El uso de menores de edad en conflictos bélicos es un hecho real
sin toques de ciencia ficción. Son "reclutados" para integrar las
filas de bandas paramilitares u opositoras, que buscan "defender"
los intereses e ideologías de grupos étnicos, y hasta satisfacer
sexualmente a sus captores como objetos desechables.
Aunque en el 2010 más de 11 mil niños fueron liberados, el Fondo
de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF),
declaró que más de 15 países todavía reclutan a menores de 18 años
para convertirlos en soldados y en esclavos sexuales.
La verdad es que en la mayoría de los países subdesarrollados que
presentan conflictos internos, unirse a la causa puede representar
un modo de vida. En algunas de esas naciones, quien no trabaja la
tierra, tiene garantizadas tres comidas al día e incluso, un salario
a cambio de empuñar un arma.
El pasado 12 de febrero se cumplieron diez años de la puesta en
vigencia del Protocolo Facultativo de la Convención de Derechos del
Niño de la ONU, también conocido como Red Hand Day (Día de la Mano
Roja). La UNICEF, con motivo del hecho, resaltó que en el mundo
existen entre 250 y 300 mil niños que son reclutados por grupos
armados, un tercio de ellos en África, debido a los conflictos
étnicos, religiosos y políticos.
Pero eso no quiere decir que sea solo un problema de naciones
subdesarrolladas. En países como Inglaterra, Francia y Estados
Unidos, las escuelas han sido invadidas en muchas ocasiones por
bandas de jóvenes armados para saldar cuentas pasadas con profesores
y alumnos. Incluso, según The New York Times, el Pentágono destina
millones de dólares en proyectos secretos para convertir en pequeños
(Young) marines a niñas y niños.
En el Reporte Internacional Anual 2012 "Los dos Congos de la
Guerra", las organizaciones no gubernamentales Save the Children,
Entreculturas, Alboán, Servicio Jesuita a Refugiados, entre otras,
dieron fe de los continuos raptos. A pesar de que bajó la cifra de
niños-soldados en el 2011 con respecto al año anterior, el problema
no ha podido ser erradicado completamente.
Pero no son ellos las únicas víctimas, también están los
familiares que tienen que cargar con el peso del último recuerdo. En
ese caso está Sylvain, el niño somalí de nueve años, quien con sus
pequeños ojos inundados de lágrimas contó la última vez que vio a su
hermano en un carro junto a su nueva familia.
Las disímiles historias de cómo secuestran a estos infantes
varían, pero con un mismo propósito, apartarlos para siempre de su
inocencia, para convertirlos en fríos guerreros. Existen testimonios
de gran salvajismo, donde son sometidos a una prueba de fuego,
ponerles fin a las vidas de sus propios familiares. Un duro inicio
que sirve, además, para asegurar el no retorno y que borra de por
vida sus recuerdos.
¼ Justo ahí se encuentra, con dos
vidas en sus manos; dos balas, dos opciones¼
El sonido del cañón emite un fuerte grito en su interior. El humo
blanco nubla el ambiente y apenas percibe el cuerpo que yace a sus
pies. El calor abandona su cuerpo de golpe. En su lugar, un frío
intenso camina sus venas, ahoga su alma, endurece su espíritu. Una
última imagen de su madre queda grabada en su interior para la
eternidad. A partir de ahora¼ ya es
soldado.