Tropa de elite y El chico que mentía

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Avalada por el hecho de ser el filme más visto en la historia cinematográfica de Brasil (¡más que Ciudad de Dios!), Tropa de elite 2 repite códigos de la primera entrega (2007) y sube la parada en cuanto a conceptos: ahora, además de narcos y corrupción y violencia y muchos tiroteos, hay una mirada hacia una casta de políticos y militares cómplices de un fraude nacional, un poco a la manera de aquellos filmes italianos de denuncia de los años setenta, solo que armado el asunto sobre los rieles de un thriller espectacular, que no da tiempo al respiro.

De nuevo aparece el Coronel Nascimento, no sé hasta qué punto un álter ego del director José Padilla en su connotación de hombre de convicciones absolutas, que sin embargo puede equivocarse. En su boca se equiparan a marihuaneros con gente de izquierda que no quiere comprender que al crimen se le combate con métodos similares, suposiciones teóricas del personaje que, ya en la primera Tropa de elite, hizo que algunos críticos señalaran el tufo de sugerencia fascista que al respecto desprendía la película.

Aquellas críticas las recibe el director, las incorpora de cierta manera a la trama, y hasta sigue conceptualizando al respecto bajo la óptica del duro coronel Nascimento, pero lo más importante en esta segunda entrega no es la apología a la tropa superdotada, sino el papel de los políticos en el caos de violencia imperante.

La factura técnica es impresionante y el guión está impregnado de una demasía propia de los filmes de acción que se sustentan sobre la espalda de un personaje héroe, el coronel Nascimento, por supuesto. Un guión en el que imaginación y recursos dramáticos ya vistos en otros thrillers se engarzan en aras de armar un espectáculo en el que el protagonista, aunque sea acribillado por armas de grueso calibre en el auto en que viaja, no debe morir de ninguna manera.

Ya son varios los filmes que en este 33 Festival abordan el tema de la corrupción y la violencia a partir del narcotráfico. Responsabilidad absoluta de cualquier artista que viva en ese medio. Pero también una alerta para ser diferente y no convertir la problemática en una reiteración de fórmulas.

No es el caso absoluto de Tropa de elite 2. La denuncia funciona, pero es evidente que se aprovecha el éxito de la primera entrega para reiterar esquemas vinculados con un gusto público largamente arraigado en un tipo de dramaturgia que no asume riesgos. Y como es evidente que vendrá una tercera película —nadie lo duda––, habrá que ver por dónde tuerce la entrega para ser, en su construcción, ¿diferente?

A pesar de sus defectos, linda película la venezolana El chico que mentía (Marité Ugás y Mariana Rondón). Es la historia de un niño que pierde a su madre en la tragedia que causó el deslave de Vargas y sale a buscarla por las playas venezolanas. Un road movie en el que el niño cuenta la historia que mejor le parezca con tal de encontrar una pista que lo pueda conducir a su mamá.

Se combina un pasado narrativo referido a la vida del muchacho con su padre (en un edificio derruido a medias por la catástrofe) y el presente, marcado por la incesante búsqueda. Pudo haber sido un filme de alta poesía pero la historia se resiente por dos causas fundamentales: el guión, a ratos vacilante y con zonas muertas, y también por el desempeño de actores no profesionales incorporados a una trama de ficción; incapaces ellos de dar el tono que requería una historia en que la sensibilidad era casi todo.

 

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