La vergonzosa historia de la OEA (III y final)
El fin del Ministerio de Colonias de Estados
Unidos. La OEA debe ser desmantelada como la única opción liberadora
de hoy
Oscar
Sánchez Serra
oscar.ss@granma.cip.cu
El 2 de septiembre de 1960, tras consagrarse la conjura de la OEA
contra Cuba, en San José, el Comandante en Jefe convocó al pueblo de
Cuba en Magna Asamblea General, celebrada en la Plaza de la
Revolución José Martí y dio lectura a la histórica proclama conocida
como Primera Declaración de La Habana, en cuyo octavo y último
párrafo dispositivo, definía:
Cumpliendo
un reclamo del pueblo, Fidel rompe la bochornosa declaración de San
José. Cuba dejaba firme su posición frente a la OEA.
[...] La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba reafirma su
fe en que la América Latina marchará pronto, unida y vencedora,
libre de las ataduras que convierten sus economías en riqueza
enajenada al imperialismo norteamericano y que le impiden hacer oír
su verdadera voz en las reuniones donde cancilleres domesticados,
hacen de coro infamante al amo despótico. Ratifica, por ello, su
decisión de trabajar por ese común destino latinoamericano que
permitirá a nuestros países edificar una solidaridad verdadera,
asentada en la libre voluntad de cada uno de ellos y en las
aspiraciones conjuntas de todos. En la lucha por esa América Latina
liberada, frente a las voces obedientes de quienes usurpan su
representación oficial, surge ahora, con potencia invencible, la voz
genuina de los pueblos, voz que se abre paso desde las entrañas de
sus minas de carbón y de estaño, desde sus fábricas y centrales
azucareros, desde sus tierras enfeudadas, donde rotos, cholos,
gauchos, jíbaros, herederos de Zapata y de Sandino, empuñan las
armas de su libertad, voz que resuena en sus poetas y en sus
novelistas, en sus estudiantes, en sus mujeres y en sus niños, en
sus ancianos desvelados. A esa voz hermana, la Asamblea General
Nacional del Pueblo de Cuba le responde: ¡Presente! Cuba no fallará.
Aquí está hoy Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el
mundo, como un compromiso histórico, su dilema irrenunciable: Patria
o Muerte.
En medio de los aplausos y la aprobación de más de un millón de
brazos, Fidel expresó: [...] Ahora falta algo. Y con la Declaración
de San José, ¿qué hacemos? El pueblo coreó: ¡La rompemos!, ¡La
rompemos! Tomó en sus manos aquella bochornosa Declaración y la
rompió ante la multitud. Quedaban claras las cosas entre Cuba y la
OEA. Las palabras finales de la Declaración de la Habana eran la
premonición de lo que iba a ocurrir casi medio siglo después, al
asistir la Revolución cubana a los últimos estertores de la
organización que se prestó para la sucia tarea de sepulturero
imperial.
TERAPIA CONTRA EL DESPRESTIGIO
Desprestigiada y devaluada, en pleno ocaso del imperio, encontró
su salvación en una iniciativa del presidente William Clinton, quien
en 1994 propuso las reuniones cumbres con todos los jefes de Estado
y Gobierno del hemisferio, cuya organización, conducción y
seguimiento confió a la Organización de Estados Americanos, con el
fin de rescatarla de la inopia en que había caído.
Tras la IV Cumbre de las Américas (Mar del Plata-2004), donde
quedó enterrada el Área de Libre Comercio para las Américas, la OEA
recibía otra bofetada que iría a engrosar su nefasto legado. Luego,
su silencio frente a la incursión colombiana en Ecuador del 1ro. de
marzo del 2008, también la sacudió y como otras tantas veces, el
gobierno yanki amparó el hecho, mientras el Grupo de Río respondió
por la depauperada y vieja dama, dejándola para siempre sin voz.
Durante la V Cumbre, en Puerto España, Trinidad y Tobago, en
abril pasado, la OEA tampoco supo estar a la altura de las
circunstancias en los hechos que condujeron a la masacre de
campesinos en Pando, Bolivia, en septiembre del 2008. Fue la joven
UNASUR la nueva voz vigorosa que vindicó los derechos de los
ignorados de siempre. Una vez más calló aquella que el agudo
Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, calificara como
"Ministerio de Colonias" de Estados Unidos.
Ante una realidad que ya le es ajena, la OEA se vio de frente a
la sólida posición de los países de la región por la injusta
exclusión de Cuba de la cita trinitaria. Ni ella ni su secretario
general, el chileno José Miguel Insulza, pudieron evitar que el
cuestionamiento a la política norteamericana hacia la isla fuera el
gran protagonista. Insulza, había alertado Fidel, no tenía
conciencia de que [...] El tren ha pasado hace rato, y él no se ha
enterado todavía¼
Lo ocurrido allí demostró a los estadounidenses (acostumbrados a
no aprender de los fracasos) que América Latina y el Caribe vive una
realidad bien distinta a la de 1960 y 1962 en la que la región
fungía como dócil escenario. La OEA y su portavoz, Insulza, no lo
comprendieron, y repitieron la vieja práctica de hablar en nombre
del amo: "EE.UU. tiene la voluntad de hablar con ellos (Venezuela y
Bolivia). Pero debe ser un diálogo sin condiciones. Muchos de los
problemas surgieron porque se elevaron condiciones. Y eso es cierto
tanto en el caso de Cuba como con los otros". Así volvía sus pasos
sobre lo que ha sido el corazón de la conflictiva relación entre
Estados Unidos y la región, Cuba incluida: un diálogo con
condiciones impuestas desde Washington.
