El Campeonato Nacional de Fútbol pone mañana punto y final a su
etapa clasificatoria, pero de lo que verdaderamente conviene hablar
ya es de la Copa de Oro.
El torneo, que disputarán esta vez 12 equipos en 13 ciudades
estadounidenses, será inaugurado por las selecciones de Cuba y Costa
Rica el próximo domingo 5 de junio en el Cowboys Stadium, de
Arlington (Texas), así que en el Pedro Marrero el técnico Raúl
González Triana toma providencia. Su siguiente rival, dentro del
grupo A, será ni más ni menos que México, tradicional potencia del
área, antes de enfrentar a El Salvador en el cierre de la llave.
Curioso, pero cierto. En la calle, donde se debate, incluso, con
más calor sobre la final de la Liga de Campeones entre el club
inglés Manchester United y el español Barcelona, reina ante todo el
desaliento. Pocos son los fans futboleros que consideran que la
Mayor de las Antillas saldrá bien parada del lance y menos aún
quienes estiman que podría llevarse el trofeo, monopolizado hasta
ahora por México (5) y Estados Unidos (4), con la única excepción de
Canadá hace 11 años. La razón, aseguran, es que el fútbol cubano
continúa siendo "poco más que nada". Y llenos de pesimismo sustentan
su teoría en la trayectoria que arrastra.
¿Qué dice la historia? Pues eso, que Cuba en la Copa de Oro ha
tenido muchos menos éxitos que varapalos. Pero mejor echémosle un
vistazo.
Como no participó en las tres primeras ediciones (1991, 1993 y
1996), su debut oficial en el certamen no se produjo hasta 1998,
bajo las órdenes del técnico William Bennett. Entonces pagó la
"novatada" y cayó goleada dos veces en la primera ronda por los
anfitriones (0-3) y Costa Rica (2-7). Luis Martén convirtió al
minuto 50 el primer tanto de Cuba, que para entonces perdía 5-0, en
un choque donde el ariete tico Paulo César Wanchope se hinchó a
meter goles y marcó cuatro.
Excluida otra vez en el 2000, su siguiente aparición fue en el
2002, después de derrotar 1-0 a Panamá en una suerte de repesca.
Desde el banquillo el peruano Miguel Company aportó cierto "orden
táctico" y logró contener la sangría defensiva ante dos
cuartofinalistas en el Mundial de ese año como Sudcorea (0-0) y
Estados Unidos (0-1), aunque igual estuvo lejos de generar peligro
en el marco contrario. En el partido contra Sudcorea, por poner un
ejemplo, los cubanos solo efectuaron dos tiros a puerta por 16 los
asiáticos, de modo que el papel más destacado lo tuvo Odelín Molina
bajo los tres palos, a la postre elegido portero del Once Ideal en
aquella contienda.
El mejor resultado histórico, sin embargo, llegaría en el 2003,
cuando el elenco caribeño logró su primera y, hasta ahora, única
victoria y avanzó a los cuartos de final, derrotando sorpresivamente
a Canadá por 2-0, con dos dianas del ariete Lester Moré (desertor
cuatro años más tarde), aunque luego fuera goleado una vez más por
Costa Rica (0-3) y Estados Unidos (0-5) para regocijo de Landon
Donovan, autor de cuatro tantos.
Precisamente esos dos seleccionados se confirmaron en la versión
del 2005 como las bestias negras de Cuba, esta vez bajo la batuta de
Armelio Luis, al recetarle sendas derrotas, por 4-1 los norteños —Donovan
volvió a hacer de las suyas con dos perforaciones— y 3-1 los
centroamericanos. En tanto, Canadá tomó revancha (2-1) en el tercer
y último choque.
Finalmente, dos años antes de declinar su participación en el
2009 y bajo la égida de Raúl González Triana, se consiguió dejar una
imagen grata frente a México (1-2) y Panamá (2-2), aunque luego el
conjunto se desplomó anímicamente ante Honduras (0-5) y engordó las
estadísticas de otro delantero, en este caso Carlos Pavón, quien no
tuvo reparos para alzarse líder goleador de la competencia.
Resumen: Visto lo visto, no es del todo ilógico que el
escepticismo se cierna en torno a la selección cubana. Más aún,
cuando a Texas llegará con el cartel de "Cenicienta", luego de sus
últimos amistosos frente a Panamá (0-2) y El Salvador (0-1) aquí en
La Habana.
No resulta halagüeño, pero es lo que hay, aunque al mismo tiempo,
y hasta cierto punto, puede resultar una ventaja. Sin grandes
expectativas por parte de la afición, la presión sobre los jugadores
baja. Bastaría entonces con que todos entendieran que el menosprecio
puede ser también un poderoso acicate y que el pasado, aunque ayude
a comprender el presente, no tiene por qué determinar el futuro. Que
una cosa es repetir la historia, y continuarla otra bien diferente.
Ante ellos se presenta, al fin y al cabo, una buena oportunidad de
alcanzar crédito, lo que no es ninguna bicoca en estos tiempos de
crisis.