La entidad que encabeza tiene prestigio y aval suficiente. Hoy
posee un gran banco de germoplasmas de plátano, con 345 variedades,
así como de yuca y boniato, y otros también muy considerados, como
los de ñame y malanga.
En medio del debate generalizado acerca de las mejores
experiencias para elevar los rendimientos agrícolas que permitan
satisfacer la creciente demanda de los cubanos, y aliviar a la
economía de la pesada carga de la importación de alimentos, acudimos
a este reconocido científico, quien comparte con los lectores de
Granma sus criterios al respecto.
—¿Qué razones impiden un despegue de los rendimientos agrícolas
en Cuba?
Son muchas, la generalidad de ellas conocidas. Sin embargo, creo
que la mayoría depende de la voluntad del hombre para resolverlas.
Por ejemplo, hay un problema muy serio con la calidad de las
semillas empleadas, de las cuales dependen, en gran medida, los
resultados finales de la producción.
—¿Y no resulta contradictorio que teniendo una red de
instituciones científicas dedicadas al tema, este problema aún no
esté resuelto?
Cuando Fidel diseñó las biofábricas pensó en ese concepto, las
concibió para producir semillas de alta calidad, concepto que
desvirtuamos, como otras muchas cosas. Hubo un tiempo que solo
tenían vitroplantas de plátano. Creo que ha faltado un sistema de
trabajo coherente, que permita llevar de manera eficiente y ágil a
la práctica productiva, los resultados de la ciencia.
—¿Qué impide cambiar esa situación?
Nada. En la mayoría de los productores y cuadros hay que cambiar
el pensamiento estratégico. Hoy se piensa más en los insumos que en
el mejoramiento de las variedades y semillas, y está demostrado que
en los últimos 100 años, a nivel mundial, el 50 % de los
rendimientos agrícolas ha estado determinado por esa razón y no
porque haya más fertilizantes o pesticidas.
Si aplicamos esos conceptos, podemos elevar la producción de
alimentos con los mismos recursos que tenemos actualmente.
—¿En la práctica, qué significa para un productor poder contar
con simientes de calidad?
Si usted le pone fertilizantes, riego o pesticidas a una semilla
de calidad obtendrá excelentes rendimientos y se le duplicarán las
ganancias, pero si se lo aplica a una mala semilla está botando esos
recursos, y de seguro obtendrá pérdidas, algo que ocurre con mucha
frecuencia en el país.
—El pensamiento mercantilista nos ha hecho mucho daño...
Claro. A veces ocurre que vamos a una unidad, entregamos una
cantidad de semilla básica y es utilizada en producir comida para
vender a acopio o a los particulares, en lugar de pensar primero en
crear un banco y multiplicar esas variedades, las cuales, desde el
punto de vista genético, son de alto potencial productivo, además de
estar libres de virus y enfermedades.
Tenemos el caso del pepino. Hemos dado a determinadas entidades
semillas de alto rendimiento, y en lugar de hacer un banco de
simientes, las siembran, para venderlo luego a precios muy elevados
en los mercados.
—¿Cuál sería la solución que usted propondría?
Debemos crear una estrategia que involucre a todos, hasta el
último productor, estatal o privado. El INIVIT trabaja en la
investigación y conservación de los recursos genéticos. Las
biofábricas multiplican esas simientes sanas y de gran potencial
productivo, y las fincas de semillas y de productores individuales
especializados en esta labor las generalizan. Ese es el camino. Es
importante que cada municipio tenga su finca de semillas, idea que
pudiera extenderse, incluso a nivel de unidad productora y a los
mejores campesinos, en dependencia de las necesidades reales y la
demanda de cada territorio.
—Esa sería una vía para satisfacer a los nuevos productores
acogidos al Decreto-Ley 259.
Ha surgido una nueva figura productiva que demanda capacitación y
tecnología. En ese sentido, potenciar a campesinos individuales que
produzcan semillas para el resto sería una buena idea, algo que ya
se concreta en provincias como Villa Clara.
Todo el mundo no puede producir simientes, hablo de seleccionar a
determinados productores, a los más capaces. Una cosa es semilla y
otra material de siembra.
—¿Y no trae pérdidas el dedicarse a ese fin?
No, al contrario, muchos resultados, porque se venden las
semillas, y además se recoge el fruto de lo sembrado, que siempre
tendrá altos rendimientos. Económicamente, en el mundo entero, el
campesino productor de semillas es más eficiente que el que no la
produce.
—¿Cómo anda la integración de los centros científicos en esta
labor?
Tenemos que seguir trabajando para aprovechar mejor nuestras
potencialidades en temas como el diagnóstico, la capacitación y la
transferencia de nuevas tecnologías. No hay que esperar a un
congreso o a un gran evento para divulgar una novedad. Debemos
tratar de que esta llegue lo más rápido posible al productor.
También es necesario capacitar a los decidores, a todo el que tiene
que ver con esta misión. Todos debemos ser aprendices.