Lago reaviva la memoria

TONI PIÑERA

El lago de los cisnes es un ballet que juega con las memorias, en el que la danza —como decía Carpentier— "se desdobla en ternura". Durante la primera semana de la temporada del clásico —que continuará hasta el domingo 22—, un grupo de jóvenes bailarines del BNC ha tenido un compromiso: mantener el prestigio de una célebre compañía, y lo han logrado.

Foto: Luis Alberto AlonsoAnette Delgado (Odile) y Osiel Gounod en el debut del príncipe Sigfrido.

Anette Delgado dejó muy en claro su clase al protagonizar el doble papel de Odette-Odile donde pudo apreciarse una interpretación de altos quilates. Ella dibujó cada arabesque, mantuvo su cuerpo flexible y siempre suave el port de bras. Balances prolongados, musicalidad, refinamiento definieron el desarrollo escénico. El lírico matiz de Odette se transformó en tajante acento cuando encarnó a Odile, cisne negro. Durante la variación vimos que pasaba —¿tres, cuatro, cuántas veces?— en serie de limpios giros. Después la coda, inolvidables fouettés y pirouettes, el desplazamiento en ¡arabesque sauté!, más los vertiginosos piqués.

Junto a ella, primero Dani Hernández fue un príncipe Sigfrido elegante, y Osiel Gounod atrapó al auditorio por su cuidadoso trabajo de interpretación y esa técnica que desplegó, montado en sus grand-jetés, y giros, con mayor fuerza en la coda del tercer acto donde mostró toda su bravura. Bárbara García, como Odette-Odile realizó una inmensa faena y demostró que es una fiel heredera de la Escuela Cubana de Ballet. Estilo, pasión, organicidad, técnica, son calificativos que conjugó en la función. Digno de destacar el fraseo armónico de pareja que mantuvieron los protagónicos. Ernesto Álvarez realizó un príncipe Sigfrido refinado, siempre en un equilibrado nivel sobre todo en la proyección del personaje.

Sadaise Arencibia-Alejandro Virreyes acercaron un dúo de alto vuelo estético en los papeles principales. Ella ha madurado el personaje, el acto blanco es de una belleza extrema, resaltando ese trabajo con los brazos que alcanzó el éxtasis en la despedida. Él fue creciendo en logros a lo largo del ballet. Con saltos seguros y limpios, giros, fue un excelente Sigfrido.

El pas de trois no brilló siempre del todo, y se destacaron, en cada función, algunos integrantes. El hechicero fue bien encarnado por Leandro Pérez y Alfredo Ibáñez. Mientras que tanto Serafín Castro como Maikel Hernández regalaron un bufón bien elaborado técnica e interpretativamente. Nota de colorido aportaron en las funciones los cuatro cisnes (Amanda Fuentes, Maureen Gil, Mercedes Piedra y Annie Ruiz). No así el muy juvenil cuerpo de baile, que, especialmente en el segundo acto, adoleció de la homogeneidad que siempre lo caracteriza. La Reina Madre de Ivette González merece una mención aparte por la calidad de su quehacer escénico. La Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana, conducida por el maestro Giovanni Duarte, realizó un loable empeño, aunque se escucharon algunas disonancias.

 

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