LAS TUNAS.— Atraídas por el suceso, llamado a elevar la cultura
jurídica y la conciencia de la población, numerosas personas se
aproximan al céntrico parque Vicente García González, donde, en
proceso excepcional, el tribunal municipal desarrolla un acto de
comparecencia pública en torno al estado peligroso por conducta
antisocial de un ciudadano proclive a la práctica del tráfico ilegal
de divisas y al expendio de productos procedentes de las tiendas
recaudadoras.
Conforme a los requerimientos técnicos para esos procesos, el
acusado tiene la posibilidad de hablar, aceptar o negar los cargos
que se le imputan, la fiscalía expone razones y argumentos, la
defensa interviene, los jueces deliberan y dictan sentencia...
A pesar de realizarse en un área abierta, cada paso transcurre en
medio de un profundo silencio. Los rostros no mienten. Nadie (ni
siquiera los especialistas llamados a hacer justicia) se complace
con la sesión. Gustavo, el encausado, lo sabe. Tal vez por eso,
parte del tiempo permanece con la vista en declive, quizás huyendo
de esas miradas de pueblo donde se mezclan rechazo a actitudes
impropias y preocupación, cuando son jóvenes los "tristes
protagonistas" de tales deformaciones.
Ojalá el malestar que refleja su semblante sea vergüenza,
arrepentimiento, gratitud ante la diestra defensa por parte del
abogado, asunción de la honestidad con que se expresó el presidente
del tribunal, reconocimiento de la nobleza con que varias veces fue
advertido y llamado a cambiar su desviada postura por parte de
vecinos, autoridades del orden interior, miembros del grupo de
trabajo comunitario...
Lógico sería que, tras varios años sin trabajar, ni aportarle a
la sociedad en correspondencia con todo lo que de ella recibe, su
reciente vínculo con la actividad laboral le haya dejado la
enseñanza que debieran conocer quienes tienden a ejercer, o
practican, la venta ilícita de divisas, la estafa a personas
ingenuas, el acaparamiento de productos rebajados, la reventa a
precios lucrativos y otras fechorías de las cuales el tribunal
municipal tunero se propone salvar a Gustavo, mediante un periodo de
reeducación (medida de seguridad predelictiva por tres años) en uno
de los establecimientos especializados de trabajo con que cuenta el
Ministerio del Interior en el territorio.
Ojalá la repercusión de este y de otros casos evaluados por su
índice de peligrosidad, sirva para que todos ("torcidos y rectos",
familia y comunidad, instituciones y sociedad), saquemos la
conclusión que nos lleve a ser más preventivos e intransigentes ante
lo mal hecho y mejores en lo que a cada quien corresponde hacer.