Emblemas

Floras y habaneras

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Si en el repertorio de las artes visuales del siglo XX hubiera que definir los íconos más representativos de la mujer cubana, muchos coincidirían en señalar las Floras, de René Portocarrero, y las Habaneras, de Servando Cabrera Moreno.

Lirismo y cubanía en una Habanera de Servando.

Cuando Portocarrero (1912-1985) pintó sus Floras, ya era un artista consagrado. En los medios intelectuales gozaba de reputación por sus ilustraciones para las revistas fundadas por José Lezama Lima, Verbum, espuela de Plata y Orígenes, su exitosa irrupción en el mercado de arte de Nueva York y las series dedicadas a la ciudad (la barriada del Cerro) y los carnavales.

En estas últimas desarrollaría un estilo recargado, pletórico de detalles, en el que apenas existe un centímetro de silencio en la superficie de los cuadros. Se habló entonces de una tendencia barroca en las composiciones, solo que fue necesario precisar cómo respondía a un nuevo tipo de barroquismo, cercano al que Alejo Carpentier atribuyó un linaje auténticamente latinoamericano.

Aunque la mujer se había hecho presente en su obra, fue en los años sesenta cuando las Floras quedaron bautizadas como tales a partir de su concepción serial, tanto en la pintura como en el dibujo. En la 33 Bienal de Venecia, las Floras acapararon la atención de críticos y espectadores.

Una de las Floras de Portocarrero.

¿Cuál es el encanto de las Floras? Evidentemente influye el señorío de las efigies de mujer, pero lo determinante está en el estallido de motivos vegetales, la incorporación de elementos del art nouveau presentes en la arquitectura ecléctica insular y de volutas que recuerdan los enrejados del centro histórico de las más antiguas ciudades cubanas, en los sombreros o en las cabelleras de las representaciones femeninas.

Mi dibujo es siempre ornamental y tiene elementos representativos que pudieran ser mágicos dentro del orden de la mitología universal. La Flora es casi un mito ella misma en la pintura cubana. Puedo decir que jamás los mitos han estado fuera de mi obra. Sin ellos poco de mi trabajo sería lo que es, afirmó una vez Portocarrero.

Las Habaneras llegaron a la visualidad cubana algo después, exactamente en 1975, cuando el maestro Servando Cabrera Moreno (1923-1981) las reveló al público con la exposición Habanera tú, que saludaba la declaración del Año Internacional de la Mujer.

Servando había conseguido con anterioridad fijar la huella de sus trazos —línea sutil, lírica; transparencias articuladas; colores tenues— en obras que, sin embargo, rezumaban un contenido épico. Recuérdese sus Milicias campesinas.

Sobre las características de Cabrera Moreno, la doctora Graziella Pogolotti, quien lo conoció y siguió de cerca su trayectoria, ha dicho:

El desarrollo de su obra parte de sí misma. Las modificaciones sucesivas en su manera de pintar, tienen que ver en gran medida con un desarrollo interno de su propia obra, de su propia búsqueda, independientemente de que, desde luego, se remitiera a los códigos impuestos por la modernidad y por su tiempo. Así era en cuanto al carácter bidimensional, a la manera de establecer el ritmo de la composición de sus cuadros. La figura de Servando tiene una fuerte marca de individualidad. Además de una tendencia a la monumentalidad dentro del límite del cuadro que tampoco existe en el resto de los pintores cubanos de la época.

Con las Habaneras llevó al máximo esplendor esa visión estética en función de una lógica perceptiva que hace que el espectador establezca una identificación con la cubanía de la figuración.

Ante las Habaneras, Reynaldo González hizo una muy aguda observación, al decir que en ellas Servando muestra "el don del buen pintor, del buen dibujante y de la comunicación masiva, como lo tuvieron las Floras, de Portocarrero".

 

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