Cupaynicú, un jardín de singularidades

DILBERT REYES RODRÍGUEZ

Foto: Rafael Martínez AriasEn contraste con la tendencia global al deterioro ambiental, Cuba es una de esas naciones que propugnan con fuerza un viraje radical en la actitud humana para con la naturaleza, y en su extensión insular los ejemplos favorables son palpables.

De la Red Nacional de Jardines Botánicos, agrupación que es paradigma de las buenas prácticas, el de la oriental provincia de Granma destaca por ser un verdadero vergel de singularidades.

A la altura de 30 años cumplidos a finales del 2011, el Cupaynicú —como se llama, en virtud del arroyo homónimo que lo atraviesa— ha ganado mucho en el manejo integral de sus 105 hectáreas de vegetación; mientras en la ampliación de las opciones al visitante, también se consolida como preferencia recreativa y magnífica entidad de ciencia.

Ubicado a 17 kilómetros de la ciudad de Bayamo y en dirección a la cabecera municipal de Guisa, el jardín es el único del país que en su interior tiene un significativo segmento de vegetación endémica; pues la localización en la precordillera cársica de la Sierra Maestra, le permite mostrar más de 50 hectáreas de un bosque de ejemplares autóctonos, algunos robustos, otros raros, y varios declarados amenazados, que lo avalan como Área Protegida y Reserva Florística Manejada.

El arroyo natural que atraviesa el jardín también lo distingue de sus similares cubanos, y ha sido básico para que en sus márgenes crezca un bosque de galería con mayores requerimientos de humedad.

La bióloga Yolennis Rodríguez, directora del Cupaynicú, señala a Granma los atractivos que más llaman al visitante: el "bosque de los gigantes", con árboles de hasta 200 años, como el aceitillo, el manajú, el granadillo, el moruro rojo, el ocuje, la ceiba; la colección de palmas; el montículo rocoso de los cactus; las parcelas de jardinería; los umbráculos de orquídeas y otras plantas exóticas; hasta completar 15 áreas botánicas donde viven 1 661 especies vegetales de 153 familias.

A esto se agrega, acota la especialista Tatiana Mojena, la posibilidad de encontrar en los bosques animales en peligro de extinción, como la jutía conga; por no hablar de los innumerables reptiles, insectos y aves, de estas últimas el 60 % endémicas y otras que no habitan cerca del hombre, "pero aquí llegan porque el paisaje les parece virgen".

Aunque en los días fundacionales de 1981 el Cupaynicú no abrió directamente al público, en virtud de prepararle las condiciones óptimas; la ciencia practicada con profundidad y esmero en el paradisíaco jardín, rápidamente lo convirtió en referente nacional, y hoy es el laboratorio preferido de un Doctor en Ciencias, cinco especialistas y tres técnicos, además de ser el centro laboral de otros 60 obreros.

Merecer un premio especial de la Academia de Ciencias de Cuba y otros reconocimientos importantes, así como ser sede de talleres internacionales sobre manejo de plantas amenazadas, dice mucho del potencial y los resultados científicos de la instalación; también seleccionada como aula por alumnos de la Universidad de Granma, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias Jorge Dimitrov y coleccionistas de todo el país, explica la joven directora.

Sin embargo, que ya no haya un día sin recibir visitantes dice mucho más de la preferencia popular por el singular paraje. Amén de la inexistencia de un transporte permanente —solo garantizado de modo intermitente en el verano—, la gente acude por grupos al Cupaynicú para diferentes fines.

"La apertura de un restaurante de guano, una cafetería, y la venta de plantas ornamentales y medicinales —existen más de 300 especies curativas muy demandadas—, semillas, cáscaras, sustratos¼ han sido sin duda ganchos magníficos para miles de personas que aprecian la naturaleza como una forma sana de recreación", afirma Rodríguez.

Entonces, al calor de estos tiempos, también cabría razonar que la abundancia de atributos demuestra una cantidad mayor de reservas por explotar, incluso, a favor de la economía; para que la institución deje de ser subvencionada y aporte al presupuesto del Estado.

¿Por qué no valorar con agilidad la posibilidad de concretar el deseo manifiesto de varios turoperadores nacionales para incorporarlo a un paquete turístico; o que el bosque endémico se abra por fin, previa licencia ambiental, al senderismo; o que, cuando haya posibilidades, exista de una vez el transporte fijo desde Bayamo, que asegure la afluencia constante de público y le sume garantías a la solvencia?

En definitiva, si el paraíso granmense del Cupaynicú ya vence en sí mismo el compromiso con la naturaleza y es uno de esos lugares por donde el planeta respira aún la esperanza del equilibrio ambiental; la oferta de sus placeres con mejores iniciativas económicas, también ayudaría a aleccionar al mundo sobre las urgencias ecológicas de hoy.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir