Me siento maestra, es un sueño hecho realidad

Afirma Ana María García, directora de la escuela especial Enma Rosa Chuy, de la capital, en entrevista con Granma

OLGA DÍAZ RUIZ

"Desde que entré por primera vez a un aula de niños necesitados de una educación especial, supe que había encontrado mi razón de ser en la vida", confiesa conmovida esta profesora con 37 años ininterrumpidos en el ejercicio del magisterio, quien, a pesar de tener edad para retirarse, alega que no piensa irse porque le duele abandonar a sus alumnos. "Cada día me siento más comprometida con ellos, para mí esta es como si fuera mi casa y ellos son como mis hijos".

Foto: José M. CorreaLa profesora señala que las escuelas especiales preparan a los alumnos para ocupar determinados oficios.

Ana María García Correa, licenciada en Defectología y Máster en Ciencias de la Educación, continúa su obra de amor inconmensurable al frente de la Escuela Especial Enma Rosa Chuy —la única de su tipo en el municipio de La Habana Vieja y donde lleva trabajando 18 años como docente—, institución en la que son atendidos en estos momentos 143 escolares de seis a 21 años diagnosticados con retraso mental.

Una realidad bien distinta a la que existía al triunfo de la Revolución, cuando el país apenas contaba con ocho instituciones de Educación Especial, a las que solo tenían la oportunidad de asistir 134 pupilos. Pero estas circunstancias dieron un vuelco de 360 grados cuando se creó el 4 de enero de 1962 el Departamento de Educación Especial, de la mano de Armando Hart Dávalos, entonces titular de esa cartera, permitiendo que la esperanza de formarse como hombres nuevos llegara a todos, al recibir una formación integral.

En el caso de Ana María, como en el de muchos otros profesores, no siempre ha sido sencillo, "es un trabajo muy personalizado y complejo, que exige una preparación esmerada de todos los profesionales vinculados a esta enseñanza, y que entraña a su vez una responsabilidad enorme", comenta, y relata que al llegar a la primera escuela donde impartió clases "el impacto fue muy fuerte, pero realmente me gustó, me llegaron al corazón estos niños y me preparé para dar respuesta a todas sus necesidades. Hoy me siento muy realizada en mi profesión".

Cómo no estarlo cuando a la luz de estos tiempos la Educación Especial en Cuba está concebida como un sistema de escuelas, modalidades de atención, recursos, ayudas, servicios de orientación y capacitación, puestos a disposición de los escolares, de sus familiares y educadores, para garantizar, además de su instrucción, su adecuada incorporación a la vida social y laboral como trabajadores activos de la sociedad con igualdad de derechos.

En este punto, Ana María expone que, por lo general, los centros de Educación Especial preparan a los alumnos para que a la edad promedio de 18 años puedan ocupar oficios deficitarios como auxiliares de comedor, de cocina, recepcionistas, ayudantes de albañil, costureras, trabajadores de talleres protegidos, y en menores casos, como operarios, siempre bajo la tutela de un trabajador y con el seguimiento de los especialistas de la institución. Esto es posible porque "desde que los muchachos entran a la escuela se vinculan a diferentes talleres y círculos de interés que les muestran todas estas habilidades", agrega.

En cualquier caso, la familia es un pilar importante para que estos niños pisen sólido en el camino a su independencia. "Desde luego desempeña un papel trascendental —apunta Ana María— porque la escuela no puede funcionar correctamente sin el apoyo de los padres y tutores, y a la hora de insertar a los muchachos a trabajar, el respaldo hogareño debe ser total. Lograr ese apoyo con que hoy contamos exigió del claustro prepararse bien y educar también a los familiares para enfrentar este momento".

Es cierto que esta es una labor ardua, que requiere poner mucho empeño y sobre todo mucho amor, que tiene que nacer del alma para que llegue a estos niños. "Nos hace muy felices verlos incorporarse a la vida laboral, saber que son aceptados y queridos en la comunidad, y que no se han convertido en una carga para la sociedad, sino que muchos de ellos logran formar una familia y un hogar", revela Ana María. "Ahí es donde se ven los resultados de la escuela y los míos como profesora. Si tuviera otra oportunidad, tomaría el mismo camino, me siento maestra, es un sueño hecho realidad".

 

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