"Bancarrota médica" es un concepto que no conocía hasta que me lo
explicó el doctor Quentin Young en la sala de reuniones de la
asociación Physicians for a National Health Program (PNHP), aquí en
el centro de Chicago. En la pared destaca una foto de hace unos años
con un Barack Obama joven, casi adolescente, en compañía de Young y
otros dirigentes de la asociación.
"Bancarrota médica quiere decir que te embargan por deudas
sanitarias, porque los honorarios del médico, las facturas de los
análisis y los gastos de hospitalización se han acumulado. Entonces
interviene el ejecutor judicial y te lo quitan todo: por si fuera
poco estar enfermo, quizá moribundo, te quitan la casa, el coche,
los muebles, te dejan en la calle, te impiden mandar a tus hijos a
la universidad. Es una salvajada. Las bancarrotas médicas no son un
fenómeno marginal, pues el 62% de todas las quiebras declaradas por
los tribunales de EE.UU. corresponden a deudas médicas, y todos los
años un millón de personas van a la quiebra por esta clase de
deudas."
En realidad muchas de estas insolvencias atañen a cantidades
bastante modestas que podrían nivelarse (el 20% ascienden a menos de
1 000 dólares, 670 euros; el 40% a menos de 5 000 dólares y el 13% a
menos de 10 000 dólares), pero las compañías de seguros exigen la
bancarrota porque quieren mostrarse inflexibles y convencer a todos
de que no les conviene dejar de pagar.
Quentin Young tiene ya 86 años muy bien llevados, pero hasta el
año pasado ejerció la medicina privada en Hyde Park (durante años
Barack Obama acudió a la consulta de su socio): "He ejercido durante
61 años" dice con orgullo. Es una figura histórica de la izquierda
norteamericana. En 1968 atendió gratuitamente a los manifestantes
apaleados por la policía durante los disturbios de la Convención
Demócrata de Chicago. Ahora dirige la asociación de médicos más
progresista de EE.UU. ("somos 17 000; aunque parezca mucho, somos
pocos con respecto a los 700 000 doctores que hay en nuestro país").
No en vano su sigla significa "médicos por un Plan Nacional de
Salud": Young es partidario a ultranza de un Servicio Nacional de
Salud y cualquier solución que no pase por ahí le parece confusa,
cuando no contraproducente.
Es evidente que para Quentin Young "bancarrota médica", además de
una noción del derecho concursal, es la expresión que describe mejor
el estado de la sanidad en EE.UU.
"La sanidad en EE.UU. tiene una salud pésima, desde el punto de
vista económico, médico y ético. El país gasta 2,5 billones de
dólares en sanidad, la sexta parte del Producto Interior Bruto
(PIB), 8 000 dólares per cápita anuales: gastamos en sanidad el
doble que los países que nos siguen en gasto sanitario, Francia y
Alemania, y sin embargo 47 millones de norteamericanos carecen de
cobertura sanitaria. El año pasado, 45 000 muertes se han debido a
que las víctimas no tenían cobertura; esta cifra está en aumento
vertiginoso: en el 2002 los muertos por falta de seguro solo fueron
18 000. Recuerde que el 11 de septiembre hubo 3 000 víctimas en
total, ¡y estamos hablando de 45 000 anuales!".
Young achaca el desastre sanitario a las compañías privadas de
seguros. Recuerda que antes de la segunda guerra mundial las
aseguradoras permanecían al margen del mercado sanitario. Entraron
gracias a la economía de guerra, para que las empresas
proporcionaran beneficios no monetarios a los obreros, que tenían
los salarios congelados.
"Desde entonces las compañías de seguros recurrieron a toda clase
de ardides para aumentar sus beneficios. Por supuesto, incrementaron
desmesuradamente las primas de las pólizas, que iban encareciéndose
a medida que se conglomeraban los grupos monopolistas. Pero sobre
todo recortaron costes, tratando de reducir a la mínima expresión
las prestaciones. Han adquirido una habilidad enorme para aducir
razones que las eximan de curarte. La más pérfida es la de las
‘condiciones preexistentes’: dicen que tienen derecho a no pagarte
un tratamiento si descubren que el origen de tu enfermedad es
anterior al momento en que contrataste la póliza. Pueden negarte el
tratamiento de un tumor en el pulmón a los 50 años invocando un
resfriado que tuviste de niño. Es de locos, el colmo del cinismo. Y
lo único bueno que ha hecho el país en 60 años por la sanidad,
Medicare, el tratamiento gratuito para los ancianos de más de 65
años y para los minusválidos totales, lo logramos solo porque las
compañías de seguros estaban encantadas de deshacerse de los viejos,
el grupo de la población con más enfermedades y por lo tanto el más
gravoso en términos de gasto sanitario. Al cedérselos al Estado, las
aseguradoras reducían costes."
Las compañías de seguros son la bestia negra de Quentin Young:
"Hace seis años Obama venía aquí, era un político local, y era un
firme partidario del single payer, es decir, del Sistema Nacional de
Salud. El sistema single payer reúne todas las ventajas económicas y
sociales, pero está mal visto por las aseguradoras. Las aseguradoras
tienen un poder enorme, han sufragado las campañas de senadores y
diputados.
La mayoría de los ciudadanos son partidarios del Sistema Nacional
de Salud, pero sus representantes, los parlamentarios, están en la
nómina de las compañías de seguros. Hoy en día estas compañías son
un peligro para la democracia, porque intentan por todos los medios
que los representantes no respeten la voluntad de sus electores, del
pueblo."
Le pregunto si esta será la oportunidad para una auténtica
reforma sanitaria.
"Ni por asomo. Por ahora tenemos dos sistemas públicos. Uno es
Medicare, del que le acabo de hablar. Luego hay un sistema para los
pobres y los parados que se llama Medicaid, que es un parche, pero
mejor que nada, es una serie B. Lo que queremos es un Medicare para
todos."
Ese es el asunto, porque más de uno me ha comentado que el fallo
de Obama ha sido anunciar la reforma sanitaria como algo nuevo, en
vez de presentarla como la ampliación de un programa que ya existe y
funciona bien, es decir, Medicare.
(Fragmentos tomados de Rebelión, fuente Il Manifesto)