Festival Leo Brouwer

Apropiaciones y homenajes

PEDRO DE LA HOZ, enviado especial
pedro.hg@granma.cip.cu

SAO PAULO.— Los aficionados paulistas a la guitarra tuvieron una noche feliz y el anticipo de las que sobrevendrán a lo largo de una semana con la inauguración aquí del Festival Leo Brouwer, evento que reúne a varios de los mejores intérpretes brasileños en torno a una figura que consideran símbolo de la renovación del lenguaje del instrumento durante el último medio siglo.

Fabio Zanon.

En el Gran Auditorio del Museo de Arte de Sao Paulo, una de las más prestigiosas instituciones culturales de la nación, el público saludó con una ovación prolongada la presencia del compositor cubano, en una velada a la que asistió el cónsul general de la Isla, Carlos Trejo. No cupo un alma más en el lunetario. Los organizadores (la Universidad de Sao Paulo y el Instituto Cervantes) comentaron a este enviado que la respuesta masiva sobrepasaba las expectativas.

Por primera vez se escucharon en este país Sones y danzones (1992), para trío clásico, y Paisajes, retratos y mujeres (1997) para guitarra, flauta y viola, obras que singularizan la agudeza estética con que Brouwer, en una zona relevante de su repertorio, recompone y reactualiza tanto las fuentes de su patrimonio sonoro más cercano como las referencias históricas de la música universal.

Sones y danzones fue interpretada por el pianista Ricardo Ballesteros, la violinista Betina Stegman y el cellista Robert Suetholtz, ejecutantes que exhibieron no solo una bien sólida plataforma técnica sino una venturosa comprensión del toma y daca que Leo establece con la memoria de Saumell, Matamoros, Simonns, Anckermann, el zapateo, la guajira, la habanera y hasta el antológico danzón Almendra. Mientras que Paisajes¼ , emblemática recreación postmoderna a cargo del flautista Antonio Carlos Carrasquerira, el excepcional violista Marcelo Jaffé y el guitarrista Fabio Zanon, suscitó en los oyentes una reacción estimulante.

Tan importante como estos estrenos resultó la aproximación al punto de partida de la extraordinaria carrera de Leo como compositor, una historia que se remonta a la más temprana juventud, cuando en el segundo lustro de los años cincuenta pulía su técnica guitarrística bajo la égida del maestro Isaac Nicola y sentía la necesidad de que el instrumento, todavía anclado en la tradición hispánica, expandiera sus potencialidades expresivas.

Triunfador en el certamen internacional Francisco Tarrega en 1996 y con una carrera apuntalada al pasar por la Real Academia de Música de Londres bajo la tutela de Juliam Bream, Fabio Zanón reflejó la sutileza discusiva de la serie de piezas sin títulos, compuestas entre 1956 y 1962. Fue interesante escucharlas en la antesala de un clásico brouweriano, Decamerón negro (1981), partitura que revela la decantación de los códigos del mestizaje cultural tal como lo entiende el autor.

Un mestizaje que comenzó a urdirse en los mismos inicios, como se evidenció aquí en Quinteto para guitarra y cuarteto de cuerda (Aleksey Vianna, guitarra, con el Ensemble Sao Paulo), que en 1957 saldaba cuentas con la herencia de Catarla y Roldán con un guiño hacia el futuro.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir