Una promesa que podría convertirse en utopía

CLAUDIA FONSECA SOSA

Una y otra vez el presidente Barack Obama ha hablado de finalizar la guerra en Afganistán. Lo prometió durante su campaña electoral, y volvió a mencionarlo al asumir su puesto en la Casa Blanca. Sin embargo, el anhelado retorno de las tropas norteamericanas a Estados Unidos sigue siendo una promesa. Incluso, podría convertirse en utopía.

Foto: APCientos de niños afganos han muerto desde el inicio de la guerra en Afganistán el 7 de octubre del 2001. 

En lugar de retirar a sus hombres del país asiático como propuso en el año 2008, Obama incrementó en 30 000 efectivos los contingentes de soldados estadounidenses para combatir a las fuerzas del talibán. Implementando así una "nueva estrategia" para la pacificación de ese territorio en su supuesta lucha contra el terrorismo. Pero, "curiosamente" esta maniobra sirvió solo para extender el número de víctimas civiles y militares, afganas y extranjeras.

Algunos medios indican que desde el inicio de la intervención norteamericana, han muerto al menos 125 000 civiles en Afganistán, un dato que podría estar subestimado. Otras fuentes aseguran que la espiral belicista dirigida por Washington ha ocasionado unas 40 000 bajas, entre ellas 2 753 efectivos invasores de distintas partes del mundo. El ejército estadounidense ha perdido 1 801 militares en el conflicto, o sea, el 65 % del total de fallecidos.

Y, ¿qué hace el ocupante del despacho oval ante estadísticas tan alarmantes? En su reciente alocución ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Obama justificó —una vez más— la guerra iniciada diez años atrás por su predecesor George W. Bush, utilizando prácticamente sus mismos argumentos: culpar al asesinado Bin Laden y la red Al Qaeda por la sucesiva agresión injustificada contra el pueblo afgano.

El país centroasiático ha pagado con creces la implantación del modelo de "democracia y libertad verdadera" importado de Occidente mediante los fusiles de las tropas norteamericanas y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Miles de vidas civiles se han perdido, mientras proliferan las torturas, los atentados suicidas y el narcotráfico.

En el foro de Naciones Unidas, Obama insistió en que tras el "fin" de la guerra en Iraq, Estados Unidos comenzaría la proclamada transición en Afganistán: "a medida que esta nación asuma la responsabilidad de su futuro, se irán sacando las fuerzas estadounidenses de allí", recalcó. ¿Ironía, u otra falsa promesa?

No obstante, en su presentación en el foro internacional Obama obvió que los últimos soldados que han regresado a Estados Unidos, lo han hecho en cajas de pino envueltas en la bandera nacional. La guerra petrolera, ¿antiterrorista?, le ha resultado bastante cara.

La progresiva transferencia de competencias de seguridad a las autoridades afganas debería culminar —según el plan previsto por la Casa Blanca— con la salida de Estados Unidos del país en el 2014. Sin embargo, las altas esferas del Pentágono aún se atribuyen el derecho a determinar si va por buen camino o no la "autonomía" del Gobierno afgano. Una vez más será la "providencia" norteamericana la que dicte sentencia.

Incluso, un informe de Naciones Unidas plantea que unos 50 000 de los actuales 150 000 soldados desplegados en esa República Islámica permanecerán tras el 2014 en labores de apoyo e instrucción de las fuerzas militares y policiales afganas. Así, la OTAN consolidará una asociación a largo plazo con Kabul.

En lo que va del 2011, la violencia en este país ha aumentado en un 39 %, según la ONU. Durante los primeros seis meses del presente año murieron unos 1 400 civiles, 15 % más que durante el primer semestre del 2010. El índice de opinión pública anti-guerra también ha crecido.

Vale preguntarse entonces si al Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, le convendrá incumplir con su promesa electoral cuando se acerca el fin de su mandato. El curso de la guerra en Afganistán podría convertirse en obstáculo para su aspiración de ser reelecto a la presidencia de Estados Unidos.

En la cita de Naciones Unidas, Obama insistió de forma arrogante en que "la ola de la guerra se está revirtiendo". Mientras el mandatario desvirtuaba la realidad de Afganistán ante los gobiernos del mundo, el fragor de los enfrentamientos y la detonación de coches bomba aún resonaban en Kabul y otras ciudades del país asiático.

 

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