Frente
al Palacio Presidencial se había concentrado más de un millón de
cubanos aquel 26 de octubre de 1959.
Fidel llegó a las cuatro y dieciocho de la tarde, en un
helicóptero que sobrevoló esa zona de la ciudad y aterrizó
finalmente frente a la iglesia del Ángel, en un lateral del Palacio
Presidencial. Su llegada provocó el frenesí popular. Poco después,
salió a la terraza norte para presidir el acto que duró varias
horas, mientras el clamor popular reclamó insistentemente, sin
desmayo, ¡paredón!, en clara alusión a la necesidad de
endurecer el enfrentamiento a la contrarrevolución.
La indignación por el cobarde ataque aéreo de Díaz Lanz, las
acciones terroristas en curso y por la traición de Hubert Matos
movilizaban el fervor revolucionario. Los obreros proclamaron su
determinación de donar un día de su salario para financiar la compra
de armas con las cuales defender a la Revolución.
Esa noche la voz de Camilo y su discurso encendido, virtualmente
su testamento revolucionario, fue una contundente denuncia a la
traición.
La contrarrevolución y el propio Hubert Matos acudieron a las
insinuaciones o mentiras más inescrupulosas para crearle problemas a
la Revolución, acusándola de asesina. Lo verdaderamente insólito
radicaba en que construyeran el expediente de la criminalidad de los
revolucionarios cubanos, cuando todos, especialmente Hubert Matos,
sabían la escrupulosidad con que siempre se había actuado en el
trato a los prisioneros y en el respeto físico al enemigo vencido.
Esto explica por qué el Che denunciara ante el pueblo que, al amparo
de la libertad de prensa y expresión, ocurriera que la esposa de
Hubert Matos publicara una carta donde insinuaba que este iba a ser
asesinado en una celda:
(...) Nunca hemos matado ni un solo prisionero de guerra en los
momentos más difíciles. Ahora estamos acusados de intento de
asesinato en una celda, de intento de asesinato a quien podríamos
llevar al paredón por traidor a la Revolución.
Para Raúl, apenas se cerraba un capítulo de la película Los
Tres Mosqueteros: Díaz Lanz, Urrutia y Hubert Matos. Denunció
que mientras la contrarrevolución se hacía más agresiva y peligrosa,
el castigo judicial de los convictos de terrorismo y de subversión
era excesivamente lento. Sus palabras terminaron pidiéndole a Fidel
que recordara la demanda popular de "sacudir la mata", en una clara
referencia a la necesidad de depurar de contrarrevolucionarios y
timoratos las estructuras del gobierno.
Fidel anunció la creación de las Milicias Nacionales
Revolucionarias (MNR). Desde fecha bien temprana después del triunfo
Fidel había exteriorizado la determinación de acudir al
entrenamiento militar del pueblo, si era necesario, para defender a
la Revolución. En marzo de 1959, a partir de una iniciativa del
Círculo de Trabajadores de San Antonio de los Baños para nuclear en
pelotones de milicias a obreros, campesinos, estudiantes,
profesionales y amas de casa para custodiar centros de trabajo y
estudio y enfrentar la incipiente actividad contrarrevolucionaria,
la formación de embriones de lo que llegaría a ser las MNR se
extendió por toda la geografía nacional. A finales de agosto, en la
cueva de Santo Tomás, surgió el primer y emblemático pelotón de
milicias campesinas: Los Malagones. En realidad, eran doce
campesinos pinareños, a los que se les confió desarticular, después
de un rápido entrenamiento militar, a la banda del ex-cabo Luis Lara
Crespo, criminal batistiano condenado a muerte, y que se hallaba
prófugo de la justicia revolucionaria. Fidel les había dicho que, si
triunfaban, habría milicias en Cuba. En una veintena de días, la
banda de Lara era historia pasada.
La Revolución acudiría esa noche a la democracia directa y el
pueblo aprobaría endurecer la legalidad para defenderse frente a la
barbarie contrarrevolucionaria y la traición.
"Puesto que hay que defender la Patria de la agresión —diría
Fidel en su discurso—, puesto que nos están bombardeando, puesto que
nos quieren derrotar por el terror y por el hambre, no queda otra
alternativa que defender la Patria y nosotros somos hombres que
cumplimos el deber". (Tomado del libro Gobierno Revolucionario
Cubano, primeros pasos, de Luis M. Buch y Reinaldo Suárez)