Ya es un hecho, la 51 Serie Nacional de Béisbol, el espectáculo
más seguido por los cubanos, tendrá 17 equipos. Criterios hay a
montones sobre tal decisión, sin embargo, los peloteros de cada
conjunto se han preparado y todos, más allá de sus reales
posibilidades, lo hicieron o están haciendo para ganar el certamen.
Nadie entrena para perder y mucho menos para no competir.
Lo que sí no se podía perder de vista es que la pelota y su
campeonato es un fenómeno social a gran escala, al cual se le está
demandando, y con razón, más calidad, no solo deportiva, sino en
atención a los atletas, árbitros, sistemas informativos de bases de
datos, estadios, vestuarios, condiciones de vida (entiéndase
alimentación, transportación y hospedaje), al público, en fin a todo
ese entramado social que nos hace disparar las emociones tras un
jonrón o un buen fildeo.
¿Qué sentido tiene entonces ante tales exigencias, muchas de
ellas aún por cumplir, incorporar una escuadra más al calendario?
¿Alguien ha sacado las cuentas de lo que significa otra plantilla en
la lid, la cual dejaría siempre a un equipo sin jugar en una
subserie, entiéndase tres días, más los de traslados, es decir
ocasionando gastos sin brindar espectáculo, sin salir a la grama?
¿Acaso no conocíamos con suficiente antelación, desde el 1 de agosto
del 2010, fecha en que se aprobó el Proyecto de Ley Modificativa de
la Ley 1304, del 3 de julio de 1976, que dio origen desde enero de
este año a las provincias de Mayabeque y Artemisa, que una situación
como la del calendario de nuestro principal campeonato se venía
encima? ¿Pensamos en que el propio organismo deportivo ha
constreñido el calendario nacional de muchas de sus disciplinas,
algunas de ellas reducidas casi a la mínima expresión, por ajustes a
su plan, para ahora invertir más en algo que por demás no garantiza
calidad, ni mucho menos espectáculo, la razón de ser de nuestro
béisbol en tanto pasatiempo nacional?
El deporte no está en otra galaxia, sino en la misma órbita de
una sociedad que necesita de un pensamiento económico certero, capaz
de cumplir con las demandas y al propio tiempo hacerlo
eficientemente. A quienes toca decidir en este campo también han de
tener presente la máxima expresada por el General de Ejército Raúl
Castro el 4 de abril del 2010: "La batalla económica constituye hoy,
más que nunca, la tarea principal y el centro del trabajo ideológico
de los cuadros, porque de ella depende la sostenibilidad y
preservación de nuestro sistema social". Y como ha dicho él mismo,
no se trata de ser un encumbrado economista, sino de tener sentido
común en cada paso que damos.
A juzgar por el argumento sostenido en la decisión de los 17
elencos en porfía para la venidera campaña de que "... a partir del
mes de octubre y hasta mayo, un equipo multidisciplinario comenzará
las investigaciones en torno al fenómeno del béisbol en la capital,
criterio fundamental para futuras transformaciones", uno no puede
menos que evaluar de poca profundidad y hasta paternalista tal
fundamentación. Y no porque Metropolitanos sea un equipo débil, aquí
no hemos hablado ni vamos a hablar de si batea bien o tiene mal
pitcheo, sino de pensar en todo, por mínimo que sea cada detalle,
porque ante ese razonamiento lo primero que uno se pregunta es ¿qué
fue lo que se hizo desde la decisión de la Asamblea Nacional de
crear esas dos provincias en agosto del año pasado, con toda una
serie por delante para investigar sobre ese fenómeno?
Ahora parece tarde, la batalla por esa eficiencia ya se perdió.
Sobra talento, falta seriedad, fue el título de un artículo el
pasado 13 de mayo del colega Sigfredo Barros. Sostenemos que como en
los peloteros, en los especialistas de organización y programación
deportiva, así como en la Dirección Nacional de Béisbol, hay talento
y no poco, pero estamos urgidos de seriedad, entendida como la
realización de análisis integrales, sin apresuramientos ni
superficialidades que atenten, como ahora, contra un elemental
razonamiento económico, los cuales por supuesto se revierten en
falta de calidad en un espectáculo dirigido a un pueblo que respira
junto a su béisbol.