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Agricultura estatal
El Trompo baila en su propia casa
Pastor
Batista Valdés
JESÚS MENÉNDEZ, Las Tunas.— En cualquier lugar de Cuba puede
suceder que una obrera agrícola se adiestre y pase a trabajar en una
moderna sala de video. Lo contrario, sin embargo, no ocurre con
frecuencia. Y es el caso de Edelbis Pérez Fernández, quien decidió
poner pie en tierra junto a su esposo, Miguel Suárez Leyva, por
considerar que el futuro de ambos sería igualmente provechoso
cultivando alimentos en una de las fincas con que cuenta la granja
estatal (Unidad Empresarial de Base) Noel Turruelles, en la zona
conocida como El Trompo.
La
producción sigue en ascenso en estas granjas.
Esa determinación, distinta a la de quienes prefieren variantes
de producción cooperativa o privada, no constituye rareza en esta
porción norte del territorio tunero donde muchas personas se
incorporan a las mismas áreas estatales en las cuales hasta hace
poco tiempo faltaba fuerza de trabajo ante la carencia de
motivaciones y resultados.
"Hace tres años —explica Juan Carlos Avilé, jefe de la granja—
había incluso fincas sin trabajadores. Hoy tenemos los que
necesitamos: 250, el 90% de ellos (235), vinculados directamente a
la producción, en 462 hectáreas de cultivos varios y 54 destinadas a
fomentar la ganadería.
"El cambio ha sido como de la noche al día. Antes había baja
productividad, pérdidas económicas, resultados muy por debajo de las
potencialidades de estos suelos..., hoy no ocurre así."
La
empresa agropecuaria Jesús Menéndez también fomenta cultivos como el
del garbanzo.
Todo indica que el nudo estaba en las formas de pago y en el modo
de organización, que no estimulaban al obrero y no se correspondían
con el rigor y los resultados concretos del trabajo.
La aplicación de nuevas experiencias puso a girar a El Trompo.
Según afirma Juan Carlos, "una de las primeras medidas fue
reordenar bien el trabajo en fincas y formar verdaderos colectivos
laborales, en busca de una vinculación real y efectiva con el área y
el sentido de pertenencia que tanto demanda la agricultura.
"También revisamos el sistema de pago. No se le puede tener miedo
a que el obrero gane la cantidad de dinero que él sea capaz de
producir en viandas, hortalizas, granos. Por eso, trabajadores como
el matrimonio de Edelbis y Miguel han recibido 800 o más pesos al
mes e ingresos generales cercanos a 20 000 en un semestre,
respaldados por la producción concreta que logran."
FACILIDADES APLASTAN A LAS
DIFICULTADES
Quienes trabajan en estas granjas han encontrado, lo que no
siempre hallaron en otros momentos y lugares.
Una facilidad es el anticipo, que asegura decoroso salario mes
por mes (unos 700 pesos) hasta que las áreas en fomento entren en
producción y abran acceso, entonces, a una ganancia que siempre
estará sujeta a los volúmenes que tribute la cosecha.
Otra experiencia positiva es la creación de condiciones en cada
finca para la atención al obrero: que almuerce allí mismo —si lo
desea—, por ejemplo, sin tener necesidad de trasladarse hasta su
hogar, muchas veces lejos de la plantación.
Para ello, la granja ha dispuesto, incluso, la creación de
módulos pecuarios vinculados a esos trabajadores, así como la
siembra de una hectárea de arroz y otra de granos.
Tales ventajas, y el beneficio salarial, acentúan de tal modo el
sentido de pertenencia que, "muchos de esos obreros estatales
parecen verdaderos campesinos, aferrados a la tierra, vigilando las
plantaciones junto a familiares y vecinos para impedir el delito,
sin necesidad de pagarle a custodios".
Ese es el caso de Armando Ramírez, Rosa Julia, Mario Almaguer,
Arnel José Pérez y otros que quizás nunca trabajaron tanto en el
campo, pero tampoco jamás se sintieron tan recompensados.
Aun así, Juan Carlos, está insatisfecho. Sabe que su gente está
motivada (es cierto), el 80% de lo producido va directamente a
ventas al Estado, lo demás beneficia a la granja y a la comunidad;
de manera intercalada cosecharon 300 quintales de frijol para
sustituir importaciones y tener semilla, disponen además, de 60
yuntas de bueyes...
Pero también sabe que le quedan muchas reservas.
...Y LO QUE AÚN FALTA
Roberto Pérez Hernández, director general de la empresa
agropecuaria Jesús Menéndez, sabe que este puede ser el despegue
hacia resultados productivos que no tienen precedentes ante los
niveles de organización y de motivación, cuyo alcance nadie podría
calcular con exactitud.
Hoy ninguna de las cinco granjas (UEB) tiene pérdidas, a pesar de
que hace apenas un año y medio fueron devastadas por el huracán Ike,
que echó abajo el 100% del plátano sembrado y se ensañó con 83 de
cada 100 hogares donde vivían los trabajadores agrícolas de la zona.
Si de tenacidad y de recuperación se trata, entonces hay que
apuntar ejemplos como el de la propia granja Noel Turruelles
—válidos para las demás—, cuyos obreros cosecharon, en apenas un
semestre, más de 14 000 quintales de viandas, hortalizas y granos,
mientras ya este año deben entregar casi tres veces más.
Para junio —opina Roberto— la preocupación puede estar más bien
en el transporte para llevar viandas hacia la cabecera provincial.
De cualquier modo, lo importante es que, por encima de escaseces,
mecanismos de pago lentos y formas de organización siempre
susceptibles de perfeccionamiento, estas granjas demuestran que la
empresa estatal agrícola puede funcionar bien, cohabitar con otras
estructuras y seguir abriendo una brecha hacia lo que en definitiva
necesita el país: cada vez más alimentos. |