Los
impuestos constituyen una importante fuente de ingresos para que el
Estado costee gastos de beneficio ciudadano como son: salud pública,
educación, seguridad y asistencia social, construcciones de obras
sociales, entre otros.
Si bien, como principio, los tributos están concebidos para una
mejor distribución de las ganancias, bajo el precepto lógico de que
está forzado a tributar más quien más gana, no en todos los países
siempre en la práctica sucede así y las consecuencias las sufren los
pobres.
En diversas naciones alrededor del impuesto, que en la concreta
significa dinero, se mueven negocios, compra de voluntades y
conductas equidistantes del carácter retributivo y justo que debían
acompañar el uso de este bien público.
Cuando no existe una adecuada administración tributaria, cuando
el ciudadano percibe que su contribución no es correctamente
utilizada, que incluso no es ni universal, ni justo, ni equitativo y
además carece del principio solidario como debe corresponder a un
adecuado sistema de gravámenes, sobrevienen las evasiones fiscales,
es decir las personas se resisten a pagar y ocurren también
ilegalidades por parte de quienes, valiéndose de su poder económico,
acuden a subterfugios para no pagar o pagar menos.
¿Cuánto deberían contribuir los ricos en impuestos?, bajo este
título encontré una amplia discusión en Internet. Estas son algunas
de las expresiones tomadas de esa polémica:
—Reconozco que siempre he sido un defensor de impuestos altos,
como concepto, pero la pregunta del millón es qué pasaría si mañana
recibiera 50 millones de euros: ¿me quedaría en España y pagaría un
48% sobre lo que generen esos millones? o ¿me iría a vivir a Mónaco,
a Singapur o a cualquier otro paraíso fiscal —lugares llamados así
porque a nadie se le exige declarar ingresos, ni pagar impuestos?
—Si me dijesen que del dinero que ponen los ricos se destina al
tercer mundo o a barrios necesitados, los vería con mejores ojos.
—Pensar que quien más tiene más tiene que pagar, es absolutamente
ridículo, basado en una simple envidia. A ver, por qué los ricos
deben pagar las cosas de los demás? Si bien es cierto que más ganan,
también su nivel de vida es más costoso.
—No olvidemos que quien gana mucho, es gracias al trabajo de
muchos, que por debajo de él ganan muchísimo menos. Y si no son muy
dados a repartir parte de esas ganancias, al menos no directamente,
que las den indirectamente en forma de impuestos.
—Si no pagamos crece la brecha salarial, los servicios sociales
se deterioran, muchos no podrán tener una sanidad decente, mientras
los ricos ven engrosar sus cuentas corrientes, con miles de millones
que con seguridad nunca llegarán a gastar en vida.
—Los impuestos tienen que ser para todos porque no se vale que
algunos caraduras vivan a costa de los demás.
Criterios tan diversos dan una idea de cuánto significan los
impuestos para muchos ciudadanos y dejan entrever el grado de
iniquidad que también en términos de impuestos existe.
Especialistas consideran que en los países pobres resulta difícil
crear una conciencia tributaria, pero sin un verdadero sistema de
impuestos, el desarrollo económico es igualmente imposible. En tal
sentido abogan por políticas que graven más la renta, es decir los
ingresos personales. En América Latina, por ejemplo, el 60% de los
hogares más pobres recibe el 28,9% del ingreso nacional mientras que
el 40% más rico obtiene el 71,1% de la riqueza. Tal desigualdad solo
puede ser atenuada al menos con impuestos que frenen el descomunal
enriquecimiento a costa de los pobres, e incluso, de los recursos
naturales de la región, los cuales también pueden ser objetos de
fuertes gravámenes para favorecer el desarrollo.
Con frecuencia aparecen noticias de políticos, artistas,
deportistas y de grandes personalidades y empresas que falsifican
facturas y manipulan sus cuentas para no declarar los beneficios y
de cómo se refugian en paraísos fiscales.
La evasión de tributos de transnacionales y corporaciones es
también una de las formas de expoliación y saqueo, que hace cada vez
más profunda la brecha entre ricos y pobres.
Naciones Unidas dice que las 225 personas más ricas del mundo
poseen una riqueza igual a los ingresos anuales de la mitad de la
humanidad. Las tres personas más adineradas poseen bienes por un
valor superior al Producto Interno Bruto (PIB) de 48 países. También
apunta que la quinta parte más acaudalada consume el 86% de todos
los bienes y servicios, mientras que la quinta parte más pobre
consume apenas un poco más del 1%.
Los americanos y europeos cada año gastan en alimentos para sus
animales domésticos lo suficiente para costear los servicios básicos
de salud y nutrición para todos los habitantes del mundo.
Políticas impositivas apropiadas podrían ser un resorte para
frenar esa disparidad y propiciar mayor proporcionalidad de las
riquezas.
El fisco en cada país sabe esto y más, y tiene para actuar
valiosos mecanismos los cuales usan cuando les interesa, pero como
las arcas propias también se llenan, muchos políticos se hacen de la
vista gorda.