Obama, el autoritario

José Santiago Healy

Desde la Segunda Guerra Mundial nunca había estado el mundo tan revuelto como en estos tiempos.

Tenemos una guerra en Afganistán, otra contra Libia, apenas concluyó a duras penas la de Iraq cuando surgieron varios conflictos internos en Medio Oriente, África, Asia, y sin olvidar los países como México que sufren los embates del narcotráfico.

El desempleo se ha convertido en una epidemia internacional. En España supera el 20 % mientras que en Estados Unidos no logran bajarlo del 10 %.

Los precios del petróleo viven una escalada impresionante con efectos desastrosos para los ciudadanos que consumen gasolina y para los sectores industrial, comercial y turístico. Los metales como el oro y la plata han llegado este año a cotizaciones históricas ante la incertidumbre que priva por doquier. Como en el pasado, los inversionistas prefieren la seguridad de los metales preciosos a la inestabilidad del dólar, el euro y otras monedas.

El gobierno de Estados Unidos enfrenta el mayor endeudamiento del que se tenga memoria con riesgos impredecibles para su economía y para el mundo entero.

Además, vivimos desde hace tres años una contracción económica internacional que a pesar de esfuerzos y más esfuerzos no ha sido posible superar. Al contrario, en algunos países y sectores la crisis económica se ha agudizado al grado de transformarse en movilizaciones sociales y políticas.

Ahí tenemos el caso español y ni qué decir de los países árabes en donde dictadores fueron derrocados por las protestas populares como en Egipto con su presidente Hoshni Mubarak.

Agregue usted a este agitado coctel las tragedias naturales que se suceden día tras día con pérdidas humanas y materiales irreparables. Ayer fue Haití, luego Japón, hoy es Misisipi y mañana será Tabasco, China o Italia. La comunicación inmediata vía Internet, celulares y las llamadas redes sociales, han permitido que más gente en menos tiempo se entere de lo que está pasando en cualquier rincón del mundo por lejano que se encuentre.

Pero además, la interdependencia ha crecido vertiginosamente. La quiebra de un banco en Grecia afecta a los mercados de Asia, Estados Unidos y Brasil. Una helada en Europa puede disparar de inmediato los productos agrícolas a nivel internacional.

Viene todo a cuento porque resulta preocupante que los jefes de Estado más importantes de este planeta estén pensando solo en beneficio de sus intereses sin importarles el incierto futuro y el sentir preocupante de la humanidad en estos tiempos tan críticos.

Barack Obama y David Cameron, máximos líderes de Estados Unidos y el Reino Unido, respectivamente, hablaron de mantener la supremacía mundial y de no permitir a países como China, India y Brasil, asumir un papel de liderazgo.

Lanzan fuertes amenazas contra Libia y su presidente Muammar al Gaddafi a quien desean derrocar a la brevedad posible al tiempo que trazan una línea dura para todo aquel que ose desafiar el liderazgo y la alianza casi sagrada de norteamericanos e ingleses. Pero poco hablan de buscar soluciones pacíficas ni de diálogo con quienes no están de acuerdo con el sistema económico neoliberal que ha resultado un fracaso en las naciones subdesarrolladas en donde día a día avanzan la miseria y la marginación.

Lo mismo parece ocurrir en México en donde la consigna es acabar con el enemigo del narcotráfico pero sin construir condiciones para más empleos y seguridad a los más necesitados.

Será preocupante llegar al 2012 en este ambiente de autoritarismo. Tanto México como Estados Unidos coincidirán en elecciones presidenciales cuando sus líderes políticos están demasiado ocupados en aplastar a sus enemigos y rivales. En México son los narcos y la oposición, en Norteamérica los inmigrantes y los musulmanes radicales.

Nadie habla de democracia, tampoco de diálogo y menos de conciliación. Como que ese discurso pasó de moda y quedó enterrado en el siglo XX. (Tomado del diario La Opinión, de Los Ángeles)

 

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