Los espacios noticiosos del país cotidianamente revelan
contundentes golpes a esos grupos punibles con la captura de
numerosos cabecillas e integrantes, así como la ocupación de
armamentos y demás recursos de estos.
Entre los éxitos que destaca el Gobierno en su haber está que de
los 37 criminales más buscados desde el 2009, 22 ya fueron
arrestados o cayeron en enfrentamientos, sea con otros delincuentes
o durante sus capturas.
Pero, a pesar de esos resultados de las autoridades, las
agresivas bandas de narcotraficantes no cesan su actividad criminal,
a la cual sumaron otros delitos, como el narcomenudeo, la extorsión,
el secuestro, la trata de personas y el robo.
Con esta diversificación se intensificó notablemente la presencia
transgresora en el país, particularmente las luchas sangrientas
entre esos grupos por el control de los territorios, con frecuentes
pasajes de matanzas entre ellos, en las cuales también resultaron
víctimas personas ajenas.
Entre los protagonistas principales de esos enfrentamientos,
caracterizados por su muy alto nivel de crueldad, se destacan los
Zetas, el cártel de Sinaloa, Los Arellano Félix, la Familia
Michoacana, los Caballeros Templarios, así como grupos de sicarios
afines a estos.
De ellos, los más poderosos son Los Zetas, que mantienen su
presencia en 17 estados, y el cártel de Sinaloa, el cual opera en 16
territorios.
En una muestra de la ferocidad de esas confrontaciones entre los
bandidos, la ciudadanía se conmocionó con la noticia de la aparición
en Veracruz, en dos días de septiembre pasado, de sendos asesinatos
múltiples con un total de 67 víctimas.
Otro caso es el del pistolero de los Zetas, Enrique Aurelio
Elizondo Flores, alias El Árabe o El Güero, capturado en enero
pasado, a quien se le achacan por lo menos 75 asesinatos entre
enemigos y no implicados.
Una de las grandes limitaciones en el combate al crimen
organizado es la incapacidad de entidades locales, principalmente
policíacas, en muchos casos atemorizadas, penetradas o sobornadas
por el narcotráfico.
Ante esa situación, el Gobierno Federal envió efectivos del
ejército, la marina y la policía a los territorios con mayor
criminalidad, que integran unos 45 mil militares.
Como componente significativo de dicha ofensiva, a fines del año
pasado se iniciaron las operaciones especiales denominadas Seguro en
los violentos estados de Veracruz, Guerrero y la Comarca Lagunera.
Las fuerzas federales se incorporaron a las tareas de vigilancia,
custodia, inteligencia y captura del crimen organizado. Los
primordiales delitos que combaten son el homicidio, el narcotráfico,
el robo, el secuestro, la extorsión y la trata de personas.
Durante el quinquenio del actual gobierno, 2 268 criminales
murieron, 348 resultaron heridos y 2 180 más fueron detenidos,
solamente durante combates con el ejército, informó recientemente la
Secretaría de la Defensa Nacional.
En esos choques armados también cayeron 126 militares y otros 744
fueron heridos.
De acuerdo con las valoraciones oficiales, durante el 2011 se
propinaron numerosos reveses a los cárteles y demás grupos
delictivos, que los debilitaron grandemente o desarticularon, como
resultado principalmente de esas operaciones realizadas por las
Fuerzas Armadas.
Sin embargo, diversas agrupaciones políticas y sociales objetan
la estrategia anticrimen del Gobierno, con el argumento de que el
ejército y la marina no están concebidos ni preparados para realizar
misiones policíacas y engendran una mayor violencia con su
actuación.
Arguyen al respecto que en este lustro se calcula la muerte de
unas 50 mil personas en la ola criminal que azota al país, mientras
que la delincuencia prosigue indetenible con su agresividad y
fechorías.
Por otra parte, otro criterio aquí muy compartido es que además
del enfrentamiento directo al crimen organizado, se hace
imprescindible avanzar mucho más en la prevención y erradicación de
sus causas.
Representantes de casi todas las tendencias, incluyendo al propio
Gobierno, coinciden en que también hay que realizar cambios
estructurales en el país.
Entre estos, mejorar la educación, las oportunidades a la
juventud, el nivel de empleo, el desarrollo económico y el
componente social, cuyas carencias favorecen de manera sustancial al
auge delictivo.
Expresión de esa urgencia es que de los 36 millones 200 mil
jóvenes mexicanos de 12 a 29 años de edad, siete millones 819 mil ni
tienen empleo ni asisten a la escuela, quienes son así una fuente
prioritaria de "carne de cañón" para el crimen organizado.
Un documento de la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de
Diputados, comunicó que últimamente por lo menos 23 mil jóvenes han
sido reclutados por las organizaciones criminales.
Otro argumento generalizado en el país es que Estados Unidos debe
combatir con mucha mayor eficacia su enorme demanda de drogas y el
cuantioso tráfico de armas para los delincuentes.
Ambas realidades foráneas están entre las principales causas de
la criminalidad y la violencia y son el sostén fundamental de esas
bandas en México.
* Jefe de la corresponsalía de Prensa Latina en México.