José Martí en el presidio político
*Jorge
Juan Lozano Ros
Una
vuelta en torno al Sol había realizado la Tierra desde el instante
en que, en el ingenio La Demajagua, se declaró libre a la patria
cubana y a los negros esclavos. Era octubre de 1869 y la represión
paramilitar del Cuerpo de Voluntarios se acrecentaba en La Habana.
En la noche del día 4 los uniformados detuvieron en su hogar a
los hermanos Eusebio y Fermín Valdés Domínguez. Una carta encontrada
en el registro de aquella morada condujo a los colonialistas hasta
José Martí, quien fue capturado el día 21 en su propia casa de San
Rafael entre Amistad e Industria.
En la explanada de La Punta se erigía un macizo edificio de dos
plantas que albergaba a la Cárcel Nacional y al Presidio
Departamental. En un consejo de guerra ordinario celebrado en ese
lugar el 4 de marzo de 1870, fueron los jóvenes condenados por
infidencia: Martí, a la pena de seis años de trabajos forzados en
canteras; Fermín, a seis meses de arresto mayor, y su hermano
Eusebio a la deportación a España.
Exactamente un mes después, el 4 de abril, a Martí le raparon el
cabello, le coronaron la cabeza con un negro sombrero, le vistieron
con el burdo uniforme del presidio, le fijaron un grillete en el
tobillo de la pierna derecha y le ciñeron la cintura con una cadena.
Pero sus alas no pudieron ser doblegadas. Así lo convirtieron en el
preso número 113 de la Primera Brigada de Blancos, puesto que hasta
en prisión la división del racismo continuaba.
Del edificio solo se conservan hoy la capilla y cuatro celdas
bartolinas en el centro del parque situado en Prado entre Cárcel y
San Lázaro. En 1941 se decidió instalar allí una fuente de mármol
cuya escultura, obra de Rita Longa, evoca a la madre patria en
abrazo con sus hijos.
LA ESCUELA DEL MARTIRIO
Cada día, al amanecer y al atardecer, un ruido sordo y continuado
quiebra la quietud de la Calle Ancha del Norte en La Habana. El
arrastrar de los grilletes se confunde con el entrechocar de las
cadenas y el lamento de los presos, cansados, adoloridos o enfermos,
en su transitar por la calle ya conocida como San Lázaro, pues
desembocaba ante el hospital de leprosos. El mismo nombre también lo
recibían las Canteras del Presidio, ubicadas entre el Cementerio
Espada y la Batería de Santa Clara.
Allí la vergüenza cotidiana del trabajo forzado se dirigía a
arrancar la piedra necesaria para la pavimentación urbana y la
obtención de cal. Los presos políticos trabajaban todos agrupados en
La Criolla, primera sección de la cantera.
La memoria estremecida de nuestro Apóstol recordaría después:
"Dolor infinito¼ El más rudo, el más
devastador de los dolores, el que mata la inteligencia y seca el
alma y deja en ella huellas que no se borrarán jamás¼
Dante no estuvo en el presidio¼
¡Horrorosa, terrible, desgarradora nada! ¼
La fraternidad de la desgracia es la fraternidad más rápida". El
prójimo doliente se le presenta en el niño Lino Figueredo, en el
viejo Nicolás del Castillo, en el negro loco Juan de Dios Socarrás.
Durante cinco largos meses, entre abril y agosto de 1870, José
Martí permaneció diariamente doce horas bajo el sol realizando las
más duras faenas junto a sus compañeros de prisión. De la escuela
donde aprendía letras y ciencias había pasado el excelente
estudiante a la escuela del martirio.
*Historiador, profesor y asesor de la Oficina del Programa
Martiano. |