Margarita Ruiz, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio
Cultural, dio a conocer el documento que refrenda la jerarquía del
inmueble que atesora testimonios sobre la vida y la creación del
autor de Paradiso, una de las novelas más significativas de
las letras iberoamericanas del siglo XX.
Ella, junto a Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del
Libro, develó la tarja que acredita la condición de la casa como
Monumento Nacional.
Ubicada en el número 162 de la calle Trocadero, en pleno corazón
de la capital cubana, Lezama escribió allí su descomunal obra
poética, narrativa y ensayística; planeó revistas que constituyen
hitos indelebles en la cultura cubana; animó un núcleo de
resistencia intelectual y ética en medio de las sombras de la
república mediatizada; sostuvo diálogos matizados por la sabiduría y
el ingenio con sus contemporáneos; y fomentó su círculo familiar
junto a su madre Rosa.
Los más antiguos vecinos recordaron la respiración asmática del
poeta, las volutas de los habanos que prendía como si practicara un
rito órfico; y sus caminatas hasta el paseo del Prado.
Este domingo la ceremonia reunió a amigos y admiradores, entre
ellos los escritores César López, Reynaldo González y Antón Arrufat,
quienes han hecho un culto a la memoria de la amistad; y el poeta
José Luis Moreno del Toro, su médico personal.
Quedó inaugurada una exposición del artista Francis Fernández
Trujillo, titulada Travesía por el mito, y hubo diversas
manifestaciones escénicas y musicales inspiradas en el legado
lezamiano
Días antes, la UNEAC se sumó al homenaje con un conversatorio en
su sede. César López, Premio Nacional de Literatura y coordinador de
la comisión organizadora del Centenario, leyó allí una décima
"bella, divertida, sarcástica y cubanísima" que le hiciera el
homenajeado a Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, quien
seguidamente lo abordó desde la emoción de los comienzos, "aunque
con aristas diferentes en nuestras obras. ¿Cómo no quererlo?, por
admiración me acerqué a él. Piedra angular y filosofal de la cultura
cubana, está en el cielo de Cuba, con el Ángel de la Jiribilla".
Al lado siempre de la verdad cultural lo ubicó el Premio Nacional
de Literatura, Luis Marré, a quien Lezama le adjudicó silencios más
elocuentes que sus propias palabras. Aún sin haberlo visto jamás, el
poeta Carlos Martí, por estudiarlo tan profundamente, se ha podido
agenciar su propio anecdotario lezamiano. También el poeta y médico
José Luis Moreno del Toro, testigo profesional de su rotundo adiós
físico, lo evocó, sin aludir al momento fatal, resumiendo: "No es el
verso ni el poema, él es una totalidad. En la sala este abrazo se
multiplica, ahí está la casa, en ella está Lezama".