Una historia de despojo
El congelamiento y robo de activos cubanos en
EE.UU.
ORLANDO ORAMAS LEÓN
Para hacer efectiva su política de bloqueo contra Cuba, Estados
Unidos no sólo recrudece el cerco económico y financiero contra la
Isla, sino que desde hace casi 44 años mantiene congelados fondos del
Estado cubano, un acápite más del largo glosario de agresiones a
nuestro país.
El
terrorista José Basulto espera recibir lo suyo de los fondos
congelados.
Era uno de los escenarios en que Washington atacaba al pequeño país
vecino, en el gran frente de batalla que el presidente John F. Kennedy
establecía al decretar el bloqueo económico el 3 de febrero de 1962,
tras fracasar la invasión de Playa Girón y los planes terroristas
impulsados por la CIA y otras dependencias oficiales.
El 8 de julio de 1963 el Departamento del Tesoro emitió las
llamadas Regulaciones para el Control de los Activos Cubanos. Los
activos bloqueados para entonces se valoraban en unos 30 millones de
dólares y comprendían no solo los pertenecientes al Estado cubano y
sus empresas, sino también los de cualquier nacional de la Isla, ya
sea entidades privadas y los individuos.
El
DC-3 cubano fue subastado con la complicidad del gobierno
estadounidense.
Se pretendía entonces privar a Cuba de recursos financieros,
utilizar esos fondos como medio de presión e incluso para compensar a
los ciudadanos nor-teamericanos cuyas propiedades fueron
nacionalizadas en Cuba. La historia, empero, fue más larga.
El monto se fue incrementando en todos estos años a costa de fondos
congelados a entidades estatales y ciudadanos cubanos, de las
transferencias bancarias bloqueadas destinadas o provenientes de
nacionales cubanos, y los activos pertenecientes a terceros que han
sido bloqueados por estar vinculados a Cuba o a sus nacionales.
Según el más reciente informe de la Oficina de Control de Activos
Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro al Congreso de Estados
Unidos, el total de activos cubanos secuestrados en Estados Unidos se
estimaba en 268,3 millones de dólares.
La mayor parte de los fondos del Estado y de entidades estatales
cubanas se concentraban en tres cuentas bancarias retenidas en el
Chase Manhattan Bank, de Nueva York, que hoy es el banco JP Morgan
Chase.
En sus bóvedas neoyorquinas debían estar depósitos pertenecientes
al Banco Nacional de Cuba, y dos cuentas de la Empresa de
Telecomunicaciones de Cuba, por el pago de servicios telefónicos, en
particular de llamadas de larga distancia. Pero hoy prácticamente no
queda nada en el congelador, pues los fondos han sido robados con el
contubernio mafia anticubana, justicia y gobierno de Estados Unidos.
TERRORISTA Y LADRÓN
A mediados de los años 90 del pasado siglo se estrena una nueva
forma de ataque: comienza el robo de los fondos congelados del Estado
cubano. Ocurre por decisión unilateral del gobierno norteamericano, o
como resultado de la promulgación de fallos contra Cuba en tribunales
de la Florida, junto a la promulgación de leyes anticubanas en el
Congreso.
Las justificaciones y pretextos son variados, pero siguen el mismo
patrón de hostilidad hacia nuestro país y sirven o premian al negocio
de la contrarrevolución y el terrorismo.
Así, entre 1996 y el 2006, nuestro país ha sufrido cuatro despojos
de sus fondos, tal y como denunciara el 10 de enero pasado una
declaración del MINREX publicada en Granma.
El banderín lo levantó el 2 de octubre de 1996 el presidente
William Clinton al ordenar al secretario del Tesoro entregar 1,2
millones de dólares de los fondos secuestrados en EE.UU. a los
familiares de los pilotos de la organización terrorista Hermanos al
Rescate, derribados por violar reiteradamente el espacio aéreo cubano,
el 24 de febrero de 1996.
Los mismos destinatarios, también por orden de Clinton, recibieron
en el 2001 más de 96 millones de dólares de las dos cuentas de
EMTELCUBA del Chase Manhattan Bank.
Antes habían conseguido un fallo indemnizatorio de un tribunal
floridano y mediante la acción del entonces senador Connie Mack, al
servicio de la mafia, se aprobó en el Capitolio la llamada Ley de
Protección a las Víctimas del Tráfico y la Violencia, para beneficio
de la mafia. Tal legislación tiene incluso una sección para su
ejecución contra los fondos congelados del Estado cubano.
El presidente George W. Bush no se quedó atrás. En abril del 2005
dispuso que el Departamento del Tesoro entregara 198 000 dólares —otra
vez de una de las cuentas de EMTELCUBA— a la ciudadana de origen
cubano y residente en Miami, Ana Margarita Martínez, quien en el 2001
obtuvo sentencia a su favor de una Corte de Miami por 27,1 millones de
dólares.
Según esa Corte, Martínez mereció tal fallo para ser resarcida
parcialmente por cargos de supuesta tortura y agresión sexual
inflingidos por un "agente" del gobierno cubano. La administración
Bush le reconoció además el derecho a beneficiarse con la Ley de
Seguro contra el Riesgo de Terrorismo, otra falacia más del doble
rasero de Washington en su alegada cruzada contra ese flagelo.
La paradoja es tal que las leyes antiterroristas de Estados Unidos
son bien duras contra el secuestro de aviones (recuérdese el modus
operandi de los atentados a las Torres Gemelas), pero la justicia
y el gobierno otorgaron órdenes de incautación y subasta a Martínez de
tres aeronaves cubanas (AN-2, DC-3 y AN-24), secuestradas el 11 de
noviembre del 2002, el 19 de marzo del 2003 y el 31 de marzo del
propio año.
Estas acciones contaron con la complicidad del gobierno de Bush,
que si bien tenía la autoridad legal para anular las órdenes de
retención de los aviones (emitidas por jueces de la Florida) para
retornarlos a Cuba, permitió que se consumara el robo.
Pero no fue el último. Como explicó la citada declaración del
MINREX, el 27 de noviembre del pasado año, un total de 72 126 884
dólares fueron transferidos de los fondos congelados de Cuba a los
familiares de dos ciudadanos norteamericanos:
El piloto norteamericano y agente de la CIA Thomas Willard Ray, de
quien se alegó falsamente que fue ejecutado de manera sumaria el 19 de
abril de 1961 durante la invasión mercenaria de Playa Girón, en la que
resultó abatido el B-26 que tripulaba. Su cadáver fue conservado
durante 18 años en el Instituto de Medicina Legal de Cuba, pues
Washington ocultaba su identidad y se negaba a aceptar su ciudadanía y
responsabilidad en aquella agresión.
La misma Corte de Florida que falló a favor del caso Willard, hizo
lo mismo sobre la reclamación de la viuda de Howard F. Anderson,
juzgado en abril de 1961 en Pinar del Río, por sus actividades
subversivas al servicio del gobierno estadounidense. Al momento de su
captura, semanas antes de Girón, Anderson integraba un grupo armado de
ex militares de la tiranía de Batista al que le fueron ocupadas ocho
toneladas de armamentos. Era además el enlace de la CIA con varias
organizaciones contrarrevolucionarias en la Isla.
JUSTICIA TERRORISTA
Desde mediados de los años 90 en Estados Unidos se adoptaron
legislaciones como la Ley de Seguro contra el Riesgo de Terrorismo, la
Ley para la Protección a las Víctimas de Torturas y la de
Antiterrorismo y Pena de Muerte Efectiva, dirigidas contra lo que
Washington llama "Estados patrocinadores del terrorismo".
La Casa Blanca tiene a Cuba en esa lista negra desde 1982 y renueva
su membresía cada año bajo sucesivos y espurios pretextos, que tienen
como objetivo intentar justificar la política de bloqueo y de
agresiones que nos acompaña desde enero de 1959.
Esas legislaciones son las que permiten la presentación de demandas
como las ya mencionadas, y que no son las únicas, pues hay toda una
batería de ellas presentadas por elementos inescrupulosos y
contrarrevolucionarios, con un mismo fin: hacerse por todos los medios
de los fondos congelados de nuestro país.
Por eso no sorprende que entre los que han aspirado se encuentren
sujetos de la calaña de José Basulto (Hermanos al Rescate) quien
reclamó 40 millones por daños psicológicos y una Corte de Florida le
adjudicó 1,5 millones de dólares que espera por cobrar, o la
contrarrevolucionaria Martha Beatriz Roque que además de ser
financiada por la SINA trató también de robarse los activos cubanos
secuestrados. No son los únicos, pero para todos hay malas noticias.
Como resultado del robo continuado, la mayoría de los fondos de
entidades del Estado cubano retenidos en bancos de Estados Unidos
prácticamente se han extinguido.
Quedó sin saldo la cuenta con activos del Banco Nacional de Cuba y
una de las de EMTELCUBA. La otra de esa empresa tienen un remanente de
poco más de seis millones de dólares, más intereses, y no porque la
hayan respetado, sino por un litigio sobre su titularidad.
Restan cerca de una docena de millones de dólares en varias cuentas
menores de instituciones privadas o públicas, así como 58,1 millones
dólares pertenecientes a ciudadanos afectados también por la política
del congelador, que en la práctica también resulta una modalidad de
hurto.
Entre esos fondos están, sólo por citar un ejemplo, los 10 000
dólares que correspondieron al fallecido ajedrecista Guillermo García
por el segundo lugar alcanzado en el Torneo Abierto de Nueva York, en
1988, en el año del centenario de José R. Capablanca.
Cuba, entretanto, no cejará en su empeño de seguir denunciando el
proceder de las autoridades norteamericanas y reclamando los derechos
de su pueblo, el mismo que ante un tribunal competente de la Isla
demandó al gobierno de Estados Unidos por daños económicos y humanos,
cuyo monto, más que en dinero, mide en el sacrificio, la resistencia y
la decisión de vencer. |