Las elecciones de mitad de mandato en EE.UU.

La ronda musical y los que se quedaron sin silla

RAMÓN SÁNCHEZ-PARODI MONTOTO

Se celebraron las elecciones en la mitad del mandato presidencial en Estados Unidos y con ello se produjo una nueva repartición de cuotas de poder político entre las fuerzas dominantes de la nación norteña. Pero la situación social y económica, interna y externa, en ese país no se ha modificado un ápice.

Foto: EFELo único que ha cambiado es el control que cada fuerza ejerce sobre los mecanismos del poder gubernamental ejecutivo y legislativo en el ámbito federal y estadual. Se acrecienta la incapacidad de la elite norteamericana para que uno o varios de esos grupos coaligados puedan imponer su voluntad. La profundidad y la complejidad de los asuntos están provocando la parálisis del sistema, debido a las contradicciones que resultan de las diferencias en las fórmulas con que se proponen dar solución a los problemas.

Mientras, los ciudadanos, cualquiera que sea su inclinación política, siguen como hipnotizados por las andanadas encaminadas a asegurar el condicionamiento mental con que los atacan los medios de difusión pagados por los intereses de las grandes corporaciones económicas y los grupos políticos republicanos y demócratas en sus distintas versiones.

En las elecciones se gastaron a partes prácticamente iguales un total sin precedentes de 4 000 millones de dólares, proveniente de tres fuentes principales:

· el dinero anónimo de las grandes corporaciones e instituciones, tanto empresariales como sociales, gastados a través de agrupaciones dedicadas a ejercer indirectamente influencia política en apoyo a sus candidatos favoritos, sean demócratas o republicanos;

· los fondos obtenidos por los aparatos de recaudación de los partidos políticos;

· el dinero proveniente de la fortuna personal de los propios candidatos.

Aunque faltan unos pocos escaños por decidir, los resultados indican una victoria republicana y una derrota demócrata, aunque no puede afirmarse, como lo hacen algunos de los grandes medios de difusión norteamericanos, que se haya producido una profunda transformación del panorama político norteamericano. No estamos ante un resurgir del proyecto conservador que pasó a mejor vida luego de las dos desastrosas presidencias de George W. Bush.

Lo que se hace evidente es que Obama y los demócratas han pagado un alto precio por la inconsistencia, inhabilidad y falta de visión políticas demostradas durante los dos años de gobierno demócrata. Por otra parte, a los republicanos les han resultado efectivas las tácticas empleadas de concentrar sus esfuerzos en aglutinar sus partidarios en distritos electorales de fuerte base conservadora y donde la población resulta más afectada por la crisis económica, a fin de derrotar a los candidatos demócratas más vulnerables.

Sin embargo, los resultados también demuestran que el electorado de los Estados Unidos sigue la tendencia de agruparse por territorio, predominando los demócratas en los estados más populosos y las llamadas megalópolis, mientras los republicanos están más presentes en las áreas del país de menor densidad de población y cuya economía tiene su base en la agricultura. Concretamente, los estados del nordeste, de la franja Atlántica Media y de la costa del Pacífico (donde se asienta alrededor del 40% de la población del país y representan el 35% de los votos electorales para la elección presidencial), siguen eligiendo mayoritariamente a los candidatos demócratas, mientras que en el sur, el suroeste, las praderas y las Montañas Rocosas, sigue siendo patente que los republicanos ostentan el poder político.

Hay un octavo territorio, el Medio Oeste que mezcla las características de cada una de estas agrupaciones y que es el más golpeado por la crisis económica, tanto, que frecuentemente se le identifica como "el cinturón del óxido", donde la preferencia del electorado oscila entre republicanos y demócratas y ninguno de estos dos partidos han conseguido mantener un dominio estable. Se perfila para las elecciones del 2012, como lo fue en las del 2010, como el "campo de batalla" decisivo. Abarca los estados de Illinois, Michigan, Ohio, Indiana, Iowa, Minnesota. Wisconsin y Missouri, a los cuales deben agregarse por sus similitudes socio-políticas a Pennsylvania, Virginia y West Virginia, estados considerados del Atlántico Medio, y a Kentucky, que se ubica entre los de la región sur. Son estados que representan 139 votos electorales o más de la cuarta parte de los necesarios para ser electo presidente y por esta razón es el inevitable "campo de batalla" electoral.

En estas regiones la votación se comportó, en líneas generales con la tendencia que se ha ido consolidando en los últimos 50 años (desde 1960).

El Medio Oeste ampliado que mencionamos en el párrafo precedente, fue la región donde teniendo en cuenta que no es un territorio controlado por los republicanos, los demócratas sufrieron las principales derrotas: cuatro de los seis senadores; cinco de los nueve gobernadores netos que perdieron; y 22 de los 60 puestos de representantes que pasaron a manos republicanas.

Un resultado más favorable obtuvieron los demócratas en la Costa Este y en el Pacífico. Solo perdieron once escaños de representantes, seis de ellos en Nueva York, donde mantienen una cómoda y sólida ventaja en la bancada de ese estado en la Cámara; no perdieron ningún cargo de senador y mientras recuperaron la importante gobernación de California, más la de Hawaii, solamente perdieron el control de la de Rhode Island, pero con la ventaja de que el triunfador Lincoln Chaffee (ex republicano que compitió como independiente) es más favorable a los demócratas y a Obama que el que iba como candidato demócrata y al cual Obama se negó a dar respaldo.

El resto de las pérdidas demócratas se produjeron en territorio sólidamente republicano, lo cual refleja el carácter selectivo de la ofensiva republicana, poniendo como objetivos a derrotar aquellos candidatos demócratas más vulnerables por tener su sede en distritos o estados que apoyaron mayoritariamente a McCain en el 2008 o en regiones muy golpeadas por la crisis económica.

Hay una interesante consecuencia de esa táctica republicana que puede contribuir a dar más homogeneidad a lo que resta de la bancada demócrata en la Cámara. Algo más de la mitad de la cincuentena de representantes demócratas integrantes de la conservadora Coalición de los Perros Azules (Blue Dogs Coalition) perdieron sus contiendas. Es decir, que este grupo, con mucha frecuencia enfrentado a las iniciativas de Obama ha perdido una considerable parte de su empuje político y legislativo dentro de las filas demócratas. Además, este resultado contradice el criterio del alza conservadora.

Y hablando de conservadores, el movimiento Tea Party se convirtió en una "bendición" a medias para los republicanos debido a sus posiciones extremas que lo llevaron hasta enfrentarse a figuras republicanas por considerarlas no confiables desde el punto de vista político. Sin poner en duda su capacidad movilizadora en la base, los resultados fueron una mezcla de éxito y de fracaso. Ejemplos son la batalla exitosa que libró el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, para defender su cargo de senador frente a la candidatura de Sharron Angle, una "estrella" del movimiento Tea Party. Otro, el éxito que aparentemente ha logrado la senadora republicana y ahora independiente de Alaska, Lisa Murkowski en su enfrentamiento con el candidato republicano Joe Miller, apoyado por la "reina" del Tea Party, la ex gobernadora Sarah Palin. Murkowsi lanzó una campaña para un voto personal por ella (write-in). La votación ha resultado muy reñida; el 3 de noviembre, revisadas el 99% de las urnas el voto personal (o libre) que Murkowski ha promovido recibió el 41% de los sufragios, mientras que Miller cuenta con 34% y su contrincante demócrata un 24%. Ahora hay que contar todos los votos personales, operación que comenzará el 10 de noviembre para decidir quién es el ganador, que bien pudiera ser Murkowski. El resultado de la elección en California es también otro ejemplo de las debilidades del Tea Party, aunque no se puede negar que este movimiento ha sido el factor más dinámico en estas elecciones y ha ejercido mucha influencia en cambiar las reglas de juego.

En realidad, el Tea Party es un conglomerado de personas, que con un nuevo ropaje ha venido a asumir el papel de la corriente conservadora extremista y fanática que anteriormente fue jugado por la llamada derecha evangélica.

Los sondeos de boca de urna durante las elecciones fijaban para el Tea Party el mismo patrón de voto que el que funcionó para la derecha evangélica: más del 90% de los votantes Tea Party es anti-Obama; cerca del 90% de los que apoyan a Obama son anti-Tea Party. Más del 50% de aquellos con ingresos superiores a 100 000 dólares apoyan al Tea Party, mientras que la mayor parte de los que reciben ingresos de menos de 50 000 dólares anuales apoya a Obama.

Las elecciones recién concluidas marcan el hito de partida del proceso eleccionario hasta la toma de posesión del nuevo presidente norteamericano en enero del 2013. Dos son los elementos esenciales de esta jornada. Uno, la capacidad que tenga el presidente Obama de aglutinar suficientes fuerzas para llevar a cabo un efectivo programa de gobierno (que resuelva problemas, aunque sea de manera parcial), más allá o más acá de promesas electorales. Otro, la definición de las coaliciones políticas republicanas y demócratas alrededor de sus respectivos candidatos presidenciales, que en el caso demócrata girará alrededor de la designación de Barack Obama, mientras que en el republicano se presenta un panorama totalmente abierto.

Para lograr ser designado como candidato a la reelección, Obama tendrá que lidiar en lo que resta de su gestión presidencial con la crisis económica que afecta el país, mientras procura gobernar de forma consecuente con las aspiraciones de la población, en lo cual deberá derrotar los intentos republicanos de dar marcha atrás a la reforma del sistema de salud, de las regulaciones a las entidades financieras y para eliminar los impuestos federales a las personas de altos ingresos y reducir los gastos fiscales.

En cuanto al panorama internacional, el reto principal para Obama es evitar una conflagración nuclear y, en lo particular, tratar de salir del pantano en que se encuentra atascado en Afganistán, por citar solamente dos de los asuntos más peliagudos.

En las próximas semanas podrá comenzar la confrontación con la necesidad que tiene Obama de obtener la aprobación del Congreso para subir el tope autorizado para la deuda pública del país.

 

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