El coloso no está preservado contra la vejez y manifiesta
síntomas de deterioro por el paso del tiempo. Sin contar la actual,
las dos más importantes acciones de restauración a que fuera
sometido ocurrieron en las décadas pasadas de los 60 y los 80,
explica Cecilia Sodis, la directora.
Aclara que, aunque el teatro cerró definitivamente sus puertas el
9 de febrero del 2010, los trabajos de rehabilitación comenzaron
desde mucho antes. "Aquel día presentamos la última función:
Promesa, un estreno de Teatro Icarón que dirige Miriam Muñoz.
Las condiciones hacían imposible que continuara abierto al público".
Reconoce que es admirable que el coloso yumurino no cesara sus
quehaceres pese a las acciones constructivas. Así fue por varios
años, lo cual requirió de un esfuerzo supremo del colectivo.
A su juicio, el fracaso inicial fue no concebir la restauración
como un proyecto constructivo. No hubo preparación ni organización
de la obra, lo cual se agravó, observa, por baches en el
financiamiento e inestabilidad en la entrada de los insumos.
"Al principio pensaron que bastaba con un pasadito de mano, un
mero mantenimiento. Poco después comprendieron que era necesario
asumirlo realmente como una inversión, y no se hicieron las cosas
como economicamente había que hacerlas.
"Ello provocó no pocos errores y atrasos futuros en la obra,
agravados por la falta de expertos para monitorear un proceso de
restauración de suma complejidad. A los constructores les reprochan
la falta de conocimiento sobre todo en el trabajo con la madera y en
la cubierta. Aún después de varias mejoras hemos detectado pequeñas
filtraciones por algunos sitios".
Para Leonel Pérez Orozco, conservador del edificio y sus
colecciones, fue una desventurada idea iniciar la rehabilitación con
un personal sin la necesaria especialización.
"Como resultado de la incompetencia y el desconocimiento, algunas
labores se realizaron dos, tres y hasta siete veces.
Afortunadamente, se vislumbran muchas esperanzas con la contratación
de los artesanos, quienes se han echado encima la tarea de conservar
lo más posible su originalidad. Son los mismos que laboraron en el
remozamiento del Castillo de San Severino, hoy museo Nacional de la
Ruta del Esclavo, y en otros lugares de importancia capital para la
ciudad".
Explica Sodis que la construcción civil del teatro se encuentra a
un 70 %, y entre las acciones más prominentes menciona el techado de
varios camerinos, incluidos los trabajos de albañilería e
instalación hidráulica y sanitaria.
De igual modo se labora en la carpintería exterior del área
norte, la bóveda del salón de los espejos y la sustitución de la
mayoría de las vigas del portalón. "Queda por delante lo más
engorroso, el proceso de reposición de la madera que asciende a más
de 200 metros cúbicos. Se trata básicamente de madera preciosa".
Agrega que en lo fundamental falta la estructura del escenario,
el tabloncillo de la sala principal en platea y los soportes, así
como las puertas que dan a los fumaderos. A ello habría que añadir
el sistema de clima, luces, sonido y la tramoya.
"Conservamos el colectivo en función de las obras constructivas.
El coliseo se barre, se limpia y se ventila todos los días.
Aspiramos abrirlo en el 2013 en saludo al aniversario 150 de la
instalación. Eso requiere apresurar los trabajos y que no falten los
suministros y la fuerza especializada".
El historiador Fernández Fonseca considera que esta institución
merece mejor suerte, pues encabeza la trilogía de teatros clásicos
cubanos y es considerado una joya arquitectónica, concebida como la
caja armónica de un instrumento musical. Manifiesta que es afamado
además por su acústica perfecta.
Es centro obligado de la cultura matancera y sede de eventos
nacionales e internacionales, un símbolo de la ciudad por su
esplendor arquitectónico y la jerarquía de los artistas que han
actuado en su escenario, subraya.