La OEA impuso la doble moral, la corrupción política y
administrativa, hizo ingobernables las democracias, las convirtió en
dictaduras y cuando no les sirvieron más, las reconvirtió en
democracias más menguadas y lacayunas aún, pues en la nueva era
neoliberal, con los capitales oligárquicos transnacionalizados,
estas eran parte de un entramado de poder mucho más sofisticado,
cuyos hilos no radicaban necesariamente en las Casas de Gobierno o
en los Parlamentos, sino en las corporaciones del continente.
SANGRE POR TODOS SUS POROS
Washington y la OEA fueron coherentes con su tenebroso pasado
cuando percibieron las primeras amenazas.
La organización que había favorecido el golpe de Estado de 1952
en Cuba, la que fue tan vaga frente a la acción militar contra el
gobierno constitucional de Jacobo Árbenz en Guatemala; la que
respaldó al sátrapa Anastasio Somoza y en 1961 no condenó la
invasión mercenaria a Cuba, mientras eludía toda crítica al golpe de
Estado contra el presidente electo de Ecuador Velazco Ibarra, seguía
siendo exactamente la misma que auspiciaba con su indulgencia la
invasión militar a República Dominicana en 1965 y el envío de boinas
verdes y armas a Guatemala en 1966, y a Bolivia en 1967, en tanto
aplaudía las graduaciones de cientos de torturadores y represores en
la Escuela de las Américas del Canal de Panamá.
Contempló los golpes de Estado patrocinados por el gobierno de
Estados Unidos en Uruguay, Argentina y Chile. Calló ante la muerte
de Salvador Allende, ante el asesinato y desaparición forzosa de
decenas de miles de sudamericanos durante la tenebrosa Operación
Cóndor. No promovió la paz en Centroamérica durante los años
ochenta, en un conflicto que cobró cerca de cien mil vidas humanas.
No respaldó las investigaciones para esclarecer la sospechosa muerte
del general Torrijos en Panamá, ni sus embajadores dejaron de tomar
café cuando las ingloriosas invasiones a Granada, en 1983, y a la
propia Panamá, en 1989.
Brindó respaldo a Pedro "El Breve", durante las difíciles
jornadas que vivió Venezuela en abril del 2002, tras la intentona
golpista, vencida por la ejemplar respuesta del pueblo que rescató a
su Presidente. Esa actitud evidenció hasta dónde era capaz de llegar
su hipocresía y alineación con el poder imperial, al no aceptar el
carácter genuino del proceso bolivariano venezolano, que le había
dado una lección justo allí donde más le dolía, sometiéndose como
ningún otro gobierno al escrutinio de sus electores y salir
victorioso.
Al empeñarse la OEA en cuestionar la legitimidad democrática de
las elecciones en aras de favorecer la política estadounidense de
derrocar la revolución bolivariana, puso al desnudo toda la
inmoralidad de la famosa Carta Democrática.
Solo faltaba a este podrido historial el caso particular de
Bolivia, con abundantes y claras evidencias del comprometimiento de
EE.UU. en una guerra sucia para derrocar a Evo Morales, el primer
presidente indígena de América. A la OEA y al señor Insulza les
sobró ¿pudor? para evitar llamar las cosas por su nombre (golpe de
Estado, por ejemplo) y prefirieron indicar con lenguaje arlequinesco
que [...] en Bolivia se ha llegado a un punto en que o se acuerda un
inmediato cese de las hostilidades y se pasa a la negociación, o la
situación se pondrá muy difícil [...]. En su complicidad por
omisión, la OEA ignoró las suficientes evidencias de que la DEA y la
CIA estaban detrás de los planes de magnicidio en Bolivia.
ENTERRAR EL PESTILENTE CADÁVER
Hay demasiado comprometimiento con la muerte, el genocidio y la
mentira para que la OEA sobreviva a estos tiempos. Es un cadáver
político. Sin embargo, no faltan quienes en un afán de resucitar al
muerto, buscan enmendarlo por la vía de "perdonarle la vida a Cuba".
La realidad es que sin la OEA, los Estados Unidos perderían uno de
sus principales instrumentos político-jurídicos de control
hegemónico sobre el hemisferio occidental.
Desmantelarla y fundar una nueva organización de países
latinoamericanos y caribeños, sin EE.UU., sería la única manera para
que América Latina y el Caribe puedan determinar su destino sin
poner en peligro su identidad y avance realmente hacia una gran
patria unida, que Martí y Bolívar indicaron como meta histórica.
En cuanto a Cuba, no necesita de la OEA. No la quiere ni
reformada. Nunca retornaremos a ese vetusto caserón de Washington,
testigo de tantas vergüenzas compradas y tantas humillaciones. Raúl
lo expresó con palabras de Martí: Antes de ingresar a la OEA,
primero se unirá el Mar del Norte con el Mar del Sur y nacerá una
serpiente de un huevo de águila.
La vergonzosa historia de la OEA (I)
La vergonzosa historia de la OEA (II) |