NUEVA 
			YORK.— Muchos defensores de los derechos humanos aplaudieron al 
			presidente de Estados Unidos, Barack Obama, por ordenar el próximo 
			cierre de la cárcel en (NR: la ilegal) base naval de 
			Guantánamo, Cuba. Muchos otros preguntaron entonces qué pasaría con 
			la de Bagram, en Afganistán. 
			Abogados del Departamento de Justicia (fiscalía general) de Obama 
			respondieron esa interrogante la semana pasada en tribunales 
			federales: el poder ejecutivo asumirá la misma posición que durante 
			la presidencia de George W. Bush (2001-2008). 
			En otras palabras, los más de 600 detenidos en la base aérea 
			estadounidense en Bagram, Afganistán, el triple de los hoy presos en 
			Guantánamo, no tienen derecho a que tribunales del país 
			norteamericano analicen la legalidad de su reclusión. 
			La prisión afgana se construyó poco después de que la invasión de 
			finales del 2001, encabezada por fuerzas estadounidenses, expulsara 
			al movimiento islamista Talibán del poder en Afganistán. 
			El Departamento de Justicia entiende que ninguna de las 
			sentencias sobre Guantánamo puede aplicarse en beneficio de los 
			recluidos en Bagram, pues los tribunales estadounidenses no tienen 
			jurisdicción sobre ellos y su cautiverio responde a una operación 
			militar en curso. Abogados de los detenidos en la base afgana opinan 
			lo contrario. 
			El Tribunal de Distrito de Washington, presidido por el juez John 
			D. Bates, celebró en enero una audiencia de apelaciones presentadas 
			por separado en nombre de cuatro detenidos llevados a Bagram desde 
			fuera de Afganistán. 
			En la audiencia, abogados del gobierno de Bush alegaron que los 
			detenidos de Bagram eran diferentes de los de Guantánamo, y que 
			podían plantear una amenaza a la seguridad si eran liberados. 
			Si bien aún resta el fallo, el juez Bates preguntó a los abogados 
			"qué evidencia existe para creer que (los detenidos) regresarían al 
			campo de batalla, si, para empezar, ni siquiera estaban en el campo 
			de batalla". 
			Ahora, esa política será evaluada por tribunales estadounidenses, 
			donde organizaciones de activistas argumentarán que los detenidos en 
			Bagram deberían tener los mismos derechos que los de Guantánamo, 
			incluido el de someterse a una audiencia ante un juez neutral. 
			La ONU criticó en un reporte la condición de reclusión de los 
			prisioneros en Bagram: "Hay informes según los cuales algunos han 
			estado detenidos por hasta cinco años. Ex presos aseguran haber 
			sufrido torturas severas, e incluso abuso sexual. También alegan que 
			fueron mantenidos en la misma jaula junto a entre 15 y 20 hombres, y 
			que dos detenidos fallecieron en circunstancias cuestionables 
			mientras estaban bajo custodia", dice el estudio. 
			En otro reporte, se urgió a Obama a poner fin a las "políticas 
			ilegales de detención" del gobierno de Bush y a asegurarse de que 
			los cautivos en Bagram tengan acceso a la justicia estadounidense.
			
			Mientras, el gobierno también se pregunta qué hacer con Ali Saleh 
			Kahlah al-Marri, el último "combatiente enemigo" encarcelado en 
			Estados Unidos. Al-Marri está aislado en un calabozo naval de 
			Carolina del Sur desde hace más de cinco años. Nunca fue procesado 
			por delito alguno. 
			El 10 de septiembre del 2001, Al-Marri, ciudadano de Qatar, llegó 
			a Estados Unidos con su esposa e hijos. Tenía una visa de estudiante 
			rumbo a una universidad de Peoria, en el central estado de Illinois.
			
			Tres meses después fue arrestado como testigo material de los 
			ataques del 11 de septiembre, que dejaron 3 000 muertos en Nueva 
			York y Washington. En junio del 2003, Al-Marri tenía previsto ser 
			llevado a juicio, pero Bush ordenó que los militares lo capturaran y 
			detuvieran indefinidamente. Quedó así en un limbo legal. 
			(Fragmentos de un artículo publicado en Other News)