Cuando
se menciona a Joaquín Rodrigo, viene inevitablemente al oído el
segundo movimiento del Concierto de Aranjuez, para guitarra y
orquesta, infaltable en el repertorio de todo guitarrista clásico
que se respete y versionado de una y mil formas, desde edulcoradas
reducciones instrumentales hasta las exultaciones y tribulaciones de
la música techno.
Lo cierto es que el compositor español aportó a la guitarra otras
obras para nada despreciables, una de las cuales, Fantasía para
un gentilhombre (1934) será interpretada el domingo 19 a las
11:00 p.m. por el argentino Víctor Pellegrini, junto a la Orquesta
Sinfónica Nacional en la sala Covarrubias, bajo la dirección del
maestro Enrique Pérez Mesa.
Rodrigo, que a la sazón repasaba los largos antecedentes
guitarrísticos en la península, echó mano a seis temas provenientes
de igual número de piezas escritas por su compatriota Gaspar Sanz en
el siglo XVII, representativas de un estilo renacentista tardío en
tránsito hacia el barroquismo.
La obra no se limita a transcribir y orquestar los temas
referenciales, sino los reinventa y desarrolla a partir no solo del
movimiento armónico y melódico de las cuerdas y la inclusión de
chispeantes pasajes de trompeta y flauta, sino sobre todo de las
potencialidades interpretativas del solista que estrenó la obra, el
maestro Andrés Segovia, considerado por muchos el guitarrista más
importante de la primera mitad del siglo pasado.
Pellegrini, quien ha echado raíces en Cuba, ostenta un apreciable
nivel jerárquico en la ejecución del instrumento a escala universal,
avalado tempranamente por el Primer Premio en el Concurso y Festival
Internacional de La Habana en 1962, presidido por el imprescindible
Leo Brouwer.
De sus incursiones en la música de Rodrigo, da cuenta la crítica
aparecida en la revista británica Classical Guitar: "La audiencia
disfrutó el Aranjuez que interpretó Víctor Pellegrini, quien
tocó con bravura y un fuerte y limpio sonido".
La velada del domingo la completarán Pérez Mesa y la OSN con la
ejecución de la obertura de la ópera La urraca ladrona, de
Rossini, y la Sinfonía no. 2, de Rachmaninov.