El central Héctor Molina obtuvo en la pasada zafra la nada grata
condición de resultar el peor entre los 39 que abrieron capacidades.
Todos los indicadores manifestaron un elevado grado de ineficiencia,
pero hay uno que deviene síntesis: cada tonelada de azúcar le costó
cerca 300 pesos más que lo planificado.
Nancy
Sánchez: “Si cada quien pone su parte, la eficiencia no debe demorar
su retorno al Héctor Molina”.
Falta de exigencia y de control, baja calidad en las reparaciones
y demora en la terminación de estas, son algunas de las causas que
hundieron en el "sótano" al otrora baluarte azucarero del occidente
cubano.
En las 8 719 toneladas dejadas de fabricar por el ingenio ubicado
en San Nicolás de Bari, provincia de Mayabeque, predominaron la
falta de preparación y de estabilidad en el personal que manipuló
las áreas de la industria, lo cual dejó un tiempo perdido por
roturas e interrupciones operativas superior al 25 %.
La
calidad y terminación en tiempo de las reparaciones es un elemento
que decide en la eficiencia de la zafra.
Imposible que con tal situación la molida potencial fuera más
allá del 43 % (quedando un 22 % por debajo de la norma), descalabro
que influyó negativamente en el rendimiento industrial.
Obreros consultados por Granma opinan que el haber tenido
seis directores en igual cantidad de años, el atraso en el montaje
de dos turbogeneradores que demoró la puesta en marcha de la planta
eléctrica, la deficiente reparación en la casa de calderas y la
pésima instalación del colador rotatorio, figuran en el rosario de
calamidades que prolongaron el comienzo de la zafra.
Luis Alberto Ramos, actual director —antes lo fue del central
Comandante Manuel Fajardo— explicó que junto a los técnicos del
Grupo Empresarial Azucarero de la provincia examinaron área por área
las razones de este costoso descenso. Culpables somos todos, dice,
por eso hoy lo recomendable es ayudar a sentar las bases para
proponernos volver a los años de gloria, cuando éramos referencia
obligada de los ingenios similares al nuestro.
En el seno del colectivo y los vecinos del batey recuerdan el
impresionante saldo de la zafra de 1999, cuando disfrutaron las 75
000 toneladas.
Cierto es que eran otros los tiempos y mayor la calificación en
los obreros, cuadros y jefes intermedios, apunta Pedro Romero López,
director de la industria, pero nada justifica la magnitud de este
retroceso.
Mientras se organizaba la actual campaña, más de 40 directivos y
técnicos de la industria y la cosecha, recibieran diferentes
sanciones. Las conclusiones de una verificación fiscal demostraron
la responsabilidad de los involucrados en la falta de control y el
uso indebido de recursos.
Afirma Romero López que esto originó de-sarrollar la zafra con
cuadros improvisados, no aptos para sustituir a los sancionados;
incluso, no pocos fueron separados de sus funciones en plena
molienda. Una situación así deja, en cualquier colectivo, un
ambiente difícil de revertir. Pero se hizo evidente que la crisis en
el Héctor Molina, junto al éxodo de personal calificado, la
generaron males y errores acumulados durante años y debilidades no
enfrentadas en su justo momento.
Por fortuna, luego de la radiografía sobre lo acontecido y la
puesta en práctica de medidas ejemplarizantes, las cosas deben
tender a la mejoría.
Esto se demuestra en la aplicación de la llamada "norma técnica
52", elaborada por el Ministerio del Azúcar para el desarme,
diagnóstico y conservación de equipos e instalaciones.
Al finalizar la zafra del 2011 cerca del 20 % del personal era de
nuevo ingreso. La labor primera con estos hombres y mujeres fue
motivarlos y garantizarles un periodo de adiestramiento y
preparación que contribuya a que, para el próximo año, los problemas
industriales encuentren solución parcial o total.
Nancy Sánchez Cevila, jefa de la brigada de centrífuga, es de las
confiadas en devolverle al ingenio de San Nicolás el prestigio que
siempre tuvo. "Soy de las que aboga por que la molida comience en
diciembre y no en enero como ocurrió este año. Hay que ganarle
tiempo al calendario antes de que lleguen las lluvias. No por
casualidad las mejores y más productivas zafras reciben el nuevo año
en plena actividad".
Parte de las cañas que pertenecían a centrales desactivados en la
zona deben recorrer varios kilómetros hasta llegar al basculador del
Héctor Molina. Esa realidad obliga a ser cuidadosos y exigentes en
el ciclo de corte, alza, tiro y molida para que la materia prima
esté fresca al caer en el tándem.
Un rendimiento industrial de 9,67 —lejos del 10,61 planificado—
ataca la eficiencia, encarece los costos e impide que la
integralidad se abra camino.
El paso inmediato es trabajar por producir y crear las
condiciones que permitan, en fecha no lejana, incrementar las
toneladas de caña por hectárea y retornar a zafras como la de 1999.
La premisa de los trabajadores del Héctor Molina es asegurar con
disciplina tecnológica una correcta organización y planificación de
la zafra, como vía de lograr ingresos en divisas capaces de
financiar los gastos totales de operación, más el valor de las
inversiones y las reparaciones. Por esos caminos transita hoy el
peor central.