida con aires de triunfo, vale recordar lo
que siempre muchos hemos sabido y pocos —creo que Amadito del Pino
es la excepción de la regla— hemos dicho: Juan R. Amán es uno de los
directores más tenaces, quijotescos y consecuentes de la escena
cubana contemporánea.
Algunos lo recuerdan en los días fundacionales de las Brigadas
Covarrubias, cuando la Revolución le dio vida popular al mejor
teatro: otros, como Pancho García, el último de nuestros Premios
Nacionales de Teatro, le agradecen su magisterio; Pancho no olvida
su dirección de El burgués gentilhombre, de Molière, cuando
todavía él era un aficionado. Quien esto escribe lo tiene en un
recodo de la memoria del Centro Dramático de Las Villas de los años
sesenta: si no me equivoco, a él se debe el memorable estreno de
El corsario y la abadesa, de Brene, protagonizado por Pedro
Posada y Aida Conde y en el que Antonia Stuart, sí, la inefable
productora de artes plásticas, sobrevolaba a los espectadores. Y fue
un adelantado, con aquel colectivo cienfueguero, en dar a conocer en
Cuba la obra del suizo Friedrich Dürrenmatt, Frank V.
A estas alturas sería oportuno que su puesta de La bohème,
de Puccini, de 1997 —le valió el Premio Villanueva de la crítica
teatral— se estudie como paradigma de actualización dramatúrgica de
un montaje operático.
No hay otro modo de decirlo: Yoni, Amán, Juan R., como quiera que
lo nombren, sigue siendo necesario.