En el infierno de este mundo un buen bolero puede apretujar el alma. 
			Hoy viví uno de esos momentos "raros", pero que parecen sublimes 
			cuando estás lejos de la gente que quieres: tres hombres, robustos y 
			bien plantados, cantaban a toda voz aquello de "sin ti, qué me puede 
			ya importar, si lo que me hace llorar está lejos de aquí". Los días 
			en Haití destilan nostalgia.
			Pareciera que tanta tragedia, dolor, sufrimiento ajeno¼ 
			nos ha vuelto a todos más sensibles. Son tantas las muestras de 
			ternura que por estos días he presenciado, que por minutos creo 
			haberme escapado del infierno. No puedo olvidar aquel "chocho" 
			abuelo que por teléfono dice a su nietecito que no puede regresar 
			porque el avión está roto. En cambio, y para aplacar la tristeza del 
			pequeño, imita al coronel Elpidio y hasta al caballo Palmiche. El 
			abuelo no regresa por ahora, pero el pequeño Panchito cuelga feliz 
			porque habló con sus héroes infantiles. 
			Cuántas doctoras he visto por estos días acompañar el dolor de 
			tantos niños con sus propias lágrimas. Ahí está la cirujana Abrahana, 
			que con el alma en la mano habla de los pequeños que ha tenido que 
			amputar. Todas parecen acordarse entonces de sus niños felices allá 
			en Cuba, y se les ensombrece la mirada. Si en situaciones normales 
			de lejanía, el recuerdo de la familia colma cada segundo, en estos 
			días esa remembranza se incrusta en la piel, y no importa dónde te 
			escondas, contigo va. 
			Pero no solo del lado de acá las emociones son profundas. En 
			Cubita bella, a muchas familias se les vuelve el corazón una pasa, 
			entre el desasosiego por nuestra salud y el orgullo por sabernos 
			útiles. Cómo no entender entonces cuando la pequeña Carolina escribe 
			a su mamá que regrese pronto, pero que le traiga una piedra de este 
			Haití devastado. O cuando aquella madre recuerda que hay que lavarse 
			a menudo las manos, que no se puede dejar de comer y que te cuides 
			mucho. O aquel padre, que dice haber imaginado que llegabas este 
			domingo. 
			Por eso no puedo asombrarme con el bolero encendido que tres 
			hombres cantan. Haití y su tristeza nos hacen buscar alicientes en 
			lo nuestro.
          Haití: el infierno de este mundo (I) 
			
			
			Haití: el infierno de este mundo (II)
			
			Haití: el infierno de este mundo (III)
			
			Haití: el 
			infierno de este mundo (IV)
            Haití: el infierno de este 
			mundo (V)
			
			Haití: el 
			infierno de este mundo (VI)
			
			Haití: el 
			infierno de este mundo (VII)