Hombres puede haber traidores, pero no pueblos

En la madrugada del 21 de octubre de 1959, el capitán Jorge Enrique Mendoza, delegado provincial del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en Camagüey, se comunicó telefónicamente con el Comandante en Jefe Fidel Castro y le explicó que era del conocimiento público la renuncia de Hubert Matos, jefe militar en ese territorio, y que observaba un estado de complicidad con él entre varios dirigentes estudiantiles y sindicales.

Camilo, a su llegada a Camagüey, para arrestar a Hubert Matos.

Con todos los antecedentes, Fidel se percató de que estaba en curso una maniobra contrarrevolucionaria, y decidió actuar enérgicamente. Impartió la orden de ocupar la jefatura de la Policía Nacional Revolucionaria en Camagüey y establecer con sus efectivos y oficiales una base revolucionaria desde la cual contrarrestar cualquier maniobra de Hubert Matos y los complotados. A esa hora, se ignoraba cuáles eran los planes operativos de estos y si pensaban recurrir a medidas de fuerza. La resolución era no darles tiempo, ahogar la sedición en sus comienzos.

La orden fue cumplida en poco tiempo. Por disposición de Fidel también se logró sumar a las fuerzas leales a la Revolución a la segunda estación de la Policía Nacional Revolucionaria y al batallón de Fuerzas Tácticas del Ejército Rebelde, que se hallaba en su cuartel de las afueras de la ciudad, al mando del capitán Arnaldo Pernas. Cada paso era informado inmediatamente por teléfono a Fidel, quien en La Habana determinaba, con los comandantes Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y otros oficiales rebeldes, las medidas subsiguientes. Fidel decidió que Camilo viajara a Camagüey al frente de la compañía de Seguridad del Estado Mayor del Ejército Rebelde, a conjurar la traición.

Fidel, Camilo y Jorge Enrique Mendoza, entre otros, desde el balcón de la jefatura del distrito militar.

Según avanzó la madrugada del miércoles 21 de octubre, Fidel impartió nuevas órdenes a Mendoza en Camagüey. En previsión de lo peor, dispuso que las fuerzas leales tomaran las estaciones de radio, la cárcel, la emisora de televisión, la central telefónica, la planta eléctrica, el aeropuerto, el hospital y la droguería Álvarez Fuentes. Cumplidas estas misiones, aún de madrugada, Mendoza recibió la orden de ocupar el periódico de la provincia, Adelante, y una estación de radio que tuviera alcance provincial y que permitiera su defensa frente a un eventual ataque de los hombres fieles a Hubert Matos. Desde esta, al amanecer, debía denunciarse la sutil maniobra contrarrevolucionaria en curso.

La apreciación de Mendoza de que la renuncia de Hubert Matos era del dominio público y formaba parte de una conjura contrarrevolucionaria quedó corroborada cuando fue ocupado el periódico Adelante. Había, listas ya para su publicación, dos notas que daban cuenta de adhesiones a Hubert Matos.

En la columna que escribía el politiquero Faustino Miró Martínez iba a aparecer una nota que afirmaba que la ¿noticia? de la renuncia de Hubert Matos causó conmoción a la ciudadanía, viéndose rostros tristes y confesiones de adhesión al gran líder de la Columna 9 Antonio Guiteras, porque sus dolores y alegrías se vierten emocionalmente en el pueblo que lo admira y lo estima como algo suyo.

Firmada por siete dirigentes estudiantiles, en nombre de la Federación de Estudiantes Secundarios de Camagüey, fue ocupada una nota en la que se decía que teniendo conocimiento por la prensa de la renuncia (de Hubert Matos), nos mantenemos expectantes en estos momentos, y esperamos las noticias oficiales del Gobierno Revolucionario. A la vez citaban a una urgente Asamblea General para las ocho de la noche. Debían concurrir (que no falte uno solo) los alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza, la Escuela Normal para Maestros, la Escuela de Comercio, la Escuela Normal de Kindergarten y la Escuela del Hogar, Artes y Oficios.

Esto probaba, inequívocamente, que la carta no era privada y que se estaba produciendo una movilización política y social a favor de Hubert Matos, antes de hacerse pública su renuncia.

Mendoza, y unos pocos soldados rebeldes fuertemente armados se posesionaron de Radio Legendario, en la calle República. Al amanecer, tras poner en cadena todas las emisoras de la ciudad, desplegaron una ininterrumpida labor de denuncia pública de la maniobra contrarrevolucionaria. En el distrito militar Ignacio Agramonte, Hubert Matos debió haberse sorprendido con la inesperada denuncia pública en lugar de los pronunciamientos de adhesión que esperaba. A esa hora, estaba llegando a Camagüey por vía aérea el comandante Camilo Cienfuegos y una reducida escolta de tres miembros.

Al llegar, Camilo se trasladó a la jefatura de la Policía Nacional Revolucionaria, en la calle Avellaneda, conversó por teléfono con Fidel y sin esperar por la compañía de Seguridad del Estado Mayor, aún en el aire, acompañado por escasos hombres, se dirigió al distrito militar Ignacio Agramonte.

El traidor inocente

Al llegar al distrito militar Ignacio Agramonte, Camilo no encontró resistencia. Al ser informado en la jefatura de que Hubert Matos se hallaba en su residencia, Camilo solamente acompañado por el jefe de su escolta, fue por él, le entregó la respuesta de Fidel, le comunicó que asumía el mando militar de la provincia y que a partir de ese instante quedaba arrestado. Fueron para la jefatura y en presencia de oficiales, tanto complotados como leales a la Revolución, Hubert Matos y Camilo sostuvieron una discusión en la cual aquel, haciendo el papel de víctima y llorando, quiso negar el acto de su traición.

Fidel es acompañado por el pueblo en el recorrido por las calles camagüeyanas.

Mientras, aproximadamente a las nueve y treinta de la mañana, llegó Fidel a Camagüey. Nadie lo esperaba. Rápidamente fue al centro de la ciudad. A pie, al frente de una multitud creciente partió al encuentro de Mendoza en el local de Radio Legendario, en las calles República y Finlay, para que el pueblo quedara convocado al edificio del INRA, en la calle San Pablo, esquina a Gonzalo de Quesada.

Era escaso el espacio para albergar a la multitud, que iba creciendo en la medida en que Mendoza y Orestes Valera incitaban por radio a reunirse con Fidel. Allá llegó Camilo, y Fidel tras informarse de la extrema gravedad de la situación política en el regimiento, ya bajo control, por el alto nivel de confusión reinante, dispuso partir hacia allá, a pie, sin armas, acompañado por Camilo y el pueblo.

Casi al mediodía, desde el balcón de la jefatura del distrito militar Ignacio Agramonte, Fidel, Camilo y Mendoza informaron al pueblo de Camagüey y a los soldados del Ejército Rebelde, concentrados en la explanada, de los pormenores de la traición.

El Comandante en Jefe denunció el complot reaccionario y ofreció detalles acerca de la conducta y propósitos del traidor. Allí mismo dio respuesta pública a una carta que este le había dirigido, con la intención de justificar su actitud y desviar la atención de sus verdaderos propósitos. Fidel expresó que "hombres puede haber traidores, pero no pueblos".

Después de la concentración, a media tarde, Fidel emprendió el regreso a la capital. En Camagüey quedó Camilo, encargado de depurar responsabilidades, reestructurar los mandos militares y civiles, y seguir esclareciendo los acontecimientos.

Díaz Lanz ataca

Fidel había llegado de Camagüey. Cuando iba por Malecón rumbo al Palacio Presidencial se produjo el hecho. Se detuvo frente al parque Maceo. Ya allí, caía la lluvia de octavillas (en otras partes lanzaron metralla y hubo 47 víctimas). Conversó con algunos periodistas y continuó su camino hacia su destinación.

Mientras, un ayudante del presidente fue a avisarles a Dorticós y a Raúl del regreso de Fidel. Cuando llegaron, Fidel hizo un relato pormenorizado de los acontecimientos de Camagüey, tras lo cual intercambiaron criterios.

A esa hora había preguntas si estaban interconectados los dos actos: la conspiración de Hubert Matos y el bombardeo y ametrallamiento de La Habana; el hecho de que hayan coincidido, ¿era mera casualidad?. Era elemental que una absurda y criminal acción piratesca contra la capital de la República, sin otro propósito que provocar pánico y alarma en la ciudadanía, iba a producir una enorme indignación popular, incrementada al conocerse que el cabecilla de los pilotos atacantes era el desertor y traidor Pedro Luis Díaz Lanz.

Su crédito en el pueblo no podía ser peor después de prestarse a declarar en las audiencias de un subcomité senatorial de los Estados Unidos. La apreciación de Fidel era que Hubert Matos tenía informado a Díaz Lanz de sus planes, y este, creyendo apoyarlo, produjo la vandálica acción totalmente desafortunada para la causa sediciosa. Pero sobre lo que entonces no hubo dudas, y hoy las hay menos, es de que ambos estaban de consortes en los propósitos de frenar a la Revolución.

Como respuesta a las agresiones aéreas desde el exterior y para consolidar el respaldo popular a la Revolución tras ser derrotada la maniobra contrarrevolucionaria de Hubert Matos, se decidió convocar al pueblo a una concentración frente al Palacio Presidencial, para el 26 de octubre.

(Tomado de los libros Gobierno Revolucionario Cubano, primeros pasos, de Luis M. Buch y Reinaldo Suárez, y Camilo, Señor de la Vanguardia, de William Gálvez)

Granma reproducirá en la edición de mañana fragmentos de importantes discursos de esa concentración.

 

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