Aunque
Gatos y liebres o Libro de las conciliaciones responde
al título de la poetisa Georgina Herrera, que fue presentado
recientemente en la Sala Villena, de la UNEAC, no hallamos en
ninguna de sus líneas la alusión directa de estos motivos: su
presencia está en un lenguaje con otras dimensiones.
A
este libro no hay que buscarle la poesía desde el título, nos dice
la autora de GH, Gentes y cosas y Gustadas sensaciones,
refiriéndose a esta nueva propuesta suya que publica Ediciones
Unión. Esta vez recrea un universo poético donde el rostro del amor,
los ancestros africanos, la humildad, la conciencia racial, la
familia, la autoestima... se conciertan convenientemente con el
maullido vital de los que "amando a gritos guardan luz para la
noche" y de los que emprenden saltos para encontrarse mejor a sí
mismos.
Al decir de Herrera, esta coincidencia amistosa es el primordial
objetivo, porque intenta ser "el libro de las conciliaciones" y
quiere ver en él a un mismo tiempo gatos y liebres sin que se
acentúe, amén del refrán, la menor confusión, es decir, que
absolutamente para todos y sin engaños, sobra espacio.
Como la reconoció su presentador, el ensayista Roberto Zurbano,
Georgina es una de las voces más finas y auténticas de su
generación, sobre todo en la representación de la mujer negra desde
su realidad, que en esta ocasión se atreve a reflexionar sobre sí
misma de una forma más consciente.
Valiéndose de apelaciones a otras mujeres de simbólica esencia
como Penélope, Cecilia, Scheherazade y Ana Fidelia, se enjuicia y
aprovecha el encuentro para vindicar una vez más al género propio y
asentarle poéticas y contundentes revelaciones.
En otro ímpetu eleva su voz hasta Darío, a quien inquiere con la
pregunta ¿Qué tendrán las princesas de hoy que son distintas?, y sin
esperar respuesta asegura: Son mujeres por sobre todo lo demás y al
parecer les gusta.
La extraordinaria modestia que emana de su personalidad y su
poesía congenia sin adversidad alguna con la autoafirmación femenina
que también la distingue. Hacer coincidir la G inicial de su nombre
con la primera letra de cada uno de sus poemarios, más que un
empeño, es una manera de protagonizarlos aún desde la más honesta
sencillez.
Nacida en 1936, el 23 de abril, fecha también alusiva a otros
grandes de las letras, emerge esta voz lírica que con increíble
vigor se concilia con gatos, liebres y fuerzas vitales contrarias
pero en armonía desde "esa distancia insalvable que es el tiempo" y
saldando a su manera deudas antiguas.
Georgina nos regaló desde su voz, algunos de sus poemas
preferidos: El tigre y yo, durmiendo juntos, La dama de
Nigeria y Supe cuando fui feliz. En la recitación se
palpa la fuerza plena de su realización personal, de su alegría por
la fiesta de esta publicación, que según dijo a esta reportera la
hacía muy feliz porque para ella "saber que se comunica con la gente
que la lee es su mayor fortuna".