¿Nadie va a llorar a Nazaré?

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

LAS TELENOVELAS debían tener el encanto de un buen juego de béisbol: nada está dicho hasta el out 27, la última entrada reserva las mejores emociones. Pero no siempre es así. Es más, casi nunca es así. Si la primera media hora del capítulo final de Señora del destino mantuvo a la audiencia en vilo con su ritmo vertiginoso y anhelante —aun cuando fuera pan comido lo que iba a suceder: el rapto de la niña por la despiadada Nazaré, y que como en toda telenovela que se respete, la solución sería a fin de cuentas feliz—, la otra media hora —epílogo superpuesto— dejó un insólito rastro de edulcoramiento difícil de superar: mezcla de cuento de hadas con delirantes predicciones futurológicas: bodas, bautizos, cumpleaños, armonía familiar, destinos inamovibles conquistados.

Renata Sorrah, confirmada como una de las mejores actrices de Brasil.

Es como si el veterano Wolf Maya, responsable de la realización, hubiera apostado todo a la secuencia central, echando a un lado cualquier otra pretensión de logro artístico: el suicidio de Nazaré. En la campaña publicitaria con que Rede Globo preparó al público para el desenlace —mientras más audiencia, más publicidad, más ganancias, más plusvalía—, el énfasis fue puesto en la espectacularidad de esa especie de vuelo del ángel, como algo nunca visto en una telenovela brasileña. Fondo impresionante el de la represa Paulo Alfonso. Tiros de cámara cuidadosamente editados para aumentar la tensión. Quizás algo no visto en una telenovela brasileña, pero abundantemente servido por los códigos del cine de acción de Hollywood.

Pero más que el deslumbre tecnológico, pesó el hálito místico de la redención. Como para zafarse de todas las culpas y pecados, Nazaré cae al vacío, se difumina en las aguas. Un punto rojo, el de su vestido, se pierde en el infinito¼ y todo vuelve a ser como debió haber sido siempre. Nadie la llorará. El plano subsiguiente es como una especie de borrón y cuenta nueva. La criminal, la loca, la perversa, la villana de todas las villanas, la freudiana, no quedó siquiera como fantasma del pasado, salvo para Jozivaldo (otro caso tratado en blanco y negro), ganado para el partido de los mendicantes que pululan en las calles de las ciudades brasileñas. Menos mal que los televidentes que saben apreciar desempeños histriónicos de calidad guardarán —más allá del apelativo del virus gripal de la temporada— el nombre de Nazaré asociado a una Renata Sorrah que honró, pese a las inconsecuencias del guión, un personaje maléfico.

¿Hacer leña Señora del destino? No es el caso; simplemente se trata de una observación crítica como para estar vacunados contra la euforia del consumo indigesto de la única propuesta seriada nocturna de los últimos meses, con gancho suficiente como para que el televidente pudiera morder el anzuelo del entretenimiento. Muchas fisuras se podrían señalar, sobre todo en el orden de esa ingeniería social con las que unas cuantas telenovelas brasileñas de tema contemporáneo crean falsas ilusiones sobre las nociones del éxito personal, la mutación de clases y la felicidad.

Pero demos votos a favor por haber mostrado uno de los rostros de la corrupción política, insinuar al menos en los primeros capítulos y el de la muerte de Reginaldo un tema tabú en el género como la dictadura militar, combatir los prejuicios morales judeocristianos contra el amor lésbico y la posibilidad de adopción normal de un niño por una pareja con tal orientación sexual. Y en el orden técnico-artístico, por la presentación y despedida, avalada por la excelencia interpretativa de María Rita —sí, la hija de la mítica Elis Regina— en un tema de Milton Nascimento.

LO QUE VIENE

Valeria Giacomo y Daniel de Oliveira, protagonistas de Cabocla.

En Cabocla o La mestiza, la telenovela que se transmitirá a partir de este lunes —aclaramos, la frecuencia será como ha sido hasta ahora para la telenovela extranjera en Cubavisión: lunes, miércoles y viernes—, el telespectador cubano promedio hallará los elementos recurrentes de este tipo de producto y, al igual que en Señora del destino, desatará pasiones, afinidades, especulaciones —¿por qué no?— y rechazos.

No adelantemos juicios. Limitémonos a ofrecer algunos datos de interés. Lo que veremos es la tercera versión televisiva de la novela homónima de Rui Ribeiro Couto (1898–1963), escrita en 1931 bajo un ya superado estilo romántico que hizo poco favor a un escritor que como periodista y promotor había roto lanzas por el arte moderno en su país. Pero el argumento, buen manjar para el mercado mediático por el tejido de tramas a lo Romeo y Julieta por un lado y el consabido triángulo amoroso por el otro, despertó fervores en una audiencia siempre ávida de avatares sentimentales.

La primera versión se transmitió en 1959 por la ya desaparecida TV Río. Fue la de 1979, a cargo del mismo escritor que afrontó la que veremos, Benedito Ruy Barbosa, la que causó furor en Brasil, por la entrega apasionada de nuestros conocidos Gloria Pires y Fabio Junior.

A la altura del 2004 era un buen negocio para Globo reciclar el producto. Contó para ello con el lanzamiento de una parejita joven de buen ver, Valeria Giacomo y Daniel de Oliveira, que se enamoraron realmente durante la grabación, y un elenco de pesos pesados entre los que tropezaremos con Tony Ramos (el Juca de La próxima víctima), Patricia Pillar (Luana en El rey del ganado), Mauro Mendonca (Braz Olinto en La muralla) y Reginaldo Farías (Marco Aurelio en Vale todo, y para siempre inscrito en la historia del Nuevo Cine Latinoamericano por su protagonismo en la cinta de 1962 de su hermano Roberto Farías, Asalto al tren pagador).

En la versión brasileña, Cabocla incorporó una banda sonora de primera línea, a base de temas de Caetano Veloso, Milton Nascimento, Iván Lins, Zezé di Camargo y Roberta Miranda, entre otros. Vamos a escuchar si se mantienen. Porque en Señora del destino, para la versión internacional, muchos fueron sustituidos por buenas y malas baladas anglosajonas para reverenciar al mercado.

 

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