En busca de las frutas perdidas

FREDDY PÉREZ CABRERA

VILLA CLARA.— Al parecer, mis hijas tendrán la oportunidad algún día de saber lo que es un marañón, un canistel, un caimitillo o una de esas frutas casi extinguidas en este país tropical.

Fotos del autor¿Quién dijo que en Cuba no se daba el melocotón?.

Los pasos que se vienen dando en los últimos años por parte de la agricultura, constituyen muestra de que, más temprano que tarde, los cubanos podremos volver a saborear con frecuencia, además de guayaba, piña, mango o frutabomba, otras variedades degustadas anteriormente por nuestros abuelos.

En ese sentido, resulta loable el esfuerzo realizado por el Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, con tal de propagar la mayor cantidad de especies por todas las provincias. Los Jardines Botánicos de Frutales desempeñan un importante rol para el cumplimiento de este objetivo; la idea surgida hace siete años, intenta coadyuvar a un mejor conocimiento de nuestra flora frutícola, así como a la reproducción de las variedades más escasas o desconocidas.

Villa Clara resulta el único territorio que cuenta con tres jardines de este tipo; uno en Placetas, atendido por el campesino Emilio Chávez y su familia; otro en el antiguo central Unidad Proletaria, de Cifuentes, al frente del cual está el ingeniero Martiniano Acosta; además del existente en la Granja Urbana de Remedios.

En general, todas las provincias, excepto La Habana, Camagüey y Guantánamo, han logrado fomentar esta idea, de cuya consolidación dependerá en gran media que un día podamos hablar de una real recuperación de los frutales en Cuba.

EMILIO, EL MAESTRO DE LAS FRUTAS

Quien piense que en nuestro país no pueden cultivarse la uva, el melocotón, la pera, la manzana y otras variedades de frutas —tradicionalmente asociadas a territorios con un clima diferente al de Cuba—, puede llegar a la casa de Emilio Chávez y su familia, ubicada en La Vallita, a la vera de la carretera que une a Santa Clara con Placetas, y comprobar que todo eso es puro mito.

En la cosecha pasada Emilio, con sombrero, y su hijo produjeron 1 230 quintales de uva.

Asombran al visitante los ramilletes de uvas que logran el maestro devenido agricultor y su hijo Norge, quienes atesoran en estos momentos 167 especies diferentes de frutales, lo cual les ha servido para ganar la condición de Jardín Botánico de Frutales de Excelencia Nacional en la Agricultura Urbana.

En hectárea y media de tierra hay plantadas variedades muy conocidas, como el mango, el mamey, la guayaba, la frutabomba y la naranja, además de otras prácticamente inexistentes hoy como el capulí, el higo, la avellana, la almendra, la anacahuita, lima, cereza de cayena, acerola, níspero de Japón y aberia, entre otras, asegura Emilio.

Es esta una muestra de los buenos resultados productivos que pueden lograrse cuando se realiza un correcto tratamiento cultural y fitosanitario a los sembrados. Así, por ejemplo, las 2 400 plantas de uva han promediado 78 libras por arbusto, en ciclos de cosechas que duran desde finales de mayo hasta octubre o noviembre.

Acerca de las vías para acceder a tantas especies diferentes, el productor placeteño explica que ha sido decisiva la interrelación entre los fruticultores y los distintos jardines botánicos del país, con el apoyo del doctor Adolfo Rodríguez Nodals, Jefe del Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana.

"Buscamos plantas lo mismo en el Nicho, Cienfuegos, que en Pinar del Río o Baracoa. De igual manera, ellos vienen aquí y nosotros ofrecemos lo que tenemos. Lo importante resulta extender las experiencias más valiosas al resto de la nación, de modo que puedan plantarse la mayor cantidad de frutales posibles", expresa Norge.

Martiniano no se queda atrás en la producción de frutales, que luego son propagados hacia otras fincas.

De las UBPC que tiene la provincia, a 33 de ellas ya entregamos 30 variedades, de las más escasas, a fin de que las siembren en sus terrenos, asegura Emilio, un hombre que no guarda secretos, cuando de ayudar a consolidar el programa se trata.

Entre las innovaciones del productor, figura el injerto de mamey en cámara, una vía segura para acelerar el cultivo de esta deliciosa fruta que, luego de realizado el proceder, a los tres años está produciendo. Además, está en condiciones de entregar más de 10 000 posturas de uvas al año a otras fincas que deseen insertarse en el programa.

En materia de comercialización, la familia Chávez también es una escuela. Ellos prefieren vender los productos frescos, sin intermediarios que encarecen las mercancías o las deterioran con el exceso de manipulación. Así, usted lo mismo puede encontrar en el pequeño kiosco ubicado frente a su casa, aguacate a tres pesos la unidad o un ramillete de uva que pesa más de una libra a 10.

MARTINIANO Y EMILIO NO COMPITEN, INTERCAMBIAN

La rivalidad creada entre Martiniano Acosta y Emilio Chávez, a ver quien logra la mayor cantidad de especies de frutales en su finca, es solo una rivalidad amistosa.

Por ahora el maestro de Placetas va delante, pero el cifuentence asegura que es cuestión de tiempo igualarse a su rival y superarlo, cuando logre plantar las 177 variedades que aparecen registradas en el libro Especies de Frutales Cultivados en Cuba, de la autoría del doctor Rodríguez Nodals y el maestro Pedro Sánchez.

Acosta, ingeniero agrónomo, devenido experto en frutas, ya cuenta con más de 130 especies diferentes en su área, fuente principal de abastecimiento de la empresa agropecuaria ubicada en el antiguo central Unidad Proletaria, especializada en cultivos varios y frutales.

"Contamos con cuatro hectáreas dedicadas al jardín botánico, en las cuales se intercalan distintos tipos de frutas, traídas de los más disímiles rincones, con otros cultivos" asegura el productor, quien ha realizado notables aportes a otros labriegos del país.

"El objetivo de esta experiencia es contribuir a evitar la extinción de muchas especies, algunas de las cuales resultan muy escasas", explica Martiniano.

Además, si alguien quiere saber cómo se forma un obrero, que venga a los círculos de interés de frutales que tenemos, tanto Emilio como yo, y verá de lo que son capaces los niños cuando se les enseña a amar la naturaleza y las plantas, asegura el avezado agricultor.

"Si los productores, y entidades como la ANAP y el Ministerio de la Agricultura, entre otros, nos ayudan de la manera en que lo han hecho hasta el momento, dentro de algunos años nuestros hijos tendrán el placer de saborear las frutas que hasta ahora le resultaban desconocidas", asegura el ingeniero.

 

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