|
En la periferia tunera
El marabú cambia de sabor
Pastor
Batista Valdés
Parecen otras, pero son las mismas áreas. Donde hasta hace poco
tiempo la tierra gemía bajo las pezuñas del marabú producto de la
inercia humana, hoy empieza a florecer "otra vida" por intermedio de
las manos.
Tesón
humano y tracción animal transforman poco a poco áreas infestadas
hasta ayer por el marabú.
Causaba verdadero pavor mirar aquellos macizos de espinosa plaga
vegetal dándole la "bienvenida" al visitante desde todos los puntos
cardinales y accesos a la ciudad. Viejos nudos, acaso atenazados
también por "zarzas burocráticas", impidieron entregarles antes esas
parcelas a los "locos cuerdos" que mostraban disposición para
partirles los dientes al marabú y poner a producir las tierras.
Con el despegue de la agricultura suburbana esa batalla no está
ni remotamente ganada aquí; sin embargo, el empuje de las acciones
debe estar encaminado a un mismo y único punto: la transformación
radical de la periferia en función de una cultura que busca no solo
belleza para el paisaje, sino también producciones cada vez más
cercanas —por su distancia geográfica y volumen físico— a las
necesidades alimentarias de la población.
LOS FINQUEROS AJUSTAN SU ANILLO
Un verdadero anillo se va cerrando para abrir paso al fruto de la
tierra.
Multiplicados en pequeñas fincas, cientos de tuneros siembran
granos, viandas y sobre todo frutas de las cuales inexplicablemente
se han deprimido muchísimas variedades.
Por eso Héctor Díaz y su esposa Yolanda Proenza decidieron
nombrar a su finca El Tamarindo —en honor a tres ejemplares que hay
allí—. Además de "una puntica de yuca", plantaron guayaba, coco,
anón, frutabomba¼
"Esta tierra no es buena —comenta él— pero por muy poco que
aporte siempre va a dar mucho más que el marabú. Lo que no podemos
es rendirnos, ni renunciar a darle duro con el picacho cuantas veces
asome la cabeza".
Al
igual que la CCS Antonio Maceo, de Bejucal, aquí se han abierto
puntos donde los pasajeros pueden adquirir jugos o rodajas de
frutas.
Relativamente cerca, el joven Raudel Castellanos Torres hala
pacientemente al buey Marinero, mientras Eligio Roja Leme —dueño del
animal—, avanza detrás con el arado, para impedir los intentos de la
espinosa planta por rebrotar entre las matas de papaya.
"Después de la ayuda que está dando la empresa con equipos para
desbrozar, machetes, limas, semillas¼ y
todo lo que hacen el Partido y la ANAP para que esta idea
fructifique, lo menos que podemos hacer los finqueros es apoyarnos
unos a otros. Por eso vine a darle un empujón a Raudel. Ahora lo más
importante es que esto prenda y dé resultados".
Tal ánimo signa cada día a este proyecto que, según explica Aldo
Rodríguez Prieto, presidente de la Cooperativa de Créditos y
Servicios (CCS) Omar Pérez, gana fuerza desde que el país decidió
entregar tierras baldías a quienes deseen hacerlas producir.
"Antes de entrar en vigor esa Resolución —añade Aldo— mi
cooperativa tenía 37 productores y ya hoy sumamos 101, vinculados
todos de alguna manera a la agricultura suburbana. Como es lógico,
no todos los finqueros nuevos tienen sólidos conocimientos
agrícolas, cultura campesina o el sentido de pertenencia de quienes
han trabajado siempre en el campo, pero han empezado bien, con
interés y están haciendo un gran esfuerzo.
"La prueba está en la diferencia que ya se observa en zonas de la
carretera que conduce a Camagüey, en la circunvalación o en la
salida hacia Holguín y Granma. Falta un mundo por delante, es
verdad, pero el panorama no es el mismo".
En opinión de Víctor Santos Ramírez, jefe provincial y
subdelegado de agricultura urbana y suburbana, aun cuando Las Tunas
tuvo el privilegio de estar entre los 17 municipios cubanos por
donde echó a andar esta experiencia, hoy en toda la provincia se
emprenden acciones similares.
Con los pies igualmente bien afincados al suelo, Mario Menéndez,
presidente de los campesinos tuneros, cifra esperanzas en esta
alternativa "porque hay mucha motivación en torno a ella, rescata
áreas, aporta alimentos, embellece los accesos a las ciudades,
favorece el medio ambiente, abre fuentes de empleo y trae ahorro
para el país al emplear tracción animal tanto para trabajar la
tierra como en el acopio y traslado de lo cosechado".
A ello se suma algo que reitera Aldo: hoy los mecanismos de pago
fluyen con mucha más agilidad y animan al finquero. No hay razones
para atrasos, tardanza o irregularidades. Nuestra CCS tiene cinco
puntos de compra y ninguno está a más de tres kilómetros y medio del
productor. Tributamos a un Mercado Agropecuario Estatal y a ocho
puntos de venta, estatales también, además de cooperar con
necesidades del consumo social, en hospitales y otras instituciones.
FRUTOS Y RAÍCES
A pesar de que estos son solo los primeros resultados de esta
experiencia, ya cientos de pasajeros saborean su fruto al detenerse
frente a los caneyes construidos en las dos principales entradas de
la ciudad, para degustar un jugo de mango, frutabomba, piña, melón,
guanábana, tamarindo o agua de coco.
"Anoche, cuando llegué a la juguera que está antes del Punto de
Control, eran casi las 11:00 y no sabía por cuál sabor decidirme"
—le comenta entusiasmado el Gallego Arnaldo a un amigo.
Y no exagera. Ahí está el fruto. Pero tan alentador como eso fue
ver, tres días antes, el orgullo con que el nuevo usufructuario,
Livan Escalante Zayas, besó a Paula (su mamá), cargó en brazos a sus
dos hijos y afirmó: "Mírenlos bien, estos serán los campesinos de
mañana; los que echarán raíces en esta finca que le estamos
arrancando al marabú". |