La
compra-venta de talentos deportivos entre naciones hiere la
autoestima de los pueblos de los países pobres (eufemísticamente
considerados "en vías de desarrollo"), pero es parte de un crimen
mucho más grave y hondo que además incluye la fuga de cerebros, el
robo del patrimonio artístico y cultural, el intercambio desigual,
la integración asimétrica, la emigración por motivos económicos y
tantas otras formas del saqueo imperial.
En el reciente Campeonato Mundial de Atletismo en Berlín, se pudo
constatar, una vez más, el gran número de atletas triunfadores en
las competencias que son nativos de naciones pobres del Sur, pero
representan a ricos países del Norte.
La globalización de los medios de divulgación que caracteriza a
estos tiempos, propicia la difusión en los países del Tercer Mundo
de los estilos de vida y las pautas de consumo de los países ricos,
lo que a su vez provoca una "universalización de las aspiraciones",
factor promotor de una emigración en busca de espacios que le
permitan acceder a las condiciones de vida presuntamente ideales.
Como esta oferta migratoria es formalmente rechazada por los
países receptores pese a su discurso en favor del librecambismo, se
abarata la oferta de mano de obra tercermundista y ello permite a
los países ricos practicar políticas migratorias selectivas.
El sarcástico apotegma de que "el dinero no hace el talento, sino
que lo compra hecho", se manifiesta como triste realidad en el
drenaje de deportistas, fenómeno que comenzó a hacerse notorio por
los evidentes perjuicios que representa para los países pobres a
partir de la década de los 50 del siglo pasado. Talentos deportivos
que mediante un enorme esfuerzo económico forman las naciones pobres
se frustran para sus pueblos, cuando son captados por las naciones
opulentas.
Aunque se pretenda presentarlo como un fenómeno lógico,
determinado por las ansias de movilidad ascendente de los jóvenes
deportistas de los países del Sur que no hallan respuesta en los
marcos de sus propias sociedades, es imposible dejar de tomar en
cuenta otros factores que lo condicionan, como son las políticas de
atracción que diseñan los países industrializados.
Los programas ejecutados por algunos gobiernos de África, América
Latina y el Caribe para contrarrestar la captación de talentos
deportivos y frenar el éxodo de atletas no han podido modificar el
comportamiento del fenómeno, que se agrava sin cesar.
Cuba ha sido capaz de construir una coraza contra los embates de
Washington en el campo del deporte. Para ello ha contado con el
patriotismo y la identificación de la vasta mayoría de los cubanos
con el programa de la Revolución socialista. Pero el hecho de que la
Isla haya optado por salvaguardar a ultranza los principios del
deporte aficionado y no los del profesionalismo mercantilista, ha
sido aprovechado por su poderoso enemigo para atacarla apelando a
los instintos primarios que fundamentan el capitalismo.
Desde que, en 1959, a poco del triunfo de la Revolución cubana,
la Isla prohibió toda forma de mercantilización en el deporte, la
compra de atletas y entrenadores se convirtió en instrumento de la
contrarrevolución. En la medida que la Isla comenzó a cosechar
lauros deportivos que la convirtieron en el país de mayor desarrollo
en este campo en América Latina, se incrementó la presión para la
captación de atletas y se perfeccionaron los mecanismos para ello.
Miles han sido los deportistas cubanos (atletas, entrenadores,
directivos) que han rechazado con firmeza las ofertas enemigas de
reclutamiento, casi siempre involucrando cantidades de dinero muy
superiores a las que ofertarían a sus similares de otros países,
junto a los extraordinarios privilegios que otorga la Ley de Ajuste
Cubano estadounidense a inmigrantes ilegales de esa nacionalidad.
Pero solo cuando logran captar a alguno el hecho es reflejado en la
prensa de todo el mundo como parte de una campaña difamatoria que
es, seguramente, la más larga e intensa contra cualquier país en la
historia de la Humanidad.
Cuando a inicios de la última década del pasado siglo Cuba se vio
obligada a implantar una serie de medidas económicas de corte
mercantil para hacer frente a la crisis económica provocada por el
derrumbe de la Unión Soviética y el grupo de países socialistas
europeos que mediante la práctica de un intercambio comercial justo
ayudaban a la Isla a enfrentar el bloqueo de Estados Unidos, toda la
sociedad cubana se vio afectada por la irrupción de esos elementos
de capitalismo. Ello estimuló una intensificación de las ofertas de
contratación de los deportistas aficionados cubanos cuya sinceridad
de su apoyo al proyecto socialista ha sido puesta a prueba
reiteradamente y, con tristes excepciones, han confirmado.
Para aquilatar debidamente el mérito de la política cubana en el
deporte hay que considerar que sus avances se han logrado en medio
de un desigual enfrentamiento entre la voluntad de un país pequeño y
pobre por desarrollar un proyecto propio de construcción de una
sociedad socialista y el irracional empeño de la metrópoli imperial
por impedirlo.