Sonidos de un atardecer en el trópico

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

A riesgo de parecer impresionista — al fin y al cabo todo juicio de valor sobre la música comienza por la impresión que deja en el oído el hecho sonoro—, se me ocurre que pocas veces el título de un disco guarda tan estrecha correspondencia con su contenido como el que acaba de presentar el dúo Accord en un fonograma del catálogo de Producciones Colibrí: Tarde en La Habana.

En efecto, se me antoja la música interpretada por el clarinetista Vicente Monterrey y la pianista Marita Rodríguez, en una producción espléndidamente consumada por Ulises Hernández, como una posibilidad cierta para acompañar el crepúsculo de una ciudad que carece de brumas, donde la melancolía que en otra geografía suele identificar el tránsito hacia la noche se desvanece ante una sugerencia danzante y el soplo cálido que viene del mar.

Si esto es así, no se debe al azar. El repertorio serpentea por obras que expresan desde diversos lenguajes los estados de gracia de la vespertina insularidad. Unas piezas, las menos, concebidas para el formato dual; otras aclimatadas mediante arreglos que no solo apuntan hacia la traslación fiel de los originales, sino también a las sobresalientes cualidades de los intérpretes.

Cada compositor ha inscrito su leyenda en la creación contemporánea y esta ha sido plenamente revelada en la ejecución de Marita y Monterrey: los aires neorrománticos de José María Vitier, la geometría armónica del Capricho no. 2, del maestro Alfredo Diez Nieto; la sutileza paródica de Roberto Valera en su Son a Tina; el despliegue de imágenes de la Sonata, de Andrés Alén; las referencias criollas de Jorge López Marín, la fluidez melódica de Beatriz Corona y la tangencial apuesta lírica de Eduardo Morales.

Son bienvenidas las contribuciones de dos autores que provienen del jazz: Javier Zalba y Jorge Luis Triana. El primero entregó a Monterrey un monólogo en el que se funden de una y otra parte el dominio del registro expresivo más íntimo del instrumento; Triana nos asombra cada vez más por su manera de conjugar metáforas sonoras dinámicamente contrastantes con una férrea voluntad de estilo.

Marita y Monterrey responden a todas las exigencias. Acople es un término reivindicado por un ejercicio para nada retórico. Lo trascendente es la atmósfera.

 

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