GINEBRA,.— Los países de todos los niveles de desarrollo 
			económico están preocupados por el impacto de la crisis financiera 
			en la salud. Si continúa aumentando el desempleo, si fallan las 
			redes de protección social, si se erosionan los ahorros y los fondos 
			de pensiones y si caen los gastos públicos, es inevitable que la 
			salud de la gente sufra.
			El impacto es directo cuando el estrés causa un aumento de las 
			enfermedades mentales y en el uso del tabaco, el alcohol y otras 
			sustancias dañinas. Y todo empeora cuando los servicios sanitarios 
			no pueden mantener los cuidados que necesitan los enfermos.
			Esta predicción se basa en lo que ha sucedido en pasadas 
			recesiones, la mayoría de las cuales han sido menos hondas y más 
			breves que la que ahora estamos enfrentando.
			En pasadas recesiones, la ayuda al desarrollo fue cortada 
			precisamente cuando más se necesitaba. Esto no debe suceder de 
			nuevo. No podemos sacrificar los avances logrados en relación con la 
			salud de los niños y las mujeres, en la lucha contra el SIDA, la 
			tuberculosis y la malaria, y en la construcción de buenos sistemas 
			sanitarios. No se puede tolerar que la crisis financiera socave 
			nuestra búsqueda de concreción de los Objetivos de Desarrollo del 
			Milenio (ODM).
			En tiempos de crisis económica, la gente tiende a privarse de 
			servicios médicos privados y a recurrir a los financiados 
			públicamente. Esto ocurre en tiempos en los que los sistemas de 
			salud pública de muchos países, tanto desarrollados como en 
			desarrollo, están ya en situación económica comprometida y 
			desfinanciados.
			En muchas naciones de bajos ingresos, más del 60% del gasto en 
			servicios médicos es privado, mayormente en la forma de pagos en 
			efectivo. La crisis económica incrementa el riesgo de que las 
			personas descuiden el cuidado de su salud y la prevención. Una caída 
			del cuidado preventivo es particularmente inquietante en tiempos en 
			los que el envejecimiento demográfico y un aumento de las 
			enfermedades crónicas constituyen tendencias globales.
			Sabemos, además, que las mujeres y los niños están entre los 
			primeros en ser afectados por los efectos de las recesiones. 
			Asimismo, recientes tendencias en el comercio internacional han 
			dejado a muchos países con poca autosuficiencia en la producción de 
			alimentos de primera necesidad.
			La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostuvo recientemente 
			una consulta de alto nivel que reunió a los delegados de los países 
			que la integran, expertos de todo el mundo, representantes de 
			agencias donantes y de la sociedad civil. Cinco áreas de acción 
			surgieron de la discusión:
			Primero, los líderes del sector de la salud deben denunciar los 
			problemas de modo inequívoco y sobre la base de pruebas firmes. Las 
			instituciones regionales pueden ser una poderosa fuerza para hacer 
			que las naciones intercambien información en un ambiente rápidamente 
			cambiante. La necesidad de salvaguardar los progresos obtenidos en 
			la salud y de asegurar que los donantes mantengan sus promesas debe 
			convertirse en un tema central en todas las reuniones 
			internacionales.
			La planificación de contingencia debe basarse en información de 
			alta calidad. El impacto de la crisis variará de país a país. Los 
			sistemas de advertencia precoz requieren de la colaboración entre 
			organizaciones con especialidades complementarias, por ejemplo con 
			economistas que trabajen junto con expertos sanitarios y con la OMC, 
			que monitoreen los aportes financieros de los gobiernos y de los 
			donantes y que observen cuidadosamente si hay signos de deterioro de 
			la atención sanitaria. 
			En aquellos países que estén en condiciones de permitírselo, el 
			sostenimiento de los gastos públicos a fin de combatir la recesión 
			puede revivir las economías. La ayuda dará un impulso a la economía 
			de muchos países de bajos ingresos. El desafío es el de asegurar que 
			los gastos ayuden genuinamente a los pobres y tengan efectos 
			positivos en la salud de la población.
			Es indispensable que no disminuya el cuidado primario de la salud 
			en tiempos de crisis financiera. El cuidado primario subraya la 
			importancia de la equidad, de la solidaridad y de la atención 
			prioritaria a la maternidad y a la niñez. Está orientado hacia la 
			cobertura universal y a la acción mancomunada ante los riesgos. 
			Asimismo, reconoce que la buena salud depende del acceso al agua 
			potable, el saneamiento, la educación, los alimentos nutritivos y 
			otros factores, no solo de los servicios sanitarios.
			Por último, la crisis financiera requiere que la comunidad 
			sanitaria internacional se haga algunas preguntas fundamentales 
			sobre el modo en el que llevamos adelante la actividad. No podemos 
			permitirnos la duplicación entre diferentes organismos. Debemos 
			insistir en la utilización de modos coordinados de trabajo que 
			aseguren la máxima sinergia entre los programas de sanidad. 
			La crisis debe ser vista como un acicate para la reforma del 
			sistema de la ONU de ayuda al desarrollo y no como un freno. Esta 
			crisis plantea un enorme desafío a la salud global. Pero también 
			ofrece oportunidades que no podemos dejar pasar para poner los 
			cimientos de un sistema sanitario más equitativo y eficaz en un 
			futuro cercano a lo largo y ancho del mundo. (IPS)