El primer ministro griego, Giorgios Papandreu, admitió este
viernes que su país enfrenta un año difícil ante la crisis
presupuestaria, con muchos sacrificios por delante para lograr una
recuperación económica fuerte y reducir la deuda.
Grecia fue uno de los temas que concentró la atención de la
cumbre semestral de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión
Europea (UE), que sesionó durante dos días hasta este viernes,
eclipsada por el temor al contagio con los problemas fiscales de
otros socios comunitarios.
Al mostrar beneplácito por el pronunciamiento de los 27 en cuanto
al otorgamiento de un segundo préstamo a Atenas, condicionado por
algunos miembros, Papandreu estimó importante el apoyo europeo para
el futuro desarrollo de Grecia.
Hablamos de montos muy importantes para este programa de apoyo
financiado por la Eurozona, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y
los acreedores privados del país, declaró al término del foro de la
UE, en Bruselas.
Si bien el Consejo Europeo aprobó en principio el nuevo
financiamiento del quinto tramo del rescate (unos 12 mil millones de
euros), la administración helena está forzada a implementar un
impopular programa fiscal hasta 2015, pero con la anuencia del
Parlamento.
Para ello, el Gobierno deberá garantizar el respaldo de todas las
fuerzas políticas a la ley que ampara el nuevo paquete de medidas,
la cual se someterá a votación el próximo 28 de este mes, en medio
de tensiones sociales por la repulsa popular a la política oficial.
En ese apartado los líderes comunitarios ejercieron un abierto
cabildeo en Bruselas con la oposición griega conservadora que se
niega a apoyar el plan de Papandreu, en un intento de conseguir el
llamado pacto de unidad nacional en torno a la política de
austeridad.
De quedar aprobado por consenso interno, la UE y el FMI darán luz
verde el 3 de julio al desembolso de la prometida asistencia,
conforme con el acuerdo de la cumbre.
A la par del jefe de Gobierno, los ministros helenos de Economía
y Finanzas negociaron la línea de financiamiento esta semana en
intensas rondas de conversaciones con la denominada troika para
evitar, según la versión oficial, la bancarrota, a pesar del rechazo
masivo expresado por la población griega a una intervención foránea.
Los sindicatos y empleados del sector público se oponen no solo a
la participación del FMI entre los acreedores externos, sino también
a la presencia de bancos privados, como propuso Alemania.
En términos claros el Consejo Europeo dijo confiar en el firme
compromiso del Gobierno griego para llevar a cabo el programa de
ajustes, aplicando con determinación el paquete de reformas
acordadas, señala en uno de los párrafos la declaración final de la
cumbre, en mención al país mediterráneo.