Alguien pudiera sospechar que es producto de una percepción
nostálgica, pero no es así. Este mismo año en Abiján, jóvenes
marfileños abarrotaron una larga y céntrica avenida para disfrutar
con la orquesta. El solo anuncio de la presencia de la Aragón en
Dakar, la capital senegalesa, es capaz de agotar las capacidades en
venta para acceder a los salones de baile. Hace apenas unos meses
autoridades culturales de Brazzaville vinieron a La Habana con una
petición especial: contar con la tropa de Rafaelito Lay en los
festejos de la ciudad, tal como lo exigían los moradores de la urbe
congoleña.
Desde finales de los cincuenta, justo cuando la Aragón desplazaba
a otras formaciones de su tipo en la cima de la popularidad en Cuba,
en varios puntos de África comenzaba a tejerse la leyenda.
Daniel Cuxac, empresario artístico marfileño que blasona de
atesorar una de las mayores colecciones de música cubana en el oeste
africano, en una de sus visitas a la Isla explicó cómo a lo largo de
la ribera del Golfo de Guinea la gente intercambiaba los discos
originales, los ponían en la radio, los difundían en altavoces en
medio de fiestas callejeras y terminaron pidiendo presentaciones en
vivo de las orquestas cubanas.
"Allá —detalló— nunca han pasado de moda Pancho el Bravo, la
América, Neno González, Maravillas de Florida, Sublime, Sensación,
pero lo de la Aragón es algo inefable. Es la mezcla entre el
refinamiento de las orquestaciones y el ritmo latino la clave del
éxito".
A mediados de los noventa, en uno de los barrios de París con
mayor concentración de emigrantes y afrodescendientes, el cineasta
Claude Santiago, con quien a la sazón acaba de colaborar en la
realización del documental El tambor y el fusil, producido
por la chilena Marilú Maldavsky y transmitido por el Canal ARTE,
observaba cómo entre los jóvenes de la comunidad se abría paso el
conocimiento hacia la música cubana contemporánea.
"Verás a fanáticos de Irakere por un lado —apuntaba — y de otro
aficionados que no pierden pie ni pisada a Los Van Van y la Revé.
Ahora se está dando el fenómeno de Compay Segundo y la Vieja Trova
Santiaguera (no estaba lanzado todavía Buenavista Social Club),
pero, ¿quieres ver a todos reunidos alrededor de una consola? Pónles
un disco de la Aragón".
Habría que tomar nota de la experiencia de José da Silva, el
empresario disquero caboverdiano que promovió a la fama a Cesaria
Évora y generó el boom de Polo Montañez desde su sello Lusáfrica.
Una noche de confesiones nos dijo: "La Aragón es un activo
constante en términos comerciales. Puedes mover al top ten a uno u
otro artista. Venden más en un período determinado y eso es positivo
para ellos, para la música y, por supuesto, para el negocio. Pero la
Aragón vende todos los años".
En África se cumple otro proverbio. Quien al árbol de la Aragón
se arrima, buena sombra lo cobija. La vida de la música togolesa
responde al nombre de Afia Mala. Comenzó a cantar en 1974 y una
década después obtuvo el premio al mejor talento descubierto en el
concurso de TF1, primer canal de la TV francesa, con su
interpretación de Ten Hompté.
Su plato fuerte era el zouk pero a partir de entonces se inclinó
por la salsa. Hasta que supo que detrás de ese sonido estaba la
música tradicional cubana y en ella ocupaba una posición jerárquica
la Aragón.
Afia viajó a La Habana y grabó un disco con la mítica agrupación.
Fue el álbum de su vida: "El encuentro con la Aragón resultó un
verdadero milagro. Grabar en los estudios de la EGREM, con tanta
historia, y luego hacerlo con la Aragón, que entendió todo lo que yo
quería, fue algo sencillamente maravilloso".
En Senegal, el desaparecido Labah Badara Sosseh es un mito. Se le
considera el padre de la salsa africana. El tema Aminata
(1972) de su autoría es un himno de la música bailable. En una
entrevista para el diario francés Le Figaro reveló un secreto: "Me
salió de golpe lo mucho que había aprendido de la orquesta Aragón.
Son mis maestros".
Y ahí está el caso de Pape Fall, un senegalés que sigue los pasos
de Sosseh. En su currículum pone en un lugar privilegiado el orgullo
de haber compartido escena con el Sexteto Habanero y la Aragón. Un
orgullo que alcanza cotas más altas cuando refiere que los clásicos
de la orquesta cubana han sido cantados por él en lengua wolof.