El 2011, ha sido proclamado por las Naciones Unidas "Año
Internacional de los Afrodescendientes", para que este propósito no
caiga en el vacío, como lo fue en parte el llamado "Año
Internacional de la Infancia", las Naciones Unidas deberán llevar a
cabo un plan de acción consecuente, no para 12 meses, sino de largo
alcance de manera que el discurso sobre el derecho a la
alimentación, al trabajo, a la salud; en fin, la igualdad de
derechos y oportunidades sean realidad, no solo para
afrodescendientes, sino para todos.



Este tema ha permanecido casi en el silencio. Si bien en muchos
países se habla sobre la discriminación de la mujer o de grupos
religiosos considerados minorías, el tema de la discriminación
racial se habla en voz baja o no se habla. Es un tema difícil pues
más de tres siglos de someter al hombre y mujer negros a la
esclavitud generaron prejuicios y estereotipos falsos, que son
difíciles de desarraigar.
A tres meses apenas del triunfo de la Revolución, Fidel Castro
planteó el tema de la discriminación racial y lamentaba que personas
que se decían revolucionarias tuvieran prejuicios raciales. Más
recientemente, el general de ejército, Raúl Castro, presidente de
los consejos de Estado y de Ministros señalaba: "Es una vergüenza
que no se haya asegurado la promoción a cargos decisorios de
mujeres, negros, mestizos y jóvenes".
Recordemos que en una reunión científica de la Sociedad
Antropológica de Cuba —fundada en 1860— se planteó una definición de
cubano y casi por unanimidad se dijo que "era todo hombre
blanco nacido en Cuba". Cuando se llegó a tan absurda y racista
conclusión ya había terminado la Guerra de los Diez Años; Antonio
Maceo y Grajales era mayor general y había protagonizado el
dignísimo acto de la Protesta de Baraguá y el grueso del Ejército
Libertador, en más de un 75% estaba formado por negros y mestizos,
que habían ido a la guerra como cubanos y no como negros y/o
mestizos.
La directiva de la Sociedad estaba integrada mayoritariamente por
médicos de alta calificación graduados en París, entre ellos su
presidente Luis Montané Dardé, compañero de trabajo de Ernest
Théodore Hamy, fundador del Museo Antropológico de París (hoy Museo
del hombre).
En los dinteles del siglo XXI, ya los europeos no cazan a los
africanos en África para traerlos como esclavos a sus colonias de
América; sino los cazan en las calles de Europa para expulsarlos a
África. A fines de noviembre del 2010, en vuelo de Air France que
partía del aeropuerto Charles De Gaulle fui testigo del siguiente
hecho: montaron a un hombre negro esposado que clamaba a gritos que
no lo separaran de su hija. La razón, la niña había nacido en
Francia y tenía status legal; él NO, era un inmigrante clandestino y
era enviado "de vuelta a casa", en Kinshasa.
Fernando Ortiz decía en conferencia pronunciada en el año 1941
que "Martí, siempre los llama negros y mulatos, sin los eufemismos
coloniales de morenos y pardos, los cuales, por ser aplicados a los
libertos, daban relieve de infamia a los otros citados apelativos
que para los esclavos se usaban.
Con la independencia del yugo colonial en América sabemos que no
hubo verdaderos cambios para negros y autóctonos, en los recién
nacidos Estados republicanos que emergieron de la derrota del
colonialismo.
Al terminar las guerras contra el colonialismo español, negros y
autóctonos fueron excluidos en las pequeñas patrias producto del
desmembramiento de la Patria grande que anhelaban Bolívar, Martí,
San Martín y Morazán. Las pequeñas patrias no reconocieron la
diversidad cultural y racial de nuestros pueblos y ellos —los
autóctonos, negros y mestizos— continuaron siendo los más pobres
entre los pobres. Las elites republicanas no tuvieron en cuenta el
aporte de estos grupos al proceso independentista, pues reafirmaron
el mecanismo de negación, atribuyendo a negros y autóctonos el
carácter de obstáculo al progreso y la cultura del Estado-Nación.
Las elites aspiraban a europeizarse; basten de ejemplos, por no
citar más, las masacres de autóctonos en Argentina y la inmigración
europea auspiciada por Sarmiento; pues él no veía otro motor de
progreso que poblar con contingentes de población blanca europea que
según sus palabras "deberían desplazar la barbarie de la población
nativa."
Frente a esto, anteriormente se había erguido el pensamiento del
Libertador en Angostura; "Tengamos presente que nuestro pueblo no es
el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto
de África y de América. O la frase martiana: "Dígase cubano, que es
decir más que blanco, más que negro...". El intento de blanquear
nuestros países con migración europea, se repetiría en Cuba a
principios del siglo XX con la inmigración europea que planteara
Orestes Ferrara.
Por temor al negro, en las guerras anticoloniales del siglo XIX,
negros y mestizos no ocuparon lugares prominentes en los ejércitos
libertadores, la excepción fue Cuba. Muchos de ellos grado a grado
llegaron a convertirse en altos oficiales e incluso en generales.
Antonio Maceo y Grajales, fue Lugarteniente General del Ejército
Libertador de Cuba, Juan Gualberto Gómez —liberto hijo de esclavos—
fue a quien confió José Martí la orden para el inicio de la Guerra
del 95; pero los prejuicios de 400 años de colonia y la oportunista
intervención de la racista Norteamérica en la guerra de Cuba,
acrecentó los prejuicios raciales y la discriminación en la
práctica.
En la formación de los Estados modernos de América continental se
manifestó un discurso sobre la raza con efectos excluyentes. Los
nuevos Estados nacionales en el siglo XIX se plantearon la
superación de las estructuras jerárquicas de la colonia bajo las
banderas de una sola cultura y una sola nación; lo que sirvió para
una pretendida homogenización nacional que arrasó y excluyó las
llamadas culturas "inferiores", es decir, negras y autóctonas, del
ámbito oficial mediante la aculturación y el exterminio.
Como escribiera Eduardo Galeano: "La independencia de los países
americanos fue desde el principio usurpada por una minoritaria
minoría. Todas las primeras Constituciones... dejaron fuera a las
mujeres, a los indios, a los negros y a los pobres en general
(...)". Continúa escribiendo: "Parece negro" o "parece indio", son
insultos frecuentes en América latina y "parece blanco" es un
frecuente homenaje.
Existe una discriminación institucional que sitúa a la población
negra "entre los pobres de los pobres", junto con los autóctonos,
según las estadísticas más recientes. Recientemente al indultar a 25
presos comunes por las Navidades, el presidente Hugo Chávez expresó
que a la cárcel solo iban los pobres y los negros, desgraciadamente
esta es una realidad continental. La discriminación económica va a
la par de la cultural y etnológica, pues todavía muchos se resisten
a aceptar que América no puede ser explicada sin los negros,
manifestó el escritor costarricense Quince Duncan.
Estela Morales Campos, investigadora de la Universidad Nacional
Autónoma de México expresó que "(...) De manera sistemática, en una
especie de movimiento pendular entre la exclusión y la omisión, se
ha ignorado el reconocimiento del aporte cultural y genético de las
migraciones africanas y sus asentamientos locales (...)".
Los africanos y sus descendientes han contribuido de variadas
maneras a la construcción de los estados nacionales de América. El
desafío para nuestro continente en el siglo XXI, además de hallar la
justicia social es terminar con la discriminación, reconocer a la
migración negra como parte indivisible de las poblaciones
latinoamericanas. Lamentablemente grandes capítulos de la historia
oficial no mencionan o no destacan la vida y los aportes de las
migraciones africanas y sus asentamientos, su participación en las
independencias del continente. Solo se les identifica
folclóricamente con el baile y la música, al parecer sería su único
aporte.
Un aporte importante en el camino hacia la eliminación de la
desigualdad sería visibilizar a la población negra y mestiza en los
censos, con ello se demostraría fehacientemente quiénes ocupan el
escalón más bajo en la pirámide social y se podrían emprender
políticas adecuadas.
Mas eso solo sería un paso. La discriminación racial y la secuela
de prejuicios que generan solo se desmontarán cuando se conjuguen
profundos cambios estructurales que sienten las bases de la justicia
social, y permitan el diseño y aplicación de políticas inclusivas e
integradoras de los factores materiales, educacionales, culturales,
comunitarios y mediáticos que inciden sobre el problema.