Como explica el doctor en Ciencias Meteorológicas Marcelino
Hernández González, investigador del departamento de Oceanografía
del Instituto de Oceanología, del Ministerio de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente (CITMA), el nivel medio del mar se calcula a partir
de largas series de mediciones obtenidas de los mareógrafos situados
en zonas costeras, y en menor medida en aguas oceánicas abiertas.
Las más antiguas se remontan al siglo XIX en Europa, y los
registros aportados por los citados instrumentos representan más del
90 % de los datos recopilados al respecto. Más reciente, acotó,
también puede determinarse mediante altímetros situados en los
satélites espaciales.
Una de las ventajas de estimar el NMM y sus proyecciones mediante
el uso de los mareógrafos es que al estar emplazados en puntos
fijos, estos son capaces de captar, además, los movimientos
verticales del terreno, uno de los elementos principales a tener en
cuenta para vaticinar el cambio real que tal variable sufre en una
localidad o zona específica en plazos de tiempo prolongados.
Por su condición de archipiélago, nuestro país necesita saber con
suficiente antelación cuánto subirá el nivel medio del mar en sus
costas, debido a los efectos del cambio climático.
Dentro del macroproyecto sobre peligros y vulnerabilidad costera
para los años 2050 y 2100, aprobado a finales del 2007, reconocidos
expertos del Instituto de Meteorología, el de Oceanología, y el de
Geología y Paleontología, integran esfuerzos para responder a esa
pregunta.
Abel Centella, director científico del Instituto de Meteorología,
dijo a Granma que de acuerdo con los modelos climáticos
aplicados por los especialistas Rafael Pérez Parrado e Isidro Salas,
el nivel medio del mar en el archipiélago cubano se elevaría en 27,
y 85 centímetros, respectivamente, en los plazos de fechas
mencionados.
Bajo la dirección del doctor Marcelino Hernández, especialistas
del propio Instituto de Oceanología y de la Red Mareográfica
Nacional, de Geocuba Geodesia, trabajan en un proyecto dirigido a
definir de la manera más certera posible la magnitud de esa
tendencia al ascenso, y los valores extremos ocurridos desde 1966 a
la fecha.
Para hacer esos cálculos, indica el experto, partimos de los
registros hechos por la citada red, cuyas series datan de hasta
cuatro décadas y satisfacen los requerimientos internacionales
exigidos a la hora de emprender estudios de la climatología del
nivel del mar y sus proyecciones.
La más antigua corresponde a la estación de Siboney, ubicada al
oeste de la capital en la misma sede de ese centro científico, la
cual hizo las primeras mediciones en 1966.
Vale destacar que hoy la Red Mareográfica Nacional cuenta con 19
estaciones inmersas en un proceso de perfeccionamiento y
modernización. La mayor parte de ellas radican en la costa norte,
desde Los Morros, en el occidente del país, hasta Gibara, en el
oriente.
El procesamiento estadístico de los registros mareográficos,
subraya el doctor Hernández, permitió calcular que de manera general
durante los últimos cuarenta años del siglo XX el nivel medio del
mar ascendió a una velocidad promedio de 1,43 milímetros por año en
el archipiélago cubano, con un máximo de 2,14 en la estación de
Siboney, y un mínimo de 0,05 en la de Casilda, provincia de Sancti
Spíritus.
Asimismo, se estimó que de 1969 al 2009, subió en 8,56
centímetros en el propio mareógrafo de Siboney.
Según aclaró, la subida del NMM nunca será igual en las
diferentes localidades del país, pues en ello influyen de manera
decisiva las condiciones oceanográficas e hidrográficas del lugar, y
los movimientos verticales de ascenso y descenso del terreno, entre
otros factores.
Acerca de las proyecciones futuras, indicó que los estimados de
los oceanólogos cubanos apuntan a valores máximos de 31,14
centímetros de elevación del nivel del mar relativo en el 2050, y de
84,92 para el 2100.
En el diseño de esas perspectivas fue tomado en cuenta una
posible aceleración del aumento del nivel medio del mar a nivel
mundial, asociado al derretimiento a mayor velocidad de los
glaciares y los hielos polares.
Como opina el científico, el incremento reportado ya es de
relativa importancia y debe considerarse en la futura formulación de
políticas y el diseño de obras en la zona costera cubana.
"Por el momento urge preservar los bosques de mangle, los
arrecifes coralinos, los pastos marinos, y las playas arenosas. Cada
uno de esos ecosistemas son barreras naturales para defender a las
costas del impacto del cambio climático. Si se degradan, las
consecuencias serán peores", advirtió.