El cuño africano

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Si la Aragón no ostentara entre nosotros el reinado entre las charangas de mayor calado en la música bailable, podría muy bien reclamar el cetro en África, al otro lado del Atlántico.

Afia Mala, la diva de la canción togolesa, admira a la Aragón.

Alguien pudiera sospechar que es producto de una percepción nostálgica, pero no es así. Este mismo año en Abiján, jóvenes marfileños abarrotaron una larga y céntrica avenida para disfrutar con la orquesta. El solo anuncio de la presencia de la Aragón en Dakar, la capital senegalesa, es capaz de agotar las capacidades en venta para acceder a los salones de baile. Hace apenas unos meses autoridades culturales de Brazzaville vinieron a La Habana con una petición especial: contar con la tropa de Rafaelito Lay en los festejos de la ciudad, tal como lo exigían los moradores de la urbe congoleña.

Desde finales de los cincuenta, justo cuando la Aragón desplazaba a otras formaciones de su tipo en la cima de la popularidad en Cuba, en varios puntos de África comenzaba a tejerse la leyenda.

Daniel Cuxac, empresario artístico marfileño que blasona de atesorar una de las mayores colecciones de música cubana en el oeste africano, en una de sus visitas a la Isla explicó cómo a lo largo de la ribera del Golfo de Guinea la gente intercambiaba los discos originales, los ponían en la radio, los difundían en altavoces en medio de fiestas callejeras y terminaron pidiendo presentaciones en vivo de las orquestas cubanas.

"Allá —detalló— nunca han pasado de moda Pancho el Bravo, la América, Neno González, Maravillas de Florida, Sublime, Sensación, pero lo de la Aragón es algo inefable. Es la mezcla entre el refinamiento de las orquestaciones y el ritmo latino la clave del éxito".

A mediados de los noventa, en uno de los barrios de París con mayor concentración de emigrantes y afrodescendientes, el cineasta Claude Santiago, con quien a la sazón acaba de colaborar en la realización del documental El tambor y el fusil, producido por la chilena Marilú Maldavsky y transmitido por el Canal ARTE, observaba cómo entre los jóvenes de la comunidad se abría paso el conocimiento hacia la música cubana contemporánea.

"Verás a fanáticos de Irakere por un lado —apuntaba — y de otro aficionados que no pierden pie ni pisada a Los Van Van y la Revé. Ahora se está dando el fenómeno de Compay Segundo y la Vieja Trova Santiaguera (no estaba lanzado todavía Buenavista Social Club), pero, ¿quieres ver a todos reunidos alrededor de una consola? Pónles un disco de la Aragón".

Habría que tomar nota de la experiencia de José da Silva, el empresario disquero caboverdiano que promovió a la fama a Cesaria Évora y generó el boom de Polo Montañez desde su sello Lusáfrica.

Una noche de confesiones nos dijo: "La Aragón es un activo constante en términos comerciales. Puedes mover al top ten a uno u otro artista. Venden más en un período determinado y eso es positivo para ellos, para la música y, por supuesto, para el negocio. Pero la Aragón vende todos los años".

En África se cumple otro proverbio. Quien al árbol de la Aragón se arrima, buena sombra lo cobija. La vida de la música togolesa responde al nombre de Afia Mala. Comenzó a cantar en 1974 y una década después obtuvo el premio al mejor talento descubierto en el concurso de TF1, primer canal de la TV francesa, con su interpretación de Ten Hompté.

Su plato fuerte era el zouk pero a partir de entonces se inclinó por la salsa. Hasta que supo que detrás de ese sonido estaba la música tradicional cubana y en ella ocupaba una posición jerárquica la Aragón.

Afia viajó a La Habana y grabó un disco con la mítica agrupación. Fue el álbum de su vida: "El encuentro con la Aragón resultó un verdadero milagro. Grabar en los estudios de la EGREM, con tanta historia, y luego hacerlo con la Aragón, que entendió todo lo que yo quería, fue algo sencillamente maravilloso".

En Senegal, el desaparecido Labah Badara Sosseh es un mito. Se le considera el padre de la salsa africana. El tema Aminata (1972) de su autoría es un himno de la música bailable. En una entrevista para el diario francés Le Figaro reveló un secreto: "Me salió de golpe lo mucho que había aprendido de la orquesta Aragón. Son mis maestros".

Y ahí está el caso de Pape Fall, un senegalés que sigue los pasos de Sosseh. En su currículum pone en un lugar privilegiado el orgullo de haber compartido escena con el Sexteto Habanero y la Aragón. Un orgullo que alcanza cotas más altas cuando refiere que los clásicos de la orquesta cubana han sido cantados por él en lengua wolof.

 

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