Lo merece Mariana de Gonitch

Pedro de la Hoz
pedro.hg@granma.cip.cu

Al leer la convocatoria de la novena edición del concurso nacional de canto Mariana de Gonitch, no se puede menos que advertir la persistencia de un empeño titánico y evocar el perfil de una pedagoga ejemplar para los tiempos que corren.

Del 24 al 28 de este enero debe transcurrir el certamen, en el ámbito de la Casa de Cultura de Plaza de la Revolución, institución que desde el espacio comunitario ha logrado insertar a escala nacional tres iniciativas perdurables: el Festival de Jazz Plaza, el foro fílmico Cine Plaza y este concurso que pretende promover —caso único— dos vertientes interpretativas: la del arte lírico y la del canto popular.

Los aspirantes deberán sortear múltiples y exigentes escollos; en un caso, arias italianas, lieder alemanes, canciones cubanas y latinoamericanas de concierto, arias de óperas rusas y francesas y páginas de zarzuelas domésticas; en el otro, un verdadero tour de force que va de la trova tradicional al folclor campesino, pasando por el filin y la interpretación de canciones en lenguas foráneas.

Sin embargo, nos da la impresión de que la proyección de este certamen suele verse disminuida por excesiva modestia, cuando no por un desasimiento de los factores que deben comprometerse en su desarrollo.

Al arte lírico musical y a la canción popular en Cuba le hacen falta alas de vuelo mayor, una búsqueda de talento que se corresponda con las más elevadas exigencias profesionales, y una promoción que permita una jerarquización consecuente de las potencialidades artísticas emergentes.

De ahí que sea menester el compromiso del Instituto Superior de Arte, el Teatro Lírico Nacional y de las compañías similares en el resto del país (Holguín, ya lo sabemos, realiza un esfuerzo mayúsculo que lamentablemente no es acompañado en términos de efectiva promoción), el Centro Nacional de Música de Concierto y otras instituciones.

El legado de Mariana, esa gran pedagoga rusa que encontró en Cuba una segunda patria y una Revolución que alentó en ella lo mejor de su dimensión humana, lo merece.

 

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