Es
imposible dejar de mencionar a Máximo Gómez Báez cuando se rememoran
en la manigua cubana aquellas cargas al machete que tanto temor
causaron a los españoles. Es inevitable llevarlo en la memoria con
el arrojo que tuvo en los combates por la independencia, lo cual lo
convirtió en el General en Jefe del Ejército Libertador; o como lo
conocemos, en el Gereralísimo.
Dominicano y cubano fiel soldado por la independencia de la
Patria. Uno de los más hermosos ejemplos de internacionalismo que
recoge nuestra historia.
El jefe mambí, el héroe de mil batallas, el gran estratega, el
revolucionario, el insigne guerrero, fue un hombre común, capaz de
reír, llorar, enojarse mucho y amar. Sufrió en su propia familia la
pérdida de varios hijos y, a pesar de ello, Gómez no se desprendió
de sus ideales.
El Viejo (como también lo llamaban afectuosamente), murió en La
Habana el 17 de junio de 1905 y es pilar y ejemplo de tenacidad.