Tuvo
la sabia paciencia de esperar. El Premio Nacional de Cine era para
ella solo un eslabón más de su larga carrera artística. Y ella
estaba convencida de que lo iba alcanzar con la misma sencillez y
modestia que la convirtió en una de las más enigmáticas y seductoras
actrices de nuestro tiempo.
Con
la imagen, sin embargo, de una muchacha de provincia que no se ha
despojado nunca de su uniforme escolar, Eslinda Nuñez llegó al
celuloide muy joven. Un poco más tarde Humberto Solás la consagró en
Lucía convirtiéndola en una de sus musas predilectas. Poseída
de la más profunda y auténtica personalidad su mirada lánguida y
cómplice a la vez ha marcado su extensa carrera. Detrás de su
hermosa envoltura carnal y de su talento artístico vive un ser
excepcional, que ostenta una galanura de fina y cáustica
sensibilidad. Sus ojos negros que se crecen en la pantalla son sin
lugar a dudas los ojos más bellos del cine cubano.
Ha sido ella, no me cabe duda, la protagonista de los sueños de
muchas mujeres que hubieran querido ser la amorosa e irreverente
Lucía o la Amada de Miguel de Carrión, uno de sus más
logrados personajes. Pero en la vida real ella es tanto o más que
los papeles que ha encarnado. Es la amiga a prueba de fuego, la
madre hipertélica, la mujer que coloca todos sus atributos y afeites
en el ámbito familiar con el discernimiento ejemplar de saber
separar el grano de la paja.
Su histrionismo, eso sí, sus muchos talentos parecen haber nacido
para todos los tiempos, para todas las circunstancias. Su
gesticulación contenida expresa un dramatismo hondo, sus ojos han
bastado para desnudarla. Ellos son el don más preciado de su
admirable fotogenia, que la provee a su vez de una ductilidad
sabiamente aprovechada por la cámara. Glamour, esa apoteósis de los
sentidos que se revela en su mirada y que marca el semblante, corre
por todo su cuerpo como un ánima indescifrable y es otro don que
posee Eslinda Núñez y que la coloca en el templo del Cine
Latinoamericano con la mexicana Dolores del Río. Solo que ella, que
es la antítesis de la vampiresa descalza porque tiene los pies bien
puestos en la tierra, rechaza el exotismo y es una cubana de hoy.
Culta y versátil ha incursionado en múltiples registros actorales;
desde la joven inocente de Memorias del subdesarrollo, la
Santa Camila zafia y sensual de José Brene y los papeles
recientes de mujer madura no exenta de encantos eróticos. Más viva
que nunca en el proscenio de la vida artística del país, diligente y
certera en los predios de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba,
donde encandila a la Presidencia con los mismos ojos que ha
deslumbrado a los públicos del continente, Eslinda Núñez supo
esperar con paciencia el juicio aquilatado de sus contemporáneos.
Enhorabuena, Lucía; que digo, Amada; perdón, Eslinda